Ayer por la tarde fui a Montblanc a hablar de pedagogía y confianza, dos conceptos que, tal como están las cosas, parecen antitéticos. Pero si en algún lugar casan bien es aquí, en la capital de la Conca de Barberà, tierra cisterciense que congrega, me parece a mi, a los docentes más entusiastas de toda Cataluña. No sé cuántos había en la sala de actos del antiguo hospital de Santa Magdalena, pero no menos de doscientos.
Que quede claro que no habían ido a oírme a mi, sino a un acto convocado por el Centre de Recursos en el que despedían al inspector de educación que han tenido los últimos cuatro años. Yo era sólo el telonero. Me lo pasé bien y creo que los asistentes también, aunque el señor inspector acabase llorando emocionado.
Llegué bastante antes de la hora prevista para el comienzo, y así pude dar una vuelta parsimoniosa por el pueblo y hasta comprar un par de bolsas de "Merlets de Montblanc". La tarde era de una placidez perfecta. Hacia sol, pero no pesaba. Una ligera brisa refrescaba el ambiente y el paseo por las calles desiertas fue un auténtico regalo. Tuve tiempo hasta de subir a los tejados de la iglesia de Santa María. La mujer que me abrió la puerta de la escalera me advirtió que no tardara en volver, porque más de una vez se había olvidado de los turistas y los había dejado encerrados por los cielos. Buen consejo, sin duda.
El acto terminó a las ocho, pero a esa hora la luz parecía aún de media tarde, así que decidí dar un largo rodeo para volver a casa. En lugar de la autopista, encarrilé la C-241 que me llevó hasta Santa Coloma de Queralt pasando La Guàrdia dels Prats, Pira, Sarral, Rocafort de Queralt, Montbrió de la Marca, Biure de Gaià, Les Piles... Tras dejar atrás Santa Coloma giré a la derecha, hacia Aguiló, camino de Igualada.
Las tierras de la Conca son duras. ¡Pobre del visitante despistado que se pierda por aquí en el ferragosto! ¡O en los largos meses de invierno! Pero en otoño y en primavera, especialmente en primavera, cuando los trigos encañan y están las viñas en lo mejor de su verdor, hay pocos paisajes más dulces que este en Cataluña. Posee una orografía de suaves ondulaciones modulada desde hace milenios por manos de agricultores sabios que la han poblado de viñas verdes, olivos y almendros. Las hojas de las viñas tienen ahora un verde luminoso, casi transparente, prometedor. No hay brotes más esperanzados que los de los pámpanos. ¡Ya los querría para sí nuestra economía! La carretera está muy poco transitada y uno puede permitirse el lujo de circular despacio, contemplando golosamente los pueblos de cuatro casas arracimadas en lo alto de una loma, en torno a la iglesia.
Me voy a poner melancólico y carca: No me gustaría que todas estas iglesias acabasen un día convertidas en museos etnológicos y que los curas de pueblo fuesen sustituidos por asistentas sociales. Pero, claro está, el que a mi no me guste no impedirá que pase lo que tenga que pasar.
Anocheció al llegar a Igualada. Pero en esos minutos que preceden a la penumbra la fortuna me regaló la imagen más hermosa, la de la montaña de Montserrat, recortada diáfanamente en la lejanía, sobre los campos de trigo mecidos por la brisa de la tarde.
Y al llegar a casa, claro, descansé en paz.
¡Amén!
ResponderEliminarEl viajero nomada ....
ResponderEliminarSobre eso de los curas, me temo que los pondrán en holograma, como en eso que han montado en Sant Benet de Bages... O vestirán de cura a un estudiante de l'institut del teiatru en prácticas.
ResponderEliminarUna buena excursión, hay muchas Catalunyes, ya lo ves.
Pasará, lo que tenga que pasar, pero vamos por ese camino.
ResponderEliminar¿200 docentes despidiendose del Inspector?
ResponderEliminar¡¡¡¡¡¡Rápidamente registre la fórmula¡¡¡¡¡¡
Don Angel: Usted que sabe de esto, una pregunta fácil: ¿Cuántas cataluñas hay en Cataluña?
ResponderEliminarPeggy: Había leído "viajero mónada", a lo leibniz. Y me había gustado.
ResponderEliminarGracias.
(...suspiro...)
