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miércoles, 6 de mayo de 2009
Amor y funambulismo
Esta mañana, a eso de las 12, nada más despedirme de Júlia Costa en la Plaça del Sortidor me ha llamado por teléfono Carme A. y hemos hablado de hijos.
- Lo más difícil es quererlos lo justo -me dice.
- ¿Qué es lo justo?
- ¡Eso es lo difícil de encontrar! Esto del querer es un ejercicio de funambulismo. Lo justo es no caerse.
- ¡Y lo más difícil!
- Si quieres menos de lo justo, te caes para aquí; si más, para allá.
- ¿Y qué es peor?
- A mi me parece que nos hacemos más daño cuando nos queremos demasiado. Perdemos el sentido del equilibrio.
- ¿Sigues hablando de tus hijos?
- Sí, claro... o quizás no. Quizás no sólo de los hijos.
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Sobre el romanticismo pedagógico
I Tras enviar un epílogo para la edición en castellano del libro de Damià Bardera Incompetencias básicas, pienso en el mal que está haciend...
No sé si es verdad, pero merecería serlo, el hecho de que los griegos entendían que ciertas palabras o conceptos eran utópicos en el sentido de que no era fácil definir tales conceptos, saber cuándo se daban, que no podía uno decir si estaba apareciendo tales conceptos en un caso concreto pero sí que se podía fácilmente decir cuando no se daban.
ResponderEliminarMe explico y doy un ejemplo: No es fácil decir si algo esta hecho de forma justa pero sí que se puede decir fácilmente cuando no lo está.
Creo que esta enrevesada digresión viene al caso para que a mi no me busques para que te defina qué es querer lo justo pero tampoco negaré que soy, somos, capaces de darnos cuenta cuando no queremos lo justo.
El pretender ser equilibrado en el amor es una muestra de deterioro mental grave. Hay cosas que son por su desequilibrio, ser equilibrado es el error,el acierto es caer,permanentemente.
ResponderEliminarDigo yo.
Hola Gregorio, fantàstic l'article del Vèrtex.
ResponderEliminarsalutacions
Bonitas fotos!!! Debo tener los huesos rotos de tanta caída haciendo equilibrios con el tema filial... ya decía yo que no era la edad.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUstedes son el arco por medio del cual sus hijos son disparados como flechas vivas. El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito y las dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos.De lo que uno fácilmente deduce que si tensas mucho lo puedes romper, y si tensas poco te lo puedes clavar en el pie.
ResponderEliminarHéctor: Tienes razón, lo justo y lo injusto es más fácil señalarlo que definirlo.
ResponderEliminarIgnacio: Dice usted bien... pero hay un precio a pagar que no conviene minusvalorar.
ResponderEliminarRamon: Moltes gràcies.
ResponderEliminarJúlia: Tenemos que fundar la asociación de padres damnificados por sus buenas intenciones.
ResponderEliminarArmando: Eso mismo.
ResponderEliminarNo me gustan los justos medios. Prefiero los excesos. Amar a fondo sin pensar en las consecuencias.
ResponderEliminarY yo que llevo toda la vida al filo de la espada. Imagínese.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya lo sabían los clásicos:
ResponderEliminarMENDO
Y un juego vil
que no hay que jugarlo a ciegas‚
pues juegas cien veces‚ mil‚
y de las mil‚ ves febril
que o te pasas o no llegas·
Y el no llegar da dolor‚
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor·
Mas ¡ay de ti si te pasas!
¡Si te pasas es peor!
El amor es una cuerda floja. Cómo? Cuánto? Siendo inherente a la educación, está presente en todas nuestras relaciones, pero con los hijos viene acompañado de la culpa.
ResponderEliminarNo era la medida del amor amar sin medida?
ResponderEliminarY a la justicia la perfecciona el amor, porque si no es fría.Así que amar lo justo suena frío..
A los hijos se les ama más que a la propia vida, y se les enseña a amar.
Pero el amor es educativo por eso corrige y no consiente lo que no es bueno para ellos...
Siempre limites que son la individualidad del otro y nuestra propia independencia ....
ResponderEliminarLa mayoría de los problemas en los niños (y en los grandes) no provienen de lo que llamamos dar amor sino de la inseguridad, la necesidad de recibir afecto a cambio de nuestro afecto, la necesidad de "cambiar nuestra historia" utilizando para ello otras historias, etc.
ResponderEliminarPero amar no daña (siempre y cuando no sea esa desviación patológica del amor que, en realidad, no es amor) al otro, a lo sumo puede dañar a quien ama ¿Por qué? Porque (hablando del amor adulto) se puede estar "enamorado" de alguien que no nos ame, que aproveche ese amor para utilizarnos, etc.
Quien más, quien menos, ha sido testigo de relaciones que ilustran lo antes dicho.
Un padre que complace cada capricho de sus hijos no lo hace por amor, sino porque es fácil (hasta que se transforma en difícil), un padre que castiga a sus hijos ante un error de comportamiento no lo hace por amor, lo hace porque no sabe, o n entiende, que lo importante es enseñarles a aprender de sus errores, a analizar su conducta para que comprenda cuando está equivocado y cuando tene razón.
A veces, los niños tienen la razón, a veces, los niños se equivocan, pero si los amas tendrás toda la paciencia y sabrás encontrar todo el tiempo del mundo como para aprender junto a ellos. Es cuando le pones coto al afecto, cuando no sientes afecto, cuando crees que un buen sopapo lo corrije todo, cuando estás en problemas.
Un abrazo.
Dejo unas líneas de "Un mundo feliz", que no tiene mucho que ver xo a lo mejor si:
ResponderEliminar"La producción en masa exigía este cambio fundamental de ideas. La felicidad universal mantiene en marcha constante las ruedas, los engranajes; y no la verdad o la belleza.
Desde luego, siempre que las masas alcanzaban el poder político lo que importaba era más la felicidad que la verdad y la belleza. A pesar de todo, todavía se permitía la investigación científica sin restricciones. Hasta que llegó La Guerra de los Nueve Años. Esto les hizo cambiar de estribillo.
¿De qué sirven la verdad, la belleza o el conocimiento cuando las bombas de ántrax llueven del cielo?
Después de La Guerra de los Nueve Años se empezó a poner límite a los estudios e investigaciones científicas, pero para entonces la gente ya estaba dispuesta a aceptarlo, e incluso a que regularan sus deseos.
Cualquier cosa con tal de tener paz.
Y desde entonces no ha cesado el control. La verdad ha salido perjudicada, desde luego, pero no la felicidad.
Las cosas hay que pagarlas, la felicidad tenía su precio.
Y usted tendrá que pagarlo Mr. Watson; tendrá que pagar porque le interesaba demasiado la belleza.
A mí me interesaba demasiado la verdad; y tuve que pagar también."
En una intervención me ha parecido entender que no se puede castigar a los hijos, o no se debería hacerlo.....¡Sólo nos faltaba eso, ya!
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