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jueves, 11 de febrero de 2010
Maestros y licenciados
Tengo la impresión -y me gustaría saber la vuestra- de que cuando a un maestro se le pregunta por su profesión contesta con naturalidad que es maestro, mientras que cuando se le pregunta a un profesor de secundaria, lo más común es que en lugar de hablar de su profesión hable de su licenciatura, presentándose como matemático, físico, filósofo... quizás haya que hacer una excepción con los filólogos, que nunca se presentan como tales.
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Sobre el romanticismo pedagógico
I Tras enviar un epílogo para la edición en castellano del libro de Damià Bardera Incompetencias básicas, pienso en el mal que está haciend...
No conozco ningún filósofo que se presente "con naturalidad" como tal. De hecho, aún me echo unas carcajadas de vez en cuando recordando aquella ocasión en que Àlex Gorina presentaba un programa de cine con un mini-coloquio previo, y el invitado en cuestión fue presentado, en el càiron, con su nombre y linajes y, en el sitio habitual del oficio, profesión o etiqueta pública, "librepensador". A partir de ahí, todo lo que dijo quedó teñido de una especie de deje... ¿cómo decirlo? Bueno, y porque no habló usted de la gente que con toda naturalidad se presentan a sí mismos como escritores! Los he visto que incluso han leído a Becquer!!!
ResponderEliminarYa ve usted, doña Palumbus, yo suelo presentarme como tal. A mi me gusta la etimología del término, eso de filó-sofo, que es una vacuna contra la pretensión de sabiduría.
ResponderEliminarLOs licenciados y licenciadas que yo conozco suelen presentarse según la profesión que ejercen o según la titulación si se les pregunta por ello: por ejemplo,Profesora de matemáticas en Secundaria o Licenciada en Ciencias Exactas (creo que así se llamaba).Yo he sido maestra: era la forma más fácil y rápida de explicar mi trabajo, pero jamás lo empleé con naturalidad ya que me pareció siempre un concepto "demasiado grande" para la tarea que yo realizaba. Me parece que el término "maestro" lleva implícito cierto significado de "sabiduría" , vitud que muy pocas gentes privilegiadas poseen.
ResponderEliminarLos licenciados en Humanidades lo tenemos peor, ¿cómo te vas a presentar diciendo que eres "humanista"?... en fin, toca tirar de licenciatura, como mal menor, pero no me gusta nada, así que se admiten sugerencias...
ResponderEliminarLo que yo respondo es: Yo soy "mira tu hoja y termina tu prueba. Gracias".
ResponderEliminarSaludos
En mis tiempos de estudiante, como quizá recuerde, ya hubo grandes y profundos debates minoritarios sobre el nombre de 'maestro'. Como se consideraba desvalorizado se recurrió a aquello de 'profesor de egb' sin que se consiguiese, sin embargo, que los estudios se convirtiesen en licenciatura, no sé como están ahora con tanto cambio. Se consiguió sin embargo que fuese necesario el bachillerato superior, al menos.
ResponderEliminarRecuerdo al inefable director de la Normal de entonves, Manuel de Guzmán Gómez-Lanzas, que en una charla muy distendida y divertida nos explicó algunos de los debates. Parece que los que defendían lo de 'maestro' eran los carcas de la época quienes esgrimían el argumento de que Jesús era llamado 'MAESTRO' por sus discípulos, cosa que muestra como se han perdido los valores espirituales, hoy sería inconcebible tal razonamiento. En fin, que entonces fuimos ya profesores para volver a ser maestros hace cuatro días y unos cuantos años.
¿Qué hay en un nombre? Aquello que llamamos rosa
Igual dulce fragancia tendría con otro nombre;
Así, Romeo, aún sin llamarse Romeo
Retendría la cara perfección que es suya...
Lo mismo los maestros, vaya,
Un recuerdo de la época de la facultad (Filosofía y Ciencias de la Educación la llamaban, si no recuerdo mal).
ResponderEliminarAl ser preguntado un compañero de clase a qué se dedicaba, repuso muy serio: 'Jo sóc quelcom més que mestre. Sóc tutor.'
Hasta hoy sigo con las ganas de pedirle más detalles.
