La cebolla es otra historia.
No tiene entrañas la cebolla.
Es cebolla cebolla de verdad,
hasta el colmo de la cebollosidad.
Por fuera cebolluda,
cebollina hasta la médula,
podría escrutar su interior
la cebolla sin temor.
En nosotros extranjería y salvajismo
apenas cubiertos por la piel,
el infierno de la medicina interna,
anatomía violenta,
y en la cebolla, cebolla
y no sinuosos intestinos.
Reiteradamente desnuda
y hasta el fondo asíporelestilo.
Ser no contradictorio la cebolla,
logrado ente la cebolla.
En una, simplemente otra,
la mayor una menor contiene
y la siguiente a la siguiente,
y así la tercera y la cuarta.
Fuga centrípeta.
Eco concertado en coro.
Lo de la cebolla, eso sí lo entiendo,
el vientre más bello del mundo:
se envuelve a sí mismo en aureolas
para su propia gloria.
En nosotros: grasas, nervios, venas,
secreciones y secretos.
Y se nos ha denegado
la idiotez de lo perfecto.
Tanto es así,
que las piezas
del rompecabezas
que somos
nunca encajan
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