La placidez de la tarde invitaba a salir de casa, sacudirse la comodidad del sofá y subir a la montaña. Hacía tiempo que no lo hacía. La invitación me ha debido de llegar solo a mí, porque no me he cruzado con nadie en toda la ascensión. Me sentía como el propietario del paisaje, el amo de la tarde. Me he hecho 25.000 pasos.
Las frecuentes lluvias han ablandado el terreno y han permitido que esas humildes flores de los bordes de los caminos, que tanto me gustan, luzcan su esplendor efímero sin complejos. No las cultiva nadie en un invernadero, son el regalo natural de estos parajes. Por otra parte la luz, que caía en diagonal, contribuía a perfilar las cosas y a dar nitidez a la atmósfera.
¿Hay algo más gratificante que un largo paseo por caminos desiertos, sintiendo la tonificante brisa marina en la cara, la ambición de la mirada, el paso a paso que te dirige hacia arriba, mientras el mar es el complemento perfecto del todo? Ya saben que el paisaje, como decía Amiel, es un estado de ánimo. Uno sale a pasear para encontrarse con estados del alma.
No importaba demorarse por cualquier capricho trivial, sentarse un rato a disfrutar del silencio o salir del camino para coger una senda incierta, pero tentadora. La meta estaba clara, pero lo atractivo era postergarla. Había que exprimir la tarde, porque también «vive en los campos Cristo, y goza del cielo libre, y ama la soledad y el sosiego; y en el silencio de todo aquello que pone en alboroto la vida, tiene puesto Él su deleite». Así escribía Fray Luis cuando estaba en la cárcel.
Estas caminatas por las tardes luminosas y apacibles de primavera tienen algo purificador, catártico. Debieran convalidar una confesión. A medida que el cansancio va tomando asiento en las piernas, la cabeza va dejando atrás preocupaciones y se dispone, liviana, a disfrutar de lo que sale al paso.
Arriba, en lo alto de Sant Mateu, me he encontrado con algunos coches, que dejaban al pasar el desprecio de una nube de polvo. Para evitarlos he cogido el camino más largo para el descenso. He llegado a casa despernado y feliz.
Qué envidia Gregor. Yo me he confirmado hoy con pasear por la avenida o paseo que me sube hasta el corte inglés de diagonal y de allí hasta la plaza artós para luego volver a descender hasta travesera de les corts. El día que cuente mis pasos habré dejado de sentirme humano. Mi mujer dice que ando ligero y rápido. Yo pienso que mi aneurisma y mi corazón aun tienen aguante.
ResponderEliminarE(R/S)
Espero un día, quien sabe, volver a caminar por las lindes de Sant Mateu y comer en alguna de las masías cercanas, si es que aún están abiertas, y descansar un ratito en las escaleras de piedra desgastada de la ermita, pues ha sido el paisaje de mi infancia
EliminarE(R/S)
Hola querido Gregorio,
ResponderEliminarMe encantaria poderte ofrecer una invitación para un pòdast. Puede usted contactar conmigo?
Le dejo el correo: devoraopos@gmail.com
Muchas gracias y un abrazo,
Toni