viernes, 13 de octubre de 2017

La risa y la política

Ayer, en otro lugar, escribí esto:


Y Andrés G. Inda, me respondió con este texto impagable de Silone:
"En una comisión especial del ejecutivo se discutía un día el ultimatum dado por la Junta Central de las Trade Unions inglesas a sus secciones locales de no adherirse, bajo pena de expulsión, al movimiento minoritario dirigido por los comunistas. Después de que el representante del Partido Comunista Inglés hubo expuesto el grave inconveniente del dilema, porque aceptando se iba a la disolución del movimiento minoritario y negándose a la salida de los minoritarios de las Trade Unions, el delegado ruso Piatnisky propuso una solución que parecía tan obvia como el huevo de Colón:
—Las secciones —propuso— declaran someterse a la disciplina exigida y luego, en la práctica, hacen exactamente lo contrario.
El comunista inglés le interrumpe: —Pero eso sería una mentira.
Una risotada clamorosa acogió la ingenua objeción, una risotada franca, cordial, interminable, como los tétricos despachos de la Internacional Comunista no habían oído otra igual; una risotada que se prolongó rápidamente por Moscú porque la divertida respuesta del inglés fue enseguida telefoneada a Stalin y a los despachos más importantes del Estado, provocando, dondequiera que llegara, nuevas olas de estupor e hilaridad, como luego supimos.
—Es muy importante para juzgar a un régimen —dije a Togliatti que se encontraba allí conmigo— saber de qué se ríe."
Para los interesados, el texto se encuentra en Ignazio Silone, Salida de urgencia (Madrid, Revista de Occidente, 1969, pp. 115-116).

1 comentario:

  1. Hay quien dice que Cervantes acabó con la popularidad de los libros de caballerías con su sátira en el Quijote.

    Dentro de la tradición anglosajona de understatement, en los estados del sur de EEUU se referían a la guerra de secesión como "pequeña incomodidad", y en UK a sus años de plomo en el Ulster como "the trouble". Eso es saberse tomar las cosas a risa, aunque hayan sido trágicas.

    No decir la verdad puede volverse contra uno también en el juego de la política: unos dedos rotos que no fueron tales o unas cifras decididas antes de que se votase pueden hacer poca gracia.

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