Tal vez la respuesta está en la réplica que me dio un amigo hace muchos años, cuando cometí la torpeza de decir que la música de fulanito (no recuerdo quién) era triste: "No, lo que es triste es la vulgaridad y el mal gusto".
Hay un arte sutil en la conservación de la propia tristeza. Se trata de algo así como un castillo que nos aprestamos a fortificar para que se vuelva inexpugnable y que en él habite nuestra tristeza, more melanchólico, a sus anchas, sin que ninguna tentación de disipación o de huida hacia la serenidad nos distraiga. No es fácil y hay expertos y, sobre todo, expertas (cada uno juzga la feria...). En cualquier caso, es indudable que la tristeza es adictiva, como el mal.
Curiosamente esa desconexión permite, a modo de vena caudalosa, nutrir del dulce y temible "no-sé-qué" la tristeza profunda, la melancólica que vive el personaje de Melancolía de Lars von Trier. Quien convive con quien así no vive traspasa las puertas del infierno...
La música sólo puede ser triste o alegre, lírica o gozosa. Cuando se queda en medio no es nada, sonidos enlazados más o menos agradables e inocuos. La música épica mueve emociones de grupo, que son altas o bajas pasiones. Sin ninguna duda me quedo con la lírica, sea de Bach o de los Beatles.
Pero la mejor, la mejor, es aquella música que con apariencia intrascendente, contiene la más profunda tristeza.
La música que responde, verdaderamente, a ese nombre: música, nunca es alegre, no puede serlo, es un contrasentido lógico. La música es triste o no es aunque su apariencia sea la de la alegría.
Tal vez la respuesta está en la réplica que me dio un amigo hace muchos años, cuando cometí la torpeza de decir que la música de fulanito (no recuerdo quién) era triste: "No, lo que es triste es la vulgaridad y el mal gusto".
ResponderEliminarAl instante le di la razón.
Y al instante se la doy yo a usted.
EliminarHay un arte sutil en la conservación de la propia tristeza. Se trata de algo así como un castillo que nos aprestamos a fortificar para que se vuelva inexpugnable y que en él habite nuestra tristeza, more melanchólico, a sus anchas, sin que ninguna tentación de disipación o de huida hacia la serenidad nos distraiga. No es fácil y hay expertos y, sobre todo, expertas (cada uno juzga la feria...). En cualquier caso, es indudable que la tristeza es adictiva, como el mal.
ResponderEliminarParece que no hay manera de amar el mundo si no lo idealizamos un poco, pero si lo idealizamos deja de ser el mundo.
ResponderEliminarCuriosamente esa desconexión permite, a modo de vena caudalosa, nutrir del dulce y temible "no-sé-qué" la tristeza profunda, la melancólica que vive el personaje de Melancolía de Lars von Trier. Quien convive con quien así no vive traspasa las puertas del infierno...
EliminarA mi modo de ver, más que producir tristeza, la música nos da medios para entenderla y expresarla.
ResponderEliminarLa música sólo puede ser triste o alegre, lírica o gozosa. Cuando se queda en medio no es nada, sonidos enlazados más o menos agradables e inocuos. La música épica mueve emociones de grupo, que son altas o bajas pasiones. Sin ninguna duda me quedo con la lírica, sea de Bach o de los Beatles.
ResponderEliminarPero la mejor, la mejor, es aquella música que con apariencia intrascendente, contiene la más profunda tristeza.
La música que responde, verdaderamente, a ese nombre: música, nunca es alegre, no puede serlo, es un contrasentido lógico. La música es triste o no es aunque su apariencia sea la de la alegría.
ResponderEliminarSaludos