Tengo que admitirlo: soy demasiado viejo para aprender ciertas cosas, por muy fundamentales que sean. La más importante de todas: aprender a decir que no. No sé cómo, pero siempre acabo envuelto en una maraña de compromisos que devoran mi tiempo. Y soy de los que creen que la palabra comprometida es sagrada. El caso es que mis actividades pueden variar de contenido, pero, a la hora de la verdad, su número varia muy poco. Quisiera poder decir que soy así y así me gusta ser. Pero no. No me gusta ser así. Me gustaría hacer muchas menos cosas y ser el dueño totalitario de mi rutinaria agenda. Mañana por la mañana tengo una videoconferencia con Madrid para preparar lo que se avecina: un espacio semanal de unos diez minutos en la COPE, los viernes, en un programa que dirigirá Jorge Bustos.
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