El 31 de octubre de 1938 aparecía en el Time un artículo titulado “Education: Progressives’ Progress”. Comienza de esta manera: “Hace veinte años la educación progresiva estaba en sus inicios y se reducía a un pequeño grupo de escuelas privadas. Ahora afecta predominantemente a la escuela pública”.
Los norteamericanos llamaban "educación progresiva" a lo que algunos llaman hoy, con escaso sentido de la objetividad histórica, "escuela innovadora". Sus características, según el articulista, eran las siguientes:
- Concede muy poca importancia a los aspectos formales y sistemáticos.
- Prioriza el aprendizaje informal, la experiencia y la actividad, buscando el desarrollo de la iniciativa individual del alumno.
- El maestro no es controlador, sino un guía.
- La educación no es una mera preparación para la vida futura. Por eso el interés y las necesidades del niño dan forma al programa educativo.
- El proceso es más importante que el resultado.
- Los niños aprenden haciendo (construyendo, pintando…) y se hacen demócratas practicando la democracia, resolviendo en la escuela los mismos problemas a los que tienen que hacer frente en la calle.
- La educación nace de la propia experiencia, no de la información acumulada en los libros.
- En lugar de pupitres fijos, hay bancos de trabajo; en lugar de libros de texto, diarios, revistas, libros de referencia.
- No se estudian lecciones por asignaturas, sino que se elaboran proyectos.
- Mientras aprenden haciendo, los niños aprenden a aprender.
- Los tratan a sus profesores como amigos. La clase es una comunidad democrática.
- Los padres están activamente implicados en la educación de sus hijos. Forman parte también de la comunidad democrática.
- Una escuela progresiva es ruidosa, aparentemente caótica, pero eso significa que los alumnos están ocupados en actividades.
- Cuando un alumno se muestra indisciplinados o de mal humor, no es enviado al director, sino a un psiquiatra, “que intenta encontrar que es lo que va mal en casa”.
- Los maestros disponen de un conocimiento global del alumno y valoran su progreso sin necesidad de exámenes. Ofrecen informes narrativos de los alumnos en lugar de notas que cubren todos los aspectos de su desarrollo.
- La escuela es un instrumento del cambio social. Cada escuela ha de ser un embrión de una sociedad democrática en la que el niño participa como un miembro de pleno derecho.
Aunque el tono general del artículo es laudatorio, hay un par de sombras planeando por el mismo. Primero porque sugiere que a diferencia de lo que había ocurrido a comienzos de siglo, en los años treinta la imagen de la escuela progresiva ya no era la de grandes maestros, sino la de sus propagandistas, “un grupo de jóvenes cuyo trabajo es vender educación progresiva”. En segundo lugar, el articulista reconoce que los alumnos de las escuelas progresistas no acceden a la universidad mejor preparados que el resto, pero tiene el cuidado de observar que “el objetivo de la educación progresiva es más profundo que la cuestión de la eficiencia. El primer principio y la religión de la educación progresiva es la democracia, y su mayor preocupación es la de cómo alcanzarla”.
En realidad la educación progresiva se hundió en los años cincuenta por los malos resultados de sus alumnos. Los demócratas fueron retirándole poco a poco su apoyo y hasta la misma Eleanor Roosvelt llegó a decir que eso de la educación progresiva era una idea que parecía buena, pero que no lo era. Sin embargo algunas escuelas se mantuvieron fieles a su ideal, sin importarles las críticas a sus resultados. Eran escuelas que acogían a los hijos de los conocidos como “limousine liberals”. Los hijos de los Rockefeller, por ejemplo, iban a la Lindon School, la escuela experimental de la Universidad de Columbia.
Por lo que leo, los actuales revitalizadores de estas ideas parecen estar convencidos de que si hasta el presente han fracasado, no ha sido porque no fueran buenas, sino porque ellos no estaban al mando de las mismas.
"Progressive education originated as a revolt against (as Edward C. Lindeman phrased it) "the deadly, stereotyped, ritualistic and doctrinaire form of education which prevailed everywhere in America" during the second half of the nineteenth century.
ResponderEliminarMargaret Naumberg, "Progressive Education and American Progressivism", en Teachers College Record, vol 60, num 4, 1959, p. 198-208.
Y seguramente por falta de inversión. No olvide este factor.
ResponderEliminar¿Y los recursos disponibles a principios de siglo o en los años 30 y 50, también esmentados en el artículo, són los mismos que ahora? Bajo mi humilde opinión se olvida de que la sociedad avanza al redactar este artículo. No es comparable la aplicación de estas pedagogías entonces y ahora.
ResponderEliminar¿Los recursos disponibles? Eso me parece completamente irrelevante. Lo que importa es la concepción del conocimiento que hay en juego y, sobre todo, lo que la pedagogía de entonces y la de ahora -que es la misma- ignora.
EliminarMuy bueno lo de "los actuales revitalizadores de estas ideas parecen estar convencidos de que si hasta el presente han fracasado, no ha sido porque no fueran buenas, sino porque ellos no estaban al mando de las mismas."
ResponderEliminarCon la educación progresista pasa lo mismo que con el comunismo. Sólo funciona en el papel...
Si a este mejunje le añades la evaluación continua (cada día estoy más convencido de que han acabado valiéndose de ella para meter presión a los padres pues nunca ha habido más exámenes, eso sí, ahora les llaman "controles"); esos horrorosos libros de texto que, como una vez leí en una carta al director de El País de una madre hastiada, "para explicar que dos y dos son cuatro emplean cuatro páginas"; la pedagogía de las competencias (éramos pocos y parió la abuela neoliberal); las pamemas de la psicología positiva, la inteligencia emocional, las inteligencias multiples; el hecho de que lo más indicado para que tu hijo pueda hacerle frente a los "fantásticos" métodos de lectoescritura "modernos" es llevarlo convenientemente enseñado con las cartillas Palau y las de Rubio, sobre todo si los sinvergüenzas que asesoran al consejero de educación de tu taifa son unos enamorados del método global); todos esos deberes que les ponen, tan abusivos como estúpidos, que tantísimo tiempo nos hacen perder (dentro de unos días mi hijo pequeño ha de reunirse con otros compañeros para preparar una coreografía basada en el cha cha cha)...lo que nos sale es un engendro absolutamente infumable. Nunca he fantaseado tanto con el home schooling ¿No habrá dentro de este movimiento una tendencia basada en la enciclopedia Älvarez?
ResponderEliminarResumiendo : los mas difícil es ser esencial, simple y con sentido comun.
ResponderEliminarDecir que no funcionan es extremadamente aventurado. Sundbury y Summerhill están muy lejos de ser un fracaso, sino al contrario.
ResponderEliminarDon Anónimo: buenos ejemplos me pone usted. Dígale usted a Zoë Neill por qué ha corregido la trayectoria de su padre. En cualquier caso, ya creo haber dejado claro que mis preferencias no son las de un "limousine liberal".
EliminarSegún Manuel Castells (2007), «La idea de que un joven de hoy se cargue una mochila de libros
ResponderEliminarde texto aburridos, definidos por burócratas ministeriales y se encierre en un aula a soportar un discurso
irrelevante en su perspectiva y que todo esto lo aguante en nombre del futuro es simplemente absurda».
Y por eso Manuel Castells es profesor universitario.
EliminarYo podría decir que la idea que Manuel Castells tiene de lo que es un texto aburrido, un burócrata ministerial, un aula, el discurso de un maestro y el futuro no dice mucho a favor de su objetividad analítica.