Revisando papeles me encuentro con una noticia del “Diario de Navarra” (23 de agosto de 2009) en la que se recoge un caso digno de figurar en los anales de este café.
Un padre, vecino del Valle de Egüés, consultor financiero, licenciado en derecho y en periodismo, descobrió a su hijo de 10 años peleándose violentamente con otro niño de su edad. Después de separarlo, le dio una bofetada. Desconozco la intensidad del sopapo, pero la policía municipal, que estaba presente, lo denunció por malos tratos. Unos meses después, el niño fue expulsado del colegio por amenazar a un maestro. La reacción del padre fue llevar a su hijo a la comisaría y dejarlo allí a cargo de los policías que lo habían denunciado, para que lo educaran ellos. Los policías le contestaron que esa no era su responsabilidad, a lo que el padre alegó que si habían sido responsables para entrometerse en su oficio de padre, es que estaban seguros de qué era lo que convenía y no convenía hacer con un niño. Y dicho esto, se dio media vuelta y se fue, dejándoles allí a la criatura. Los policías lo denunciaron de nuevo, esta vez por dos faltas, una de desobediencia y otra de abandono de un menor. Tras el juicio correspondiente, fue absuelto de la primera. El padre, sin embargo, consideró que los condenados debían haber sido los policías, por denegación de auxilio.
A veces pienso si los utopistas no tenían razón en eso de abolir la institución familiar de una vez por todas. Que el Estado eduque a todos los niños juntos. Dos personas no se pueden ocupar de los hijos, no sólo no están capacitados sino que muchas veces no cuentan ni con los recursos ni con el interés.
ResponderEliminarSaludos
¡Coño Lutsek!
ResponderEliminarMás familia y menos Estado. Eso es la utopía puesta al día.
Vamos a ver si lo he entendido bien, el policía primero estaba presente cuando los niños se daban de hostias ¿no? Por lo que parece no intervino porque debía ser una cuestión privada y, por lo demás, entre iguales. Sin embargo, sí lo hizo cuando el padre de uno de ellos, tras separarlos, le dio un sopapo al suyo - de hijo, me refiero.
En ese caso lo que procedía no es llevar al hijo de vuelta a comisaría tras el episodio de la amenaza al maestro. Lo propio hubiese sido que el padre, el maestro, la familia entera y todo el claustro de profesores, se hubieran presentado en comisaría y le hubiesen pegado fuego a la misma.
Desacato en toda regla.
gran historia!! Y gran padre!!
ResponderEliminarCreía que el sopapo había quedado anticuado como metodología pedagógica. Lamento encontrar nostálgicos de los métodos "clásicos" que le ríen las gracias al padre de la criatura.
ResponderEliminarA propósito de intromisiones, le explicaré lo que ha ocurrido en el colegio donde trabajo, concertado.
ResponderEliminarUnos niños han sido castigados sin la salida de colonias por acumular 3 faltas graves. Ya se puede imaginar lo excepcional y lo que significa una falta grave .. Esta norma ya la conocen desde el inicio del curso. Pues bien, las madres se han quejado al inspector. Y el inspector ha decidido que los niños irán de colonias porque esta medida es antipedagógica. A pesar de ser una decisión consensuada por el colegio.
Espero que coche, ordenador etc.. vayan superviviendo...
Subal: Eso nos e puede decir en público.
ResponderEliminarGulliver: Sí, hoy se lleva más la culpabilización emocional y el fomento del sentimiento de vergüenza.
ResponderEliminarA medida que hemos ido estigmatizando la violencia física, ha dejado se der noble utilizarla como instrumento disciplinador, de esta manera ha ido ganando protagonismo la vergüenza como instrumento de coerción. Tiene la ventaja de que permite sustituir los daños físicos visibles por los psicológicos, invisibles.
¿Acaso cree usted que la capacidad para controlar el sentimiento de vergüenza del otro es un arma menos poderosa que el látigo a la hora de garantizar su sumisión?
Así que, puestos a suprimir, suprimamos el castigo, y punto.
