lunes, 10 de diciembre de 2018

Sobre la instrucción directa

A medida que hemos ido cargando sobre las amplísimas espaldas de la escuela más y más objetivos, hemos ido perdiendo de vista el objetivo que la hizo nacer y sin el cual -a mi modo de ver- todos los otros acaban cojeando: el de crear el puente más corto entre A (la falta de conocimiento) y B (el conocimiento duradero). En consecuencia, el primer criterio para evaluar la eficiencia de una escuela era la rapidez del paso de A a B. El tiempo era el principal capital de la escuela. 

Como he comenzado diciendo, entre A y B se han inmiscuido todo tipo de objetivos (la felicidad, la inclusividad, la equidad, la ecología, la empatía, la inteligencia emocional, la educación sexual...) que pueden ser legítimos e incluso, si se quiere, importantísimos, pero que, tomados en su conjunto, suponen un lastre para los que han de cruzar el puente: la expansión de las actividades va necesariamente en detrimento (por una estricta cuestión de tiempo) de la profundidad de las mismas.

Si lo que importa es la rapidez (así lo creo yo, pero hay muchos que están en frontal desacuerdo conmigo), la instrucción directa es la vía más segura, especialmente para los niños pobres.

Los críticos de la instrucción directa alegan que fomenta la pasividad. Suponen que cuando el profesor actúa, el alumno es pasivo. Este argumento tiene tres inconvenientes principales: (1) la instrucción directa ha proporcionado un buen número de genios a lo largo de la historia (en la instrucción directa, ni la imaginación ni las facultades críticas del alumno están inactivas); (2) el profesor, en el proceso de la instrucción directa, puede actuar de muchas manera y (3) la lectura es una de las formas de la instrucción directa y a nadie se le ocurre decir que no fomenta el conocimiento, la imaginación y el pensamiento crítico.

La instrucción directa ni tiene por qué ser un monólogo, ni impide interactuar con los alumnos de diversas maneras. Tampoco ha de confundirse con la clase magistral (aunque la clase magistral sea uno de sus muchos recursos) o con la repetición monótona (pero sabe que la repetición importa). 

Lo esencial de la instrucción directa es la secuencia lineal del aprendizaje, que va de lo simple a lo complejo. Se inicia con una idea clara de lo que se ha de aprender y se concluye con una idea que sintetiza lo aprendido (a veces formulada como una pregunta). Precisamente porque la secuencia importa, el error del alumno es siempre una ocasión de aprendizaje, porque permite singularizar el equívoco y la media verdad (que son siempre frenos para los nuevos aprendizajes) y hacer explícita su lógica (el alumno suele dar una respuesta correcta a la pregunta que se ha hecho él mismo).

La mayor virtud de la instrucción directa es que proporciona conocimientos consistentes que hacen posible otras formas de instrucción.

8 comentarios:

  1. !Cuantas horas perdidas inútilmente para justificar de forma cursi que "el alumno es el centro de la educación"...!

    José

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  2. Buenas tardes. Perdone por la pregunta elemental. ¿Cuál es la definición exacta de "instrucción directa"?. Intuyo que es la manera más ortodoxa y clásica de transmisión del conocimiento. ¿A qué otras formas de instrucción se refiere al final?. Gracias por los buenos momentos leyendo su blog y sus libros. Un saludo cordial desde Zaragoza. ¿Tiene previsto venir?. Gracias.
    Luis.

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    1. En la instrucción directa hay algo cuyo conocimiento es objetivamente valioso (la cultura objetiva), una persona que desea adquirir ese valor (por medio de su subjetivación) y un especialista que sctúa como representante y transmisor de la cultura objetiva (sabe como conducir al alumno de la parte al todo, de lo subjetivo a lo objetivo, de la experiencia a la idea. Las otras formas de instrucción, resumiendo, son las que confunden la experiencia personal con el conocimiento de la cultura objetiva, las que priorizan el “cómo se usa” sobre el “qué es”, las que defienden que todo conocimiento es construido y por lo tanto ningún conocimiento es evaluabke, las que prescinden del maestro, etc.

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    2. Gracias de nuevo. Es un placer leerle. Un saludo cordial.

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  3. Es curioso que algunos consideren inadecuado que el niño tenga que escuchar al profesor durante media hora, pero no tengan nada en contra de que pase un par de horas frente a la televisión.

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  4. Don Gregorio no sé si conoce usted a José Sánchez Tortosa que acaba de publicar "El culto pedagógico". Se lo comento porque un conocido mío que todavía no ha leído el libro - pero debe conocer la obra del autor- me ha sorprendido despachándolo como "Bueno y Michea con sifón.Un gol que le han metido a Akal poniendo una posdata antineoliberal a un libro esencialmente conservador".

    Y entonces pensé que a lo mejor merece la pena.


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    1. El autor me ha enviado el libro, pero aún no me ha llegado.

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