ResponderEliminarRubén: ¡Qué ambiente había! ¡Y qué gente más magnífica! Ya les dije, para empezar, que aquello me parecía completamente insólito, cosa que a ellos les da exactamente igual. Se limitan a hacer lo que tienes que hacer y a hacerlo con alegría y confianza. Aprendí de ellos, sin ninguna duda, muchísimo más de lo que ellos pudieron haber aprendido de mí.
ResponderEliminarLuri,
ResponderEliminartras su bon voyage igual le apetece oir esto,
http://www.youtube.com/watch?v=S4bYv3uwDqc
La Catalunya interior es una gran desconocida. Mejor así.
ResponderEliminarY te faltó un paseo por Poblet, asistir a las visperas y recogerse en la grandiosa serenidad cisterciense.
Montblanc, el poble més bonic del món. Amb total objectivitat! :)
ResponderEliminarPer mi, lo més bonic de Montblanc és la vida que hi ha sempre, dia rera dia, a la plaça Major. Si hi tornes, no t'ho perdis.
ResponderEliminarVeo que ha pasado por la ciudad donde nació esta eremita (que, por cierto, antes era otra cosa).
ResponderEliminarPedagogía y confianza, antitéticos... ¡ay! ¿Acaso puede haber una sin la otra? ¿Dónde está la vocación en Educación? ¿Dónde? ¿Dónde?... Recuerdo un joven y brillante profesor, científico y filósofo, riéndose ante la ingenuidad de mi pregunta y mirándome con la dulzura del maestro hacia el alumno demasiado inocente. ¿Soy la única alma en pena que vaga por Ciencias de la Educación preguntándose esto en voz alta (con lo cual suscito malas miradas entre docentes y discentes)?
Creo que se me ha proscrito de Educación. Me rindo. Mi hogar es Letras. Y diré más: mi hogar es antes Ciencias que Educación. El año que viene quiero estudiar algo de Física.
Un saludo melancólico, Gregorio.
Claudio: Lo acabo de leer en la dirección que proporcionas, y sí: "I believe it is the nature of the human species to reject what is true but unpleasant and to embrace what is obviously false but comforting." H.L. Mencken
ResponderEliminarEnric: Estuve no hace mucho en Poblet. Allí precisamente conocí a las personas que me han invitado a Montblanc. Tengo pendiente una larga caminata por aquellos parajes.
ResponderEliminarVentdecara: A la hora i el dia que el vaig visitar jo, si, sens dubte.
ResponderEliminarMarta: Hi vaig passar, però amb una mica de pressa, se'm feia tard. I si, efectivament, bullia.
ResponderEliminarEremita: La opinión sobre la facultad de pedagogía me la callo, que creo que es prudente evitarse pleitos. Pero no es mucho peor (un poquito sí) que la de filosofía.
ResponderEliminarTal como están las cosas hay que licenciarse pronto para poder comenzar a estudiar después.
Creo entienderle Don Gregorio, dichosos ellos, empiezo a creer, sospechar, que la reconciliación, con lo humano, solo es factible, en algún, aula, en algún centro, en algún hospital,en algún equipo medico,o alguna institucion benéfica laica o no, y alguna ONG. O
ResponderEliminarcomo civilización, solo en una pequeña aldea como la de Asterix.
Estoy leyendo el retorno de la economia de la depresión, de Paul Krugman, donde hace una referencia, que uno de los parametros de los paises que padecen con menos rigor las crisis economicas , son aquellos que disponían de una buena educación basica.
Le dejé lo de Mencken porque, por lo que parece, es la única grabación de su voz. Fetichismo, vamos.
ResponderEliminarOtra frase:
"An idealist is one who, on noticing that a rose smells better than a cabbage, concludes that it is also more nourishing."
H.L. Mencken, A Little Book in C Major
Como decía el otro: nos pierde la estética.
¡Qué magnífica crónica! Me invade el mal du pays y maldigo los cielos grises de la Francia.
ResponderEliminarRuben: Cuando estalla la peste es que ha llegado la hora, efectivamente, de reconstruir las cosas a pequeña escala. Estoy pensando -sin cinismos- en el Decamerón.
ResponderEliminarClaudio: A unos más que a otros...
ResponderEliminarBellerofonte: ¿Sabe usted que las precipitaciones anuales de Barcelona y París son las mismas? Claro que repartidas de una manera bien diversa. Somos -también- el tipo de lluvia que sufrimos.
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