Estoy solo en casa, de Rodríguez, y, como me suele ocurrir, no sé estar en casa en estas condiciones. Sin ella aquí no hay soledad, sino vacío. Así que para leer bien, es decir, concentrado, sin distracciones (¡hay que ver lo que puede distraer una ausencia!), tengo que salir de casa y bajar a la plaza de Ocata. Suelo hacerlo en torno a las 11 y espero el momento como uno de los mejores del día. Mi mesa al sol, que por estas fechas cobija más que molesta, la taza de café con leche, el lápiz, el libro y el resto de la mañana por delante. Incluso me quedo a comer aquí, sin levantarme del sitio.
Por cierto, a Ruano le estoy descubriendo los puntos flacos. En el Quadern gris no hay ni un párrafo de compromiso o relleno. En los diarios de Ruano sí. Y a medida que voy avanzando, me encuentro con más. Aún me quedan 700 páginas.
Yo tampoco sé estar sola en casa. Un beso
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