Le escribo a un amigo que acaba de enviudar: «Como soy incapaz de imaginarme la vida sin mi mujer, no encuentro manera de ofrecerte una palabra de consuelo para lo inimaginable». Me contesta inmediatamente: «Después de más de cincuenta años comprometidos en un proyecto común, pleno y feliz, su ausencia se me hace insoportable. No solamente la he querido: he estado siempre enamorado de ella. Se ha llevado la mitad de mí y no sé que me queda ni quién seré a partir de ahora. Siento una tristeza infinita». Son ya unos cuantos los amigos y las amigas que se han quedado solos en el camino y que sienten que no saben caminar solos. Hay que rehacer todas las inercias, hasta los hábitos minúsculos, y esa es una tarea excesiva, porque hay que hacerlo todo cuando todo está ocupado por su ausencia.
domingo, 31 de agosto de 2025
sábado, 30 de agosto de 2025
Tontoleando con Hispanoamérica
Cuando oí a un indio de Bolivia el verbo «tristear», pensé que teníamos que importarlo a España. ¿Y qué me dicen del verbo «tontolear» con el que los costarricenses se refieren a los singulares quehaceres de los enamorados? ¿Y del «cantinflear» mexicano? Las vetas del español están tanto en La Paz como en Vallecas. ¡Pura vida! En Montevideo la hija adolescente de unos amigos me aseguró que había aprendido a hablar en español y para demostrármelo me soltó, elevando la voz: «¡Jo, tío, eso mola! Pero es superdifícil, o sea. Que no te vacilo, ¿eh? Que no voy sobrado, literalmente». Ni en Bolivia me he sentido boliviano; ni en México, mexicano; ni en Montevideo, uruguayo. Pero en ningún lugar de Hispanoamérica me he sentido extranjero de la manera como me puedo sentir extranjero en París, Londres o Berlín. España no ha terminado la conquista de América, de hecho tiene que estar siempre conquistándola, como hacen los enamorados con las mujeres que aman.
viernes, 29 de agosto de 2025
Sócrates no se acaba nunca
No sé cuántas veces habré leído, con subrayados y notas al margen, la Apología de Sócrates. En 1997 impartí un seminario sobre ella en la Sociedad Catalana de Filosofía. Como quedé satisfecho del resultado, le di forma de libro y se lo envié a Alejandro Sierra, de la Editorial Trotta. A los pocos meses estaba en la calle El proceso de Sócrates. El 2004 publiqué, también en Trotta la Guía para no entender a Sócrates, y en el 2011, en la editorial sevillana ECOEM firmé la Introducción al vocabulario de Platón, que fue traducido al búlgaro. He escrito artículos, he dado charlas, he participado en obras colectivas... y en el 2015 Ariel me publicó ¿Matar a Sócrates? A lo largo de este tiempo volví una y otra a la Apología. Pero ha sido estos últimos días, preparando la reedición de ¿Matar a Sócrates? cuando me he dado cuenta de que no había entendido nada de lo que está en juego en el texto platónico, lo cual me lleva a la convicción de que no sé leer, porque lo que creo saber me oculta lo que no sé. Hasta la semana pasada no he descubierto que al final de su intervención ante el jurado ateniense que ha decretado su muerte, Sócrates no encomienda la educación de sus hijos a sus amigos, sino a sus enemigos, es decir, a sus acusadores y a los que han votado contra él. Lo que me enfada conmigo mismo no es que todo se me haya vuelto confuso, sino que hasta ahora no había tropezado con lo evidente. Hace unos días recibí una nota de una entrañable amiga, la búlgara Vesselina Vassileva, que me decía: "Felicidades al mejor amigo de Platón. Nunca olvidaré el primer saludo en el aeropuerto". Pues ya ves, Vesselina, aquí un aprendiz con miopía.