Soy crítico con la estolidez del castigo físico, método que se aplica de igual modo que se hace con un animal, pero no creo que haya que llegar al nihilismo educativo, ni a la supresión de todo tipo de castigo. Castigo no tiene por qué ser sinónimo de humillación, y un correctivo no es lo mismo que sumisión.
ResponderEliminarPor alusiones, Gulliver -si es que proceden-, yo no le río las gracias al padre de la criatura. O quizás sí, dadas las circunstancias. De lo que no me cabe duda es de que usted se las ríe, las gracias, a la autoridad competente.
ResponderEliminarEl sopapo me parece lamentable. Si es ocasional, o mejor, excepcional, me parece algo menos nocivo que el uso político-educativo-policial-estatal de las garantías procesales en las relaciones paterno-filiales; así como algo menos flatulento que toda esa cháchara de la humillación y de la sumisión.
Buenas noches.
Mi padre siempre ha defendido la educación infantil en tres pasos: Si un niño hace algo mal, se le dice que eso no debe hacerse y se le explica cómo hacerlo. La segunda vez que el niño haga mal esa misma cosa, se le vuelve a explicar con más calma, asegurándose de que en esta ocasión lo haya entendido. A la tercera vez que lo haga mal, sopapo.
ResponderEliminarIgnoro si seré tan buen padre.
"Los indígenas, por su parte, no funcionan sino a estacazos, conservan esa dignidad, mientras que los blancos, perfeccionados por la instrucción pública, andan solos" (Céline, en su Viaje...a África)
ResponderEliminarNo me pondré a favor de los sopapos (esta palabreja, me encanta; es curioso... ¿se usan palabras de una dulzura cómica, o es que se vuelven de esa guisa por reacción? Pienso en "clatellot", y miro sinónimos: "nata", "galeta", "bolet"; el "bolet" no podia faltar en catalán), aunque no son descartables, los sopapos, en un momento crítico, que haberlos haylos, y casi como reacción natural E-R (estímulo-respuesta),que por su inmediatez pone un punto final muy liberador por ambas partes. Elevo mi indignación ante el chantaje sentimental y otras lindezas... de una perversidad y una constancia de gota malaya, a veces, tremenda.
¡Por un padre que está dispuesto a ejercer de tal y le ponen trabas!
ResponderEliminarPienso en una de las boutades de Bloom, tan divertidas con permiso de Anastaplo, en la que igualaba lo que se espera de los padres actuales con lo exigido a los campesinos socializados. Y, por lo que se ve en este ejemplo, con final similar.
Algo off-topic, pero que le interesará. En los "Angeles Times" hay un detallado reportaje sobre elevados costes - no sólo económicos - de deshacerse de los malos maestros.
ResponderEliminarhttp://www.laweekly.com/2010-02-11/news/lausd-s-dance-of-the-lemons/
Que nos van a decir los angelinos a nosotros!
Bueno, y ya que estamos...
ResponderEliminarPegar un sopapo no está nada bien, nada. Pero pegar un sopapo no es pegar una paliza. Los hiperbondados, los utopistas educativos han eliminado las fronteras. Ahora un sopapo, una zurra incluso, se define como maltrato. Y ahí va el estado, por supuesto, con la policía, lo jueces y todo los demás.
La utopía educativa, que proscribe las medidas "antipedagógicas", que insiste en la explicación, la comunicación...etc es a la pedagogía lo que el anarquismo a la política. Algo desafortunadamente inaplicable. Los humanos somos como somos y los niños son como son. Y una de las características de estos últimos es que su facultad de comprensión es muy limitada. Nadie negará que los niños no pueden comprender la mayoría de razones por las que no debe comportarse de este u otro modo. Explícale a un niño de 4 años que no grite en un autobús porque molesta a los demás.
