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lunes, 2 de septiembre de 2019

Le trinaban las corcheas

I
Me ha despertado el súbito incendio de la noche, el flash de un rayo inesperado. Me he levantado desorientado. La oscuridad del cielo estaba viva. La tormenta lanzaba fogonazos eléctricos al azar respondidos por un rumor profundo de truenos que parecía salir de la tierra.
II
No hay tormenta se verano que no me recuerde la cara de desolación de mi madre mirando al cielo, temiendo la granizada que nos podría dejar sin cosecha y, por lo tanto, sin ingresos ni sustento. “Hijo mío -me decía entonces con una voz que era más la de una orden perentoria que la de un lamento-, no seas del campo, que es lo último del mundo”. 
III
Un día se presentó en nuestra casa el médico del pueblo -el médico, don Ramiro Layana, no el maestro- y le dijo a mi madre: “Gloria, tu hijo vale para los estudios”, que es como se decían entonces estas cosas. Aquel anuncio nos creó no pocos quebraderos de cabeza, porque no era fácil darle respuesta siendo una familia humilde que vivía en un pueblo pequeño. Al final, encontramos un internado económicamente asequible -y caritativo- en el norte de Navarra y fui a despedirme del médico con un nudo en la garganta que no había medicina que curase. 
IV
Recuerdo los primeros meses del internado con un dolor que sé que nunca se diluirá. Todos se reían de mi forma de hablar, porque terminaba los infinitivos en ele ("comel", "venil"...), decía "ahura" en vez de "ahora, "muete" en lugar de "chaval" y cosas así. Y, sin embargo, para mí era evidente que los que hablaban mal eran todos ellos. 
 V
Por supuesto, añoraba mi casa. La añoraba especialmente los días de tormenta cuando recordaba las palabras de mi madre mientras apretaba mi frente contra el vidrio de la ventana: “Hijo, no seas del campo, que es lo último del mundo”. Pero me estaba costando hablar bien el español de aquellos extraños.
VI
Ravel, no me olvido de ti. Ayer pensaba que te trinaban las corcheas lo quisieras o no, que te cobraban vida en el pentagrama y no podían reprimir de vez en cuando un pío en la.
VII
Ha comenzado el diluvio. Me voy a la cama.

1 comentario:

  1. Un hurra por don Ramiro Layana y dos por sus padres...

    Buenas noches don Gregorio.

    José

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