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miércoles, 3 de marzo de 2021

Lo que se le puede pedir racionalmente a la escuela

Me escribe G.R.A., un joven chileno que está estudiando en una universidad mexicana preguntándome sobre los beneficios reales de la educación.

"En particular", me dice, "me ha interesado explorar los límites morales y prácticos que (imagino) debieran existir y servir para morigerar las expectativas de cambio social que típicamente se atribuye a la escuela desde la cultura occidenta".

"La inquietud de fondo", añade más adelante, "está en cuestionar el arraigo de la idea de que el cambio social y cultural deba provenir principalmente de las instituciones educativas, cuando ciertamente no son estas las únicas en tener esa oportunidad"

Le he contestado lo siguiente: 

Querido amigo,

La cuestión que plantea usted es de la mayor relevancia y, sin embargo, por paradójico que parezca, ha merecido muy poco interés. ¿Qué es lo que podemos esperar racionalmente de la escuela?

 

En frase atribuida a Victor Hugo (yo tengo mis dudas sobre su autoría) se sostiene enfáticamente que “cada escuela que se abre es una cárcel que se cierra”. Obviament no es cierto. En absoluto. Recuerde usted que el pueblo más culto de Europa a comienzos del siglo XX era el alemán y, sin embargo, la patria del idealismo se rindió incondicionalmente al bárbaro de Hitler (para desesperación de Dewey, por cierto).

 

Respondía a esta tesis optimista un escritor español, Felipe Trigo, en un librito titulado Socialismo individualista (1912) de esta forma: “La instrucción, aumentada en toda Europa, ha conseguido nada más cambiar la proporción de criminales instruidos, sin alterar la cifra de delincuentes. Bien sé yo esto. De ahí que igual me abstenga de gritar con los ilusos que cierra una prisión cada escuela que se abre”.

 

El idealismo pedagógico de la escuela republicana francesa (véanse los escritos de Cousin) nunca se vio correspondidos por la realidad. Los pueblos no aprenden moderación, ni adquieren el sentido de la prudencia, en la escuela, sino en sus experiencias colectivas. Por ejemplo, en sus experiencias de la derrota. Ahora bien, estas experiencias no se transmiten de generación en generación. Deben ser aprendidas siempre de nuevo.

 

Otro escritor español, Gumersindo de Azcárate, se preguntaba: “¿Ha producido la educación en Alemania la tranquilidad y el contento social? (...) ¿Ha sido una panacea para los males sociales de los Estados Unidos? Según un escritor americano, las nueve décimas partes de los jóvenes encerrados en las penitenciarías han asistido a escuelas: 'nuestros hijos, dice, tienen su pobre cerebro lleno de toda especie de cosas (...), pero no hay sitio en él para las verdades más sencillas del honor, del deber, de la moralidad." (Gumersindo de Azcárate, Resúmenes y juicios críticos, 1883).

 

Le añado que ni tan siquiera está clara la relación entre educación y crecimiento económico. Federico Mayor Zaragoza aseguraba cuando era secretario general de la UNESCO que "el nivel de educación de un país determina las condiciones de ese país para participar en el desarrollo mundial, beneficiarse de los avances del conocimiento y progresar él mismo mientras contribuye a la educación de los otros. Esta es una verdad autoevidente que ya nadie discute". Bueno... yo no tengo una fe ciega en las supuestas verdades políticas. De hecho, William Easterly desmontó esta tesis en un libro titulado The Elusive Quest for Growth.

 

A la escuela le podemos pedir racionalmente una contribución rigurosa al enriquecimiento de la cultura común. Pero hay que ser muy humilde a la hora de profetizar sobre sus resultados colectivos.

7 comentarios:

  1. Somos como aquel gato que cuando hacia mal tiempo iba de puerta en puerta de su casa buscando una que cuando la abrieran diera al verano... Ponemos la confianza en algo externo como en ocasiones es la educación, en viajar y ver mundo, en leer libros, o en el Estado benefactor para solucionar los problemas, y a veces olvidamos que Cervantes no habia leído el Quijote cuando lo escribió....

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  2. Ya lo había visto, con su característica perspicacia, Edward Gibbon “The power of instruction is seldom of much efficacy, except in those happy dispositions where it is almost superfluous.”

    (athini_glaucopis@hotmail.com)

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    Respuestas
    1. Como los bancos, que sólo prestan a quien no lo necesita realmente

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    2. Sí..., el "principio de San Mateo" aparece y reaparece por todas partes en sociología, economía, ecología..., y en teología: "A quien tiene se le dará, y a quien no tiene..."

      (athini_glaucopis@hotmail.com)

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    3. El estado puede hacer la educación obligatoria, pero no puede obligar a aprender a quien no está dispuesto a hacer el esfuerzo correspondiente

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  3. Es que hay buenas y malas escuelas. Un beso

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  4. Quizás sea un tópico, pero entiendo que la utilidad de una educación es convertir al sujeto que la recibe en la mejor versión posible de sí mismo.
    Quizás esa debiera ser la principal finalidad de la escuela.

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