He terminado de leer las notas que Ginés Alberola escribió sobre su venerado Emilio Castelar, de quien fue durante años su secretario personal (Emilio Castelar. Memorias de un secretario). He de decir que la lectura ha estado empañada por el zumbido de un moscón morboso que no me ha dejado en paz ni aun después de concluida.
Me explico.
Aquilino Duque cuenta en Mano en Candela que en una ocasión Camilo José Cela y Fernando Quiñones, paseando por la ciudad de Cadiz, fueron a parar a la plaza de la Candelaria, donde toparon con la estatua de Castelar. "Al llegar ambos ante el monumento, comentó Camilo, según Quiñones: Ahí donde lo ves, le quitó un amante a mi tía la Pardo Bazán."
La vida de Castelar, leída desde las posibilidades interpretativas que brinda esta anécdota -que, sin embargo no creo que Duque pueda garantizar, conociendo a Cela, que recoja fielmente la verdad de los hechos-, se tiñe con un color más rosado, lo cual, obviamente, no le resta nada a su dimensión política, pero sí da otro posible significado a algunas anécdotas, aunque no sea el caso de la siguiente.
Alberola relata con su habitual vehemencia, que al finalizar Castelar una de sus clases en la universidad, mientras recogía sus libros y apuntes, se presentó ante él, súbitamente, "un hombre escuálido, larguirucho, de rostro atezado, con bigotes negros ... y unos ojos fulgurantes que en vez de mirar despedían rayos."
Castelar le pregunto qué deseaba y el recién llegado se lo aclaró sin alterarse:
- Nada en particular, señor Castelar. No se asuste. Vengo desde América exclusivamente a proponerle a usted un desafío. Yo necesito hacerme célebre y no veo medio mejor que, en noble lid, cruzar con usted unos tiritos o una espada. Eso lo dejo a su elección.
- ¡Pero buen hombre -le contestó Castelar- , si yo no le he inferido , ni usted a mí, ninguna ofensa!
- No importa -replicó el otro.
Castelar comenzó a gritar pidiendo auxilio. El visitante sacó del bastón que llevaba un estoque y persiguió al prohombre hispano entre mesas y sillas. La persecución sólo acabó con la llegada del bedel.
https://www.theparisreview.org/blog/2019/04/16/so-what-if-lincoln-was-gay/
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