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sábado, 1 de junio de 2013

Hogar, dulce hogar


Vuelvo a casa cargado de polvo, sudor, sol y alegría, tras dos semanas espléndidas andando con mi agente provocador y la mochila al hombro por los caminos de Bulgaria, siguiendo el curso del río Tundja desde la frontera con Turquía hasta el paso de Shipka, en los Balcanes. Cerca de 300 km en total. En la foto, el sombrero, la dos libretas moleskine con el diario del viaje, una herradura que me encontré nada más comenzar a andar y que nos ha proporcionado toda la buena suerte que necesitábamos y que era lícito esperar de semejante hallazgo, un trozo de cerámica de las ruinas de la fortaleza Assara en Nicolaevo, y otro de las ruinas de la fortaleza del paso de Kaleto. Bacallà Salat, por supuesto, se encarga de supervisarlo todo.


La prueba irrefutable de mi intimidad con la aristocracia tracia: el rey Seutes con mi sombrero.

Estando en pleno viaje me llamó Miquel Osset, de la Editorial Protus, para comunicarme que acababa de salir de imprenta la traducción, adaptación, corrección y ampliación de la edición catalana de "Por una educación republicana".

Un cordial saludo a todos. Estoy mejor que nunca, amigos.

6 comentarios:

  1. Una gran noticia para todos los que le echábamos de menos. Bienvenido a casa.
    Un abrazo

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  2. ¡Bien regresados! Quedo a la espera de abundantes relatos, anécdotas y demás. Y, por si fuera poco, por fin el libro.
    Que descansen bien.

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  3. Bueeeno! Ja patíem...Felicidades.

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  4. "Una de las numerosas anécdotas sobre el físico danés Niels Bohr cuenta lo siguente. Bohr recibe una vista en su cabaña en la nieve. La mirada del visitante cae sobre una herrradura que está situada sobre la puerta de la cabaña. Sorprendido, le pregunta a Bohr: "¿Usted que es un cientifico cree en eso?". Bohr contesta: "Por supuesto que no. Pero me han asegurado que las herraduras funcionan aunque uno no crea en ellas".

    Apología de lo contingente. Sobre la inevitabilidad de las ciencias del espíritu. Odo Marquard

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por esta maravillosa anécdota, que me la apunto.

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