jueves, 28 de agosto de 2025
Flâneur
Hay dos conductas humanas que siempre me han emocionado: la de los novios adolescentes, que están entrenado el uso amoroso de sus cuerpos, y la de las parejas de ancianos que caminan de la mano como dos adolescentes. En los primeros es su mirada la que me llama la atención, por su voracidad, que parece insaciable; en los segundos es el hecho de que sus manos entrelazadas sea su punto de gravedad, un puente sobre las corrientes del tiempo. Los adolescentes parecen cada vez más niños y los ancianos... Los ancianos se parecen cada vez más a mí. En la Ética a Nicómaco dice Aristóteles que el ser humano es «syndiastikós» (1162a), es decir, emparejado: «La relación (phylía) entre marido y mujer parece darse por naturaleza. El hombre, por naturaleza, es antes un "syndiastikós" que un "politikós"»
miércoles, 27 de agosto de 2025
Marañas
Tengo que admitirlo: soy demasiado viejo para aprender ciertas cosas, por muy fundamentales que sean. La más importante de todas: aprender a decir que no. No sé cómo, pero siempre acabo envuelto en una maraña de compromisos que devoran mi tiempo. Y soy de los que creen que la palabra comprometida es sagrada. El caso es que mis actividades pueden variar de contenido, pero, a la hora de la verdad, su número varia muy poco. Quisiera poder decir que soy así y así me gusta ser. Pero no. No me gusta ser así. Me gustaría hacer muchas menos cosas y ser el dueño totalitario de mi rutinaria agenda. Mañana por la mañana tengo una videoconferencia con Madrid para preparar lo que se avecina: un espacio semanal de unos diez minutos en la COPE, los viernes, en un programa que dirigirá Jorge Bustos.
martes, 26 de agosto de 2025
El oficio de estilita
Cada vez me resulta más evidente: cuanta más edad tengo, más me cuesta escribir un artículo para la prensa. Admiro profundamente a los que son capaces de escribir varios artículos semanales y todos resultan redondos (el monstruo García Máiquez), pero yo necesito tener la idea esbozada el domingo, para ir trabajándola de lunes a miércoles y enviar el resultado al diario el jueves por la mañana. Nunca la envío completamente satisfecho. Ya sé que el arte de escribir artículos en los medios consiste, entre otras cosas, en la capacidad de ocultarle al lector todo lo que te has dejado en el tintero y, sobre todo, aquella objeción que, callada, pero terca en su inquisición, lanza sobre mi una sombra de decepción. Quizás la cultura consista en esto, en ocultar las complejidades de la vida para poder creer que hay alguien al mando y, por lo tanto, que podemos distraernos de vez en cuando. Esta noche, en uno de mis desvelos habituales, recordaba cuando era columnista fijo -con doce y trece años- en el periódico escolar. No me resultaba difícil. Al contrario, me divertía. Y cuando me leía, tras la publicación, me sentía la mar de satisfecho.
Hormigas blancas
Le digo a B. que si este Café de Ocata está abierto, la culpa es suya. Y solo suya. Bien es cierto que saber que una parisina entrañable, sofisticada y buena gente pasea por la plaza del Vosges dando vueltas a las cosillas de este café tiene, ¡a qué negarlo!, su qué. El calor húmedo sigue entrometiéndose en nuestras vidas haciéndolas pegajosas e inconsistentes. A veces en el cielo se hinchan las nubes y recorren con sus grises amenazadores los cielos de Ocata, dejan caer unas gotas, que incrementan el sofoco general, y siguen su camino. Me entretengo estos días leyendo a don Antonio Alcalá Galiano, de quien aprendo mucho más que en los eruditos y aburridos libros de historia. Don Antonio te mete en la historia. He dado así en sus páginas con la letra de una canción popular que se cantaba en Sevilla en 1823 y que, sin duda, gustará a Javier Sánchez Menéndez (ha sido leerla y pensar en él y en los carabineros de Huelva, amén):
“Murióse el cigarrón, tendió las zancas,
Lleváronle a enterrar hormigas blancas.
¡Fuerza del consonante a lo que obligas!
A decir que son blancas las hormigas.
lunes, 25 de agosto de 2025
Odios de hombre austero
Encuentro en la muy problemática biografía que Antonio Alcalá Galiano escribe sobre su enemigo don Agustín Argüelles, este tremendo párrafo: «Soltó más la rienda a sus antiguos odios, y los avivó; odios profundos, enconados; odios de hombre austero, los peores de todos, porque se figuran un monstruo de iniquidad en cada enemigo.» Me interesa mucho el siglo XIX. A mi querido José María Marco le sorprendió que yo defendiera públicamente en una ocasión que en España el orgullo nacional ha sido con frecuencia volcánico y efímero porque hemos tenido poca patria, aunque, ciertamente, hayamos tenido más patria que Estado. Marco valora más que yo los resultados de los esfuerzos de los liberales españoles por construir un Estado. Pero el siglo XIX comienza con una guerra, la de la Independencia, en la que la patria estaba en la boca de todos y el Estado no estaba en ningún sitio. Sigue con las guerras civiles carlistas en la que todos eran patriotas, pero se mataban por su concepción del Estado. Añadamos los gobiernos efímeros, los continuos pronunciamientos militares, el caciquismo y, como guinda, la crisis del 98. Maura se quejaba, con sobrada razón, de que «el divorcio entre el Estado y la sociedad» no fue curado por «los esfuerzos que durante el siglo XIX hizo una pléyade de hombres ilustres.» Y ahí nos sigue doliendo.
domingo, 24 de agosto de 2025
El problema de Sócrates
sábado, 23 de agosto de 2025
En El Escorial
viernes, 22 de agosto de 2025
... ni siquiera los españoles.