La educación coercitiva intenta que vaya comprendiendo las razones de las normas mientras las va acatando. Hay mucho que decir de este tema, pero no quiero abusar del espacio que nos presta don Gregorio. Un saludo
Sopapos, soplamocos, hostias, obleas, zurras... A mi me pegaba, lo reconozco. Mi madre siempre andaba con la zapatilla en la mano. Y a veces con el palo de la escoba. No tengo conciencia de haber sido maltratado.
ResponderEliminarCon el tiempo he aprendido que aquellos castigos físicos tenían una virtud: que saldaban la culpa. Habías hecho una trastada y te esperaba una zurra, pero la zurra era como la penitencia de la confesión, que te liberaba de culpa.
Ahora de la culpa no te libera ni Dios. Y, por lo tanto, tampoco el psicólogo. Nos hemos hecho todos protestantes.
¡Y así va España!
ResponderEliminar¿Qué fue antes, la culpa o la trastada?
ResponderEliminarPara dejar las cosas claras, no pertenezco al mundo de la enseñanza (al que presumo pertenecen muchos de los habituales del bloc) y sí al de los padres. Y, para ser más precisos, al de los padres de hace 25 años.
ResponderEliminarPienso que mi generación cometió un grave error (error que persiste) diseñando una pedagogía disociada del mundo real. Entiendo por mundo real aquel en el que las cosas se consiguen con esfuerzo y en competencia con otros que persiguen los mismos objetivos y en el que el fracaso proporciona reveses mucho más dolorosos que un bofetón.
Hay una corriente de educadores y de padres a los que, legítimamente, no les gusta ese mundo real, pero que en lugar de optar por cambiarlo optan por algo mucho más fácil y más progre: ignorarlo. El resultado es lo que, un poco cruelmente, ha dado en llamarse la pedagogía de la plastilina. Los educandos --que no son ciegos ni tontos-- se van dando cuenta de esta disociación con el mundo real, pero piensan: "mientras dure la bicoca..." Luego, cuando la bicoca se acaba llega el bofetón con el mundo real, el rechazo y los rebeldes sin causa.
REcomiendo este artículo sobre la madre condenada por el bofetón a su hijo que ahora no puede con él
ResponderEliminarhttp://sindromealienacion.blogspot.com/2010/02/el-tirano-de-la-casa.html
Me gustaría saber si en el caso expuesto, hubo lesiones o ensañamiento, esto podría justificar la actuación de oficio del policía. Pienso que se juntaron el hambre con las ganas de comer: el policía, puede que no actuó bien, pero el padre a mi juicio peor. No quiero ni imaginar cómno están estos personajes ahora
ResponderEliminarLa argumentación de que recibir un zoquete te libera de culpa no la veo clara, puede ser contraproducente para según que persona: “como me has pegado y estoy redimido, puedo volver a hacerlo".
Señores, la regla ya salió del aula. Deberían empezar por ahí.
ResponderEliminarTreinta años enseñando El mercader de Venecia.
ResponderEliminarhttp://www.theamericanscholar.org/shylock-my-students-and-me/
Vale, sí, el padre en cierto modo le dio una lección a los policías pero... ¿qué aprendió de todo esto su hijo?
ResponderEliminarComo principio, estoy en contra del maltrato, sea el que sea y de cualquier forma de violencia. Pero una palmada en el culo puede ayudar a frenar comportamientos susceptibles de derivar en el futuro hacia prácticas mucho más peligrosas. He visto muchas escenas de hijos/as que tienen los oídos absolutamente cerrados a recomendaciones razonadas de sus padres o de sus responsables y solo quieren obstinadamente salirse con la suya. Recomiendo a todos los bienintencionados/as que echen un vistazo alrededor, hacia la sociedad que nos rodea, en la que impera la mala educación, el frikismo (perdón por la palabreja)y la falta de respeto.
ResponderEliminarCreo que esto es el resultado de la laxitud en la educación, a la que ahora se viene a añadir la intromisión del estado, restando autoridad a los progenitores. Y repito, para que nadie malinterprete mi criterio, los palmetazos con la regla, lo del palo de la escoba, la zapatilla u otras disciplinas como las de los colegios ingleses me parecen intolerables.