"Creamos a los libros que advierten sin interés; a los autores ancianos, que por estar ya desotra parte de muchos siglos, ni pueden lograr los oprobios ni comprar aplausos con las adulaciones. Su reprehensión no enoja al perdido que la lee, ni su alabanza desvanece al virtuoso. Los maestros difuntos son tolerables, porque hablan con los vicios, con las personas que los tienen, no contra las personas."
Quevedo, Carta CCXI, desde la cárcel de León.
Verá, Don Gregorio, qué cosa más curiosa me ha ocurrido leyendo este texto.
ResponderEliminarAl principio creí que lo había escrito usted, y me pareció la suya una manera muy forzada de expresarse, me chirriaba en la mente.
Cuando finalmente descubrí que el autor era Quevedo todo encajó y fluyó por su cauce natural, como agua de río tras abrir la compuerta de una presa.
Con lo cual se demuestra lo acertado de la premisa que afirma el escrito. Para una coetánea suya no significaba lo mismo que lo dijera usted a que le hablase, desde la lejanía que da el tiempo, un "anciano". Quevedo me convenció más.
Le agradezco el comentario. A mí, Quevedo me parece tan grande, que me apabulla. Lo tengo por la pluma más genial de nuestra literatura.
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