A mí se me ocurre que quedaría: a) un antropólogo (nunca he decidido del todo si preferiría ser el objeto de estudio, es decir por ejemplo un griego acudiendo a unos Misterios y cree realmente viajar a los infiernos y volver, o ser el estudioso, que entiende qué ocurre "realmente" en ese proceso pero no experimenta las sensaciones del estudiado) en ese sentido de explicárselo todo sin hacer nada espontáneamente o b) Émil Cioran, que con intentar destruir todo lo creíble acaba por admirar a los que no puede dejar a su vez de odiar, como a los místicos, declarando casi por fin más sabios a los borrachos de un bar cutre cualquiera de París que a los catedráticos de la Sorbona. Ismael Santana
Aburrido y probablemente al borde del suicidio.
ResponderEliminarPero Rafael, ¿el nihilista es el que quiere la nada -y, por lo tanto, el suicidio- o el que no quiere nada -y, por lo tanto, ni el suicidio-?
ResponderEliminarA mí se me ocurre que quedaría: a) un antropólogo (nunca he decidido del todo si preferiría ser el objeto de estudio, es decir por ejemplo un griego acudiendo a unos Misterios y cree realmente viajar a los infiernos y volver, o ser el estudioso, que entiende qué ocurre "realmente" en ese proceso pero no experimenta las sensaciones del estudiado) en ese sentido de explicárselo todo sin hacer nada espontáneamente o b) Émil Cioran, que con intentar destruir todo lo creíble acaba por admirar a los que no puede dejar a su vez de odiar, como a los místicos, declarando casi por fin más sabios a los borrachos de un bar cutre cualquiera de París que a los catedráticos de la Sorbona.
ResponderEliminarIsmael Santana