Esta mañana, en la Plaza de Ocata.
- ¿Qué piensas de la propuesta de Marina de pagar más a los mejores maestros?
- Que está despertando a un zombie.
- ¿?
- Lo que nos presenta como solución para España lleva 30 años siendo experimentado en los Estados Unidos sin éxito y, mayoritariamente ha sido dado por muerto y enterrado.
- ¿De verdad?
- El problema no es por qué no premiamos a los