viernes, 29 de junio de 2018

Conocer es domesticar

Tengo en mi poder algo que me produce una emoción tan grande que me resulta difícil trasmitir, porque además de su valor intrínseco, es el fruto de muchos, muchos meses de búsqueda. Se trata de las agendas personales de Victor Serge desde 1939 a 1947, año de su muerte.

Me he preguntado muchas veces qué demonios quiere decir "conocer" y he llegado a la conclusión de que conocer es domesticar, es decir, hacer que algo o alguien pase a formar parte de nuestra casa, que sea una presencia habitual en nuestra vida. Al principio el encuentro con el desconocido siempre es difícil porque se producen malentendidos frecuentes y no sabes en qué lugar exacto de tu casa debes ubicarlo, pero poco a poco él va encontrando su lugar natural en tu vida y el diálogo comienza fluir con franqueza. Entonces empieza el verdadero conocimiento. Debo añadir que a veces el desconocido habla lenguas que no dominas bien (o no dominas en absoluto), o escribe de una manera jeroglífica o te descubre datos que te hacen ver que hay aún muchas facetas ocultas en él. Por eso no se puede conocer si se carece de amigos. Con amigos como B., que, desde París, me descifra sin problemas la letra más enrevesada o como V., que desde Moscú, me aclara lo que tenga que ver con el ruso; o... 

En definitiva, conocer es domesticar... siempre que tu casa sea también la casa de tus amigos.


Aquí, en las agendas hay algo que no se encuentra en los artículos o en la autobiografía del autor. Aquí hay algo muy personal que, en cierta forma, te convierte en un intruso en su vida. Aquí está ese apunte inmediato, arrancado al lápiz o a la pluma como un grito, un lamento, una alegría... según sea el caso.

Limitándome a la agenda de 1939, descubro, por ejemplo, esas notas del jueves 26, "Chûte de Barcelone", y del viernes 27, "À La Vaudoué avec Liuba." Liuba Russakova era la mujer de Serge, que estaba cayendo en el pozo negro de la locura, del que no saldrá.


O la anotación, que es como una herida, en la que Serge deja constancia para sí mismo de que su amigo Ernst Toller se ha suicidado en Nueva York.


Aquí el lector descubre la presencia continuada de E. Mounier...


... de Gorkin y de otras personas del POUM...


... del pacto entre Hitler y Stalin...


... de un nuevo encuentro con A. Gide...


... o con Jean Malaquais, cuyo "Planete sans visa" (edición de 1947) está aquí, al lado de las agendas, esperando que tenga tiempo para ponerme a leerlo...


... con esas anotaciones en las que una vida, al final, se resume: "reçu" y "payé".


Vuelvo al principio. Conocer es domesticar, pero es algo más: es una actividad aventurera. En ella un humilde cuarto de trabajo se va ampliando y ampliando hasta abarcar una parte del mundo y de su historia. Al mismo tiempo que tú domesticas lo nuevo, lo conocido te transforma, rehabilitando tu casa.


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