PS: Acabo de descubrir este cuento; por si hay otros de mi nivel de ignorancia:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/alas/gallo.htm
El hermano del lider de Izquierda unida en Valencia, tiene trarjetas con su nombre y debajo pone "Señorito"
ResponderEliminarYo un día intenté ligar con una filóloga y cuando le dije que había estudiado economía me repudió. A partir de entonces me presento como editor y aún me repudian más.
ResponderEliminarSi digo que soy filósofo... ¿voy a triunfar?
Hay casos donde nunca sabes que decir: si dices que eres profesor de Educación Física, te lanzan una mirada 'neutra', cuando hablamos de licenciatura de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte esa mirada ya tiene algo más de sorpresa. Si por contra, ya dices que has estudiado INEF, algunos ya muestran su ignorancia.
ResponderEliminarYo de momento, mantengo lo de profesor de Educación Física.
Yo, la verdad, creo que de manera inadvertida presento una respuesta determinada ´dependiendo de la formulación de la pregunta, pero ni en eso me mantengo fiel a mí mismo. SUpongo que aquí hay más cosas aparte de la verdad y la falsedad demun enunciado.
ResponderEliminarComo usted, D. Gregorio, me considero filósofo precisamente por lo que apunta: generalmente tengo la sensación de no tener ni idea de las cosas, pero el deseo de saber.
Por otra parte, todo ese rollo de la vocación me parece, en general, un camelo. Yo no soy un ser vocacional en cuanrto a mi trabajo se refiere; soy filósofo, pero sólo me dedico a la enseñanza por que no tengo nada mejor que hacer que me deje tiempo y ganas para seguir dedicándome a lo que de verdad me apasiona, que no es el trabjo. Con pasármelo bien en clase de vez en cuando me conformo.
SIento cierto disgusto ante los profesores que hacen de su profesión un sacerdocio. Me resulta incómodo el que depositen todo el valor de mi trabajo en algo tan confuso como la "vocación". Generalmente es sólo un modo de decir que el conocimiento está de más, que lo que vale es "la implicación" o mamarrachadas de ese género.
El poder, como sucede habitualmente, no está demasiado alejado de esto. Hace poco un responsable del ministerio defendió que alguien sin "vocación" debería dedicarse a otra cosa antes que a ser profesor. Para quien no se entere: dentro de poco el control político sobre los profesores llevará a ejercicio este instrumento nuevo, y se acusará a gente incómoda -que, por ejemplo, piense que en clase se deben aprender contenidos y transmitir conocimiento en vez de sopas ideológicas ciudadanías varias- de no tener vocación. Tiempo al tiempo
Resulta que un día, estábamos haciendo un curso de “No importa qué”. Para poner en práctica los conocimientos adquiridos en las clases teóricas, había que hacer cola. Todos nos presentábamos al monitor por nuestro nombre –por supuesto– conforme nos iba llegando la vez; excepto el cretino de turno, que saltándose tres o cuatro posiciones de la cola, dijo: “Soy arquitecto, y me llamo Pepito de los Palotes”…
ResponderEliminarQueridos amigos, lo siento, pero ando sin tiempo para contestar a vuestros comentarios. Únicamente me detengo a decirle a Ex-Subal que sí, que los filósofos ligamos muchísimo. No en vano fuimos los inventores del erotismo como arte conversacional. Con la excusa de liberarlo de la vil materialidad a la que estaba sometido, hallamos la vía hacia el onanismo eidético.
ResponderEliminarHe dicho.
Estoy de acuerdo con loq ue dice D. Borja:
ResponderEliminar1º lo de la vocación es inefable, como toda religión,
2º pero sirve al comisariado político-pedagógico (metafóricamente hablando)
D. Gregorio: es difícil decir de uno mismo que es profesor de secundaria (¿no es cosa secundaria?) con la que está cayendo. Al principio yo decía irónicamente de mí mismo que soy maestro/maestrillo rural. Ahora lo digo a mucha honra. La edad, supongo. Y las decepciones.
Estoy de acuerdo con NOR en la grandeza de la palabra maestro, pero... qué quiere usted que le diga, me encanta presumir de que soy maestro. Cuando no es así, digo que soy ingeniero técnico pedagógico.
ResponderEliminarYo nunca le he dicho a mi madre que soy informático para no darle un disgusto. Prefiero que siga pensando que trabajo de pianista en un burdel.