Nada más comenzar el verano me llegó un libro muy esperado, Educar en valores, construir ciudadanías, editado y dirigido por dos juristas de prestigio, Francisco Javier Díaz Revorio y Carlos Vidal Prado.
He estado colaborando con ellos desde hace algún tiempo, de forma esporádica, pero muy provechosa. He aprendido mucho a su lado desarrollando el proyecto de investigación EDICAVAL, heredero de otro anterior titulado Enseñar la Constitución, educar en democracia, y creo que ellos algo han asumido de lo que les he ido contando. En cualquier caso, he vuelto a confirmar mi tesis de que si quieres aprender a filosofar y no solo a acumular citas de filósofos ilustres, te conviene relacionarte con sabios de fuera del gremio. Me han dejado firmar el capítulo introductorio, que he titulado Forjar nuestro País (título que copié descaradamente de Rorty). Defiendo, entre otras cosas, que España siempre fue (y sigue siéndolo) católica (incluso aunque haya dejado de ser cristiana); que el carácter español es la exageración y que carecemos de una mentalidad jurídica firme. A pesar de todo, sostengo, con Leopoldo Eulogio Palacios (cuyo hijo me recibió, por cierto, en su casa), que nada es ingobernable para Dios, ni siquiera los españoles. Y yo confío en Dios.
jueves, 21 de agosto de 2025
Caen al suelo las hojas
Me pidió Javier Sánchez Menéndez -mi querido poeta sevillano- 40 aforismos para un libro colectivo sobre este arte breve para el que todo el mundo creemos valer. La aforística es "arte povera". Los únicos aforismos que parecen inmortales son los que las redes atribuyen sin fundamento alguno a Einstein y así se puede decir algo cuando no se tiene nada que decir. Estoy en ello. Se los tengo que mandar la semana que viene. En España me parece a mí que no hemos tenido más que un aforista verdaderamente genial, Quevedo, que colaba sin darse cuenta aforismos en sus sonetos. Se ha moderado la temperatura y uno tiene la ilusión de que respira aire nuevo. La Plaza de Ocata se ha cubierto de hojas muertas. El otoño ha tomado agosto al asalto y uno se desliza sin freno por la melancolía. Cantaba Cansinos Assens:
Esta tarde de otoño parece primavera
el aire es dulce y tibio
y hay un sordo rumor germinal en la tierra.
Dijérase que van a florecer las rosas
y a cantar en los nidos los pajarillos nuevos,
y a recobrar su antiguo color desvanecido
nuestros blancos cabellos...
Hay en el aire una promesa venturosa.
La sangre en nuestras venas palpita con ardor,
nos sentimos capaces de un gran amor inédito,
diríase que despierta de un sueño el corazón...
Mas, de pronto, cruel, un viento frío se alza
y, cual pájaros muertos, caen al suelo las hojas
y con ellas de entierra toda nuestra esperanza.
A Josep Pla le parecía ridícula la alegoría de la hoja caída, que no es sino una respuesta mecánica de la naturaleza al cambio de clima. Tiene, por supuesto, razón, pero en ella venimos tropezando desde Homero, porque... ¿quién puede alimentarse solo de naturaleza?
Volver
Me recordaba esta mañana mi querida amiga B. que hace dos meses abandoné el Café de Ocata. Abandoné también otras cosas. Por ejemplo ahora mismo debiera estar en los Andes chilenos. Pero estoy en casa, pasando calor. Hoy cumplo también 70 años. Todo está relacionado. Cuando yo estaba naciendo no sabía que todo lo que quería era acabar de nacer y en este empeño, decidido e ignorante, he llegado hasta aquí. Lo continuaré, pero con más calma. He reducido drásticamente los viajes y me he refugiado en la lectura y la escritura. Ya tengo decidido lo que escribiré de aquí hasta que acabe de nacer del todo. Recuerdo un cuento de I. Trataba de un niño que afanosamente se empeñaba en llenarse los bolsillos del pantalón de puñados de tiempo, sin saber que estaban agujereados.
Canónicamente otoñal
El día ha amanecido canónicamente otoñal. He salido de casa cuando comenzaba a chispear y he llegado al hospital de Badalona cuando la lluvi...