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domingo, 8 de noviembre de 2009

Dewey y la escuela de Chicago

¿Las teorías pedagógicas que defienden una concepción optimista de la naturaleza humana... cuántos fracasos pueden soportar? Me hago esta pregunta pensando en Dewey, un fenomenal optimista antropológico, que, curiosamente, ha tenido mucha más audiencia en Europa que en los Estados Unidos. En Norteamérica sus ideas pedagógicas fueron barridas por la conmoción provocada por el Sputnik, pero de esto hablaré otro día. Hoy de lo que quiero hablar es de la aplicación de sus métodos en 1896 en Chicago, donde se creó la escuela conocida como "Escuela Dewey".

En la escuela de Dewey el núcleo de la jornada escolar no era la clase, sino la "ocupación", porque, de acuerdo con sus postulados pedagógicos, antes de teoría el niño necesitaba práctica. A medida que se fuera implicando en la resolución de problemas prácticos cada vez más complejos, iría descubriendo la necesidad creciente de conocimiento teórico. Habría, pues, un camino que podríamos llamar "natural" de la práctica a la teoría que el niño recorrería sin demasiadas dificultades si las "ocupaciones" estaban bien diseñadas. La misma vida en común en la escuela era concebida como una ocupación en la convivencia democrática.

Es importante tener en cuenta que estas ideas son de finales del siglo XIX, es decir, tan antiguas como la misma escuela. La polémica entre los métodos pedagógicos se encuentra viva en cada momento de la historia de la pedagogía. Los que intentan contraponer una escuela antigua a una escuela nueva o moderna simplemente saben poco de historia de la educación.

Los alumnos que se acogían a pedagogías como las de Dewey solían pertenecer a familias liberales acomodadas. En el caso de la Escuela de Chicago, eran hijos de profesores de la universidad. También es importante tener en cuenta esto, porque cuando se habla de comprensividad se tiende a ignorar que la misma posibilidad de un trato equitativo para todos los niños, depende del grado de complejidad de la población escolar. Cuanto más heterogénea sea ésta, más difícil será aplicar métodos comprensivos. Las razones son obvias. Las consecuencias, sin embargo, no lo son tanto. La teoría de la comprensividad fue elaborada en contextos socio-culturales muchísimo más homogéneos que los presentes (en la Inglaterra y la Suecia de los años setenta) .

Volvamos a la Escuela de Dewey. Los alumnos pertenecían a familias liberales y cultas, por lo cual accedían a la escuela con un bagaje de conocimientos bastante amplio. Aquí podríamos hablar de los famosos "conocimientos previos". Una pedagogía fundada en los conocimientos previos de los alumnos, no condena a los más desfavorecidos a la ignorancia? Pero esta es también otra cuestión.

Lo que me interesa resaltar en este apunte es que, a pesar de las condiciones tan favorables, la experiencia de la Escuela de Chicago fue un fracaso, cosa que normalmente se ignora en los manuales de historia de la pedagogía. Ni los muchos recursos materiales, ni la implicación de los padres en el proyecto, ni el elevado nivel cultural de las familias, ni el hecho de que hubiese un profesor por cada cuatro alumnos lo impidió.

Todo el optimismo pedagógico de Dewey se estrelló contra la realidad de las relaciones humanas. Fue totalmente incapaz de prever, y mucho menos de resolver, las divergencias que surgieron muy pronto entre los profesores... por el control de la escuela. Sobre estas cuestiones cualquier profesor en activo sabe infinitamente más que cualquier teórico de la educación.

Los enfrentamientos internos acabaron con la expulsión de una de las profesoras, Alice, que curiosamente era la mujer de Dewey. Y el resultado inmediato fue que el optimista antropológico Dewey se sintió despechado, dimitió de su cargo como orientador de la escuela y, para dejar bien clara su postura, se trasladó a la Universidad de Columbia.

En definitiva: Todos los estudiantes de pedagogía han oído hablar de lo moderno que es Dewey. Pocos han estudiado el fracaso de su escuela. La culpa, ya se sabe, es fea, y por eso no la quiere nadie.

6 comentarios:

  1. A mí lo que no me queda claro es que tendría que ocurrir exactamente para que hubiese fracaso.

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  2. ¿Si los niños acaban la E.S.O con el nivel intelectual de Montilla hay fracaso?

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  3. Si no se parte de una postura optimista de lo que es la naturaleza humana quizás no se pueda llegar nunca a un resultado positivo. Lo curioso es que, en cierto modo, un pesimista puede ser un optimista desencantado que ha adoptado esa postura después de esperar algo y que finalmente no sucediese.

    A mí todavía me gustaría pensar que una postura optimista es viable.

    Saludos.

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  4. Ni siquiera soy lo suficientemente optimista como para pensar que los optimistas perecerán resultado de su idiocia.

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  5. Recuerdo que en la Normal un professor nos comentó en una ocasión esos fracasos, así también como los alumnos se burlaban de Pestalozzi en su cara o los de otras latitudes se meaban literalmente en los pupitres delante de Tolstoi. Es lo que pasa con las teorías etéreas y los grandes teóricos. Sin embargo, iniciativas más prácticas y realistas realizadas por personas mucho más grises pasaron desapercibidas, como suele ocurrir.

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  6. "Como dijo Tolstoy, la felicidad es una alegoría, la infelicidad, una historia." Haruki Murakami (Kafka en la orilla).

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