ResponderEliminarRafael "el Gallo" fue presentado a don José Ortega y Gasset en un encuentro social en el Casino de Madrid.
ResponderEliminar-¡Rafael, ven! -le dijeron al protagonista del acto. -Te presento a don José Ortega y Gasset, filósofo y pensador.
A lo que "el Gallo" contestó: -No me extraña. Tiene que haber gente pa tó.
Desde entonces Ortega decidió que cambiaría de tarjeta de presentación. Que se diría "funámbulo".
Cuando yo era profesora de secundaria solía referirme a mi como 'funcionaria de prisiones'. :D ¿A santo de qué? Como servidora pública que trataba de tener contraladas a una serie de personas en un edificio y unas dependencias en los que no querían estar ni atad@s. Lo de transmitir conocimientos era lo de menos...
ResponderEliminarComo licenciado en filosofía yo me presento a mí mismo como el que nunca va a trabajar como tal ni para lo que se formó. Ahora estudio Magisterio con la esperanza de cambiar mi suerte.
ResponderEliminarLa Dra. Boladeras, especializada en Bioética, nos soltó este chiste el primer día de clase:
¿Qué le dice un licenciado en filosofía con trabajo a otro sin trabajo?...¿Quiere Ketchup para la hamburguesa?
Ni puta gracia me hizo, pero era su forma de decirnos que mejor que estuviésemos allí por gusto.
Con respecto a la motivación, o la vocación, no sé quién ha establecido que es incompatible con los contenidos. Los contenidos hay que darlos, CLARO, y se supone que están implícitos en la formación del profesor, pero la vocación es crucial para desempeñar una buena labor.
ResponderEliminarTodos hemos tenido buenos y malos profesores, entendiendo los buenos por los que hacen que realmente quieras ir a clase y aprender más, y los malos por los que llegan a la profesión de rebote, o están frustrados y no tienen el menor interés en el aprendizaje real de sus alumnos, sólo que se callen y le dejen soltar su rollo para que se lo aprendan y lo casquen en el examen.
La labor de un profesor es la transmisión de conocimiento, ¿no? pues un conocimiento no puede ser transmitido si la vía de transmisión falla.
Si tú trabajas en lo que quieres y quieres que tus alumnos aprendan, o incluso que desarrollen algún tipo de interés por el tema que les estás dando, necesitas estar motivado. Los contenidos los vas a dar igual, la diferencia está en el resultado: una apatía generalizada, una educación peor porque al final los alumnos estudiarán para el examen, en el que vomitarán todo lo que hayan memorizado y lo habrán olvidado según salgan por la puerta; o bien unos alumnos interesados y motivados, que apredenderán más y mejor [no es eso el resultado que busca la "buena educación"?]
Para enseñar contenidos hay que saber contenidos, sí, y también saber enseñar
Señor ojos tristes, es usted el Tomás Moro de la educación. Le felicito.
ResponderEliminarSi digo que soy abogada no me creen. Si lo cambio por profesora me miran escépticos. Entonces les digo la verdad. Soy peluquera
Señorita, si no le importa. Y gracias, me lo tomaré como un cumplido, aunque lo que digo no es tan utópico como parece. Yo soy estudiante y cuando hablo tanto de unos como de otros casos, lo hago aludiendo a mi experiencia real como alumna. Los buenos profesores [con vocación] existen, ¡sí, amigos! y los malos... bueno, los malos los hemos padecido todos.
ResponderEliminarEl problema es que de tanto padecerlos la gente
se inmunice y piense realmente que no hay posibilidad de que existan profesores de verdad, con todas las letras. Es la diferencia de siempre entre la igualdad mediocre y la excelencia. Por supuesto la mediocridad es mayoritaria, pero ¿significa eso que debemos dejar de buscar y exigir profesores que realmente cumplan su función?
[Doy por hecho que un mal profesor que sabe mucho pero no llega a sus alumnos es contraproducente. Al final los alumnos le cogerán tirria a él y a su asignatura. A lo mejor aprobarán el examen pero en términos de aprendizaje... habrán aprendido, como mucho, a hacer chuletas. Pregúntales dos meses después qué aprendieron con ese profesor, y pregunta 10 años después a los alumnos de un buen profesor qué aprendieron con él]
Esto nos ha pasado a todos, es la vida real