Henri Roorda era profesor de matemáticas en un instituto de Lausana. A sus alumnos les repetía con frecuencia que tenía necesidad de sentirse conmovido por las verdades que enseñaba.
Un día dejó de decírselo.
Tenía cincuenta y cuatro años.
Escribió cuatro notas en una cuartilla y las tituló "Mi suicidio".
Después se disparó una bala en el corazón.
"Cuando yo iba al colegio había un profesor de física, inusualmente apacible y bastante desorganizado, que se la pasaba hablando en broma del suicidio. Era un hombre bajito de ancha cara rojiza, gran cabeza cubierta de rizos grises y una sonrisa permanentemente atribulada. Se decía que en Cambridge, contrario a la mayoría de sus colegas, había obtenido en su asignatura la nota más alta. Un día, hacia el final de una clase, señaló tenuemente que quien quisiera cortarse la garganta debía cuidarse de meter primero la cabeza en una bolsa, pues de lo contrario dejaría todo hecho un desastre. Todo el mundo se rió. Luego sonó el timbre de la una y todos los muchachos salimos en tropel a almorzar. El profesor de física se fue en bicicleta a su casa, metió la cabeza en una bolsa y se cortó la garganta. No dejó un gran desastre. Yo quedé tremendamente impresionado."
ResponderEliminarAl Álvarez: "El dios salvaje"
La vida nos acaba nivelando a todos; la muerte, no.
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