Reconozco que mi voluntad se derrite ante los "¡Por favooor!" de mi nieto. He estado a punto de comprarle una maleta de viaje con forma de camión. Menos mal que en el último momentos se me ha ocurrido la luminosa idea de cambiarle el interés de la maleta por el de unos donuts de chocolate. Yo estaba tan satisfecho con mi hazaña, y va mi mujer y me pone mala cara. Así que le he ocultado todo el resto de cosas que le he comprado.
Entendí el terrible peso de la libertad cuando era jovencita y me llevé a mi sobrino (unos cinco añitos) el día de su cumple a una tienda de juguetes. Se me ocurrió decirle: va elige uno, que te lo compro. El chaval miró aterrorizado el espectáculo que se le ofrecía ante sus ojos, y se fue corrriendo a un rincón, a llorar desconsoladamente. Los límites, benditos límites. Y lo bueno de saltárselos de vez en cuando, sobre todo con los nietos.
Me apunto la anécdota, Lola. Es magnífica porque va más allá de la infancia. Pienso en Musil, que describe al hombre sin atributos como aquel hombre al que el incremento constante de sentido de la posibilidad lo ha dejado sin sentido de la realidad.
¿Y la experiencia, cuando niño, con los regalos, que nunca eran los que esperabas, aunque en realidad no sabías lo que querías? Igual era cosa sólo mía.
PS: Discurso de despedida de Donald Kagan, sobre el futuro de la educación liberal.
"Once, my late student and friend Alvin Bernstein was teaching a course in the history of Western civilization the same semester that Allan Bloom was teaching his famous course in political philosophy. Al was discussing Plato’s Republic when the subject of some of Socrates’ less pleasant recommendations came to hand. A student objected that Al’s presentation was incorrect, that Plato did not mean for these to be taken at face value, that there was a deeper, ironical, in fact opposite meaning to the dialogue that was not for the ordinary reader but for the more intelligent and worthy people. Al asked, “Who told you that?” “Professor Bloom,” the student answered. “Ah,” said Al without missing a beat. “That is what he told you, but his deeper ironic meaning is not for the ordinary reader but for the more intelligent and worthy people.”
Eso de los regalos, digamos que nuestros padres nos educaban para sobrellevar la decepción. Nos hacían un regalo de resiliencia. Al menos esto es lo que mi irónica lectura de su comportamiento me permite deducir. Cuando leo cosas como estas, de Donads Kagan, y después pienso en el nivel de nuestros debates educativos, me quedo sin ironías para interpretar lo que veo.
Los Economistas deberían tomar nota para sus estadísticos y considerar que dos índices del IPC: el que se basa en una cesta de la compra con niños, y el que se basa en una cesta de la compra sin niños....Las famílias numerosas deberíamos tener un IPC específico. Antonio-el-del columpio.
Más aún si le acompaña su madre separada y en paro.
ResponderEliminarReconozco que mi voluntad se derrite ante los "¡Por favooor!" de mi nieto. He estado a punto de comprarle una maleta de viaje con forma de camión. Menos mal que en el último momentos se me ha ocurrido la luminosa idea de cambiarle el interés de la maleta por el de unos donuts de chocolate. Yo estaba tan satisfecho con mi hazaña, y va mi mujer y me pone mala cara. Así que le he ocultado todo el resto de cosas que le he comprado.
EliminarEntendí el terrible peso de la libertad cuando era jovencita y me llevé a mi sobrino (unos cinco añitos) el día de su cumple a una tienda de juguetes. Se me ocurrió decirle: va elige uno, que te lo compro. El chaval miró aterrorizado el espectáculo que se le ofrecía ante sus ojos, y se fue corrriendo a un rincón, a llorar desconsoladamente. Los límites, benditos límites. Y lo bueno de saltárselos de vez en cuando, sobre todo con los nietos.
ResponderEliminarMe apunto la anécdota, Lola. Es magnífica porque va más allá de la infancia. Pienso en Musil, que describe al hombre sin atributos como aquel hombre al que el incremento constante de sentido de la posibilidad lo ha dejado sin sentido de la realidad.
Eliminar¿Y la experiencia, cuando niño, con los regalos, que nunca eran los que esperabas, aunque en realidad no sabías lo que querías? Igual era cosa sólo mía.
EliminarPS: Discurso de despedida de Donald Kagan, sobre el futuro de la educación liberal.
"Once, my late student and friend Alvin Bernstein was teaching a course in the history of Western civilization the same semester that Allan Bloom was teaching his famous course in political philosophy. Al was discussing Plato’s Republic when the subject of some of Socrates’ less pleasant recommendations came to hand. A student objected that Al’s presentation was incorrect, that Plato did not mean for these to be taken at face value, that there was a deeper, ironical, in fact opposite meaning to the dialogue that was not for the ordinary reader but for the more intelligent and worthy people. Al asked, “Who told you that?” “Professor Bloom,” the student answered. “Ah,” said Al without missing a beat. “That is what he told you, but his deeper ironic meaning is not for the ordinary reader but for the more intelligent and worthy people.”
http://www.newcriterion.com/articles.cfm/Ave-atque-vale-7653
Eso de los regalos, digamos que nuestros padres nos educaban para sobrellevar la decepción. Nos hacían un regalo de resiliencia. Al menos esto es lo que mi irónica lectura de su comportamiento me permite deducir.
EliminarCuando leo cosas como estas, de Donads Kagan, y después pienso en el nivel de nuestros debates educativos, me quedo sin ironías para interpretar lo que veo.
Los Economistas deberían tomar nota para sus estadísticos y considerar que dos índices del IPC: el que se basa en una cesta de la compra con niños, y el que se basa en una cesta de la compra sin niños....Las famílias numerosas deberíamos tener un IPC específico.
ResponderEliminarAntonio-el-del columpio.
Me parece una propuesta tan sensata, la suya, que, por eso mismo, no tiene ninguna posibilidad de ser puesta en práctica.
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