En una nota del verano de 1880, Nietzsche hace del oído el principal órgano filosófico. Sin duda quiere polemizar con la imagen tradicional de la filosofía, que se ha visto a sí misma, al menos desde Platón como una sabiduría de la mirada, una especie de oculo-sofía. Rorty, como se sabe, siguiendo a Nietzche (y a Heidegger) organizó toda una cruzada filosófica contra la preeminencia de la mirada en la filosofía, llamando la atención -la afilada atención de la sospecha- sobre el hecho de que buena parte del vocabulario filosófico (de "teoría" a "definición", de "sinopsis" a "idea") es un vocabulario óptico.
Nietzsche intuye que la filosofía óptica tiende a ver, de manera natural, fines en las cosas, y él quiere enfrentar al pensamiento ante el reto tremendo -a mi parecer ningún otro filósofo se ha propuesta nunca una tarea más descomunal- de la ausencia de fines, esto es, de la ausencia de providencia, ¿porque qué significa matar a Dios sino desprenderse de todo teleologismo?
"Así como la naturaleza no procede según fines -escribe-, así tampoco debería el pensador pensar según fines, es decir, no debería pretender buscar nada ni demostrar ni refutar nada, sino escuchar como cuando uno escucha música: uno se lleva una impresión según lo mucho o lo poco que haya atendido".
Personalmente tiendo a creer que toda percepción sensorial lleva en sí misma una tendencia a la forma, es decir, una referencia a un relato que desborda semánticamente lo estrictamente presente en la sensación (y supongo que esta diferencia de contenido entre lo presente en la sensación y el sentido percibido es la clave del platonismo). Nietzsche, sin embargo, no parece ser consciente de que con su vocabulario tampoco es posible escapar del platonismo. ¿Se puede hablar del "más" y del "menos" de la percepción obviando los problemas implícitos en la comparación de la intensidad? Quizás lo que realmente le interesa en esta nota es resaltar que la captación de la intensidad del mundo -de los sonidos del mundo- requiere más ingenuidad que sabiduría. El refinamiento del gusto exigiría siempre una distancia con respecto a la presencia inmediata del sonido. Dicho de otra manera: el refinamiento del gusto nos condena al platonismo, a ver -o al menos a intuir- formas en las cosas. En este sentido, si se trata de escuchar los sonidos propios del mundo, el niño lleva ventaja al filósofo.
¿El filósofo sería, entonces, aquel que capta, más que el mundo, las diferentes sensibilidades frente al mundo? ¿El hombre capaz de entender la diferencia entre el oído del niño y y el sordo refinamiento del oído del erudito? ¿Aquel que sabe que no puede ser niño?
¿Oftalmolatrí? No sé... ¿No hay mayor dirección en el oído, en las palabras que se dicen para convencer: ágoras, confesiones, mítines? Quier decir que a la teología no se le escapan las posibilidades de los distintos sentidos. O a la filosofía como proto-teología.
ResponderEliminarOftalmolatría, quise poner. Y no encuentro una cita de Platón, Rep., Libro VII u VIII, en que junta la razón y la música como alimentos del alma justa. ¿Me lo estaré inventando?
ResponderEliminarEureka:
ResponderEliminar-Y en cuanto a las riquezas -dije yo-, las despreciará mientras sea joven, pero ¿no las amará tanto más cuanto más viejo se vaya haciendo
como quien posee un carácter partícipe de la avaricia y no puro en cuanto a virtud por hallarse privado del más excelente guardián?
-¿De quién? -dijo Adimanto.
-Del razonamiento combinado con la música -dije yo-, que es el único que, cuando se da en una persona, reside en ella durante toda su vida
como conservador de la virtud. (Rep., Libro VIII, 549b; de los regímenes imperfectos: la timocracia y su tipo humano)
Yo creo que estas cosas se reducen en último término a la sensibilidad de cada persona. Son caminos distintos pero uno no excluye al otro.
ResponderEliminarComencé a darme cuenta de que no todos llegamos al mismo sitio de la misma forma algo tarde. Fue en una ingenua y sincera charla de mi profesor de estética sobre lo que significaba la pintura para él. Ahí vi que si hablábamos de lo mismo él lo veía de otra forma. Utilizaba su "sensibilidad pictórica" para formar sus ideas de una forma pareja a la que está descrita en la entrada.
La pintura es un arte que se presta mucho más al intelectualismo que la música. Ello seguramente condicione la actitud de la persona orientada en esa dirección. Es mucho más fácil hablar o buscar significados sobre una pintura que sobre una obra musical. Sólo Schopenhauer y unos pocos más han sabido sacar significados a una pieza musical. Por eso me parece estimar que ha habido muchos más filósofos vinculados a la pintura que a la música.
Saludos
Aquel oído del niño, del niño nietzscheano, no es otro a mi parecer que el mismo oído que oye la cantinela vital del ritornello deleuziano.
ResponderEliminarEl oído del niño es el oído que escucha el ritornello, el oído que escucha el canturréo a la salida de un colegio o la tonadilla del patio. Cuyo estribillo, es el golpeo repicado de la repitición.
Repetición de todo ritornello como canción infantil que es opuesta a la representación del paisaje o al panorama visionado de la metafísica óptica.
Deleuze hablará tambien de "lo óptico" versus "lo háptico", desde el cine y describiendo así la "imagen-movimiento" propia de "lo óptico" y metafísico, opuesta a otra imagen: la "imagen-tiempo".