Cuenta Liah Greenfeld en un pequeño ensayo de homenaje a su maestro Edward Shils (incluido en la recopilación titulada Pensar con libertad, Arpa, octubre de 2016) que en una de sus primeras clases, discrepó abiertamente de lo que Shils estaba defendiendo y que este le pidió que aprendiera a morderse la lengua y a justificar sus objeciones por escrito, porque él era la única persona que hablaba en sus clases. Cuando Liah le entregó su escrito, Sihls la citó en su casa. Nada más abrirle la puerta le dijo: "Discrepo de todo lo que usted escribe. Pero creo que lo que usted tiene que decir es muy importante, y quiero que escriba y publique un artículo sobre este tema".
Pero Shils no se conformaba con eso. Quería, sobre todo, que Greenfeld escribiera su artículo bien y por eso en los meses que siguieron la obligó a redactar hasta tres borradores del mismo, "forzándome a reforzar y ayudándome a pulir el argumento cuya intención era demostrar que él se equivocaba".
Concluye Greenfeld: "lo que a él le importaba no era si él estaba o no en lo cierto, sino la Verdad".
Traigo este caso al Café de Ocata porque es un magnífico ejemplo de lo que un pedagogo innovador a la violeta no hará nunca, dado que, para empezar, es constructivista y no cree en "la" Verdad. Pero además el pedagogo innovador hablará poco en clase, fomentará que sus alumnos reflexionen en equipo y si tiene que llamar la atención a alguien, lo hará con el alumno que esté en silencio (mordiéndose la lengua o no), por acrítico, heterónomo y pasivo. No forzará a nadie, porque no posee ninguna autoridad que imponer, ni considerará que el centro de la clase sea el saber, sino la actividad del alumno, porque ya se sabe que lo que entra por el oído se olvida pronto. Para finalizar, les pedirá a sus alumnos -si se lo pide- un resumen de medio folio sobre los conocimientos que ellos mismos han construido.
Lo sorprendente es que con métodos tan arcaicos, pasivos y poco innovadores, Liah Greenfeld haya conseguido ser un referente internacional de las ciencias sociales.
No es preocupi: a Via Augusta 202 tampoc no poden entendre aquest post.
ResponderEliminarQuerido Ramon: ¡Ya me gustaría que así fuera! Pero el problema real es otro: la hipocresía. En Via Augusta (el Departament d'Ensenyament) entienden perfectamente éste y el anterior post, pero no se atreven a reconocerlo por miedo a que su reconocimiento les pase factura política. Este es, exactamente nuestro problema. Le aseguro que en Vía Augusta confían en los pedagogos posmodernos tanto como yo en que mi querido Osasuna gane la próxima copa de Europa, pero hay hay que les produce más pánico que estar equivocados: pasar por anticuados.
ResponderEliminarComo decía uno por otro tipo de conflicto: “mi problema no es que no me entiendan; ¡mi problema es que me entienden!”
EliminarLa verdad, parece ser, una cosa circunscrita a la intimidad...La mentira, lo que se cinstruye en público.(Eso decían los antiguos).
ResponderEliminarHL
¿Podríamos saber, Gregorio, si tiene opinión formada sobre la serie Merlí y si quiere exponérnosla?
ResponderEliminarPues no tengo opinión porque hace mucho tiempo que no veo la tele. Pero, en principio, todo aquel que crea saber para qué sirve la filosofía -¿es éste el caso?-, tiene todas mis reticencias.
EliminarDiré algo más que sé que no me ayudará a ganar amigos: si me he negado y me sigo negando a firmar manifiestos a favor de la filosofía en el bachillerato es porque no puedo hacer mías ninguna de las razones que suelen aducirse para justificar su validez. Yo no sé para que sirve la filosofía... además de para convertirte en un marginado, claro está. Filosofar, he dicho aquí alguna vez, es el arte de dormir con el enemigo.
Eliminar"Para finalizar, les pedirá a sus alumnos -si se lo pide- un resumen de medio folio sobre los conocimientos que ellos mismos han construido. "
ResponderEliminarY según mi experiencia cada vez que me he encontrado, no sé si topado, con ellos (los constructivistas) que ese resumen coincida con su postura.
M.L.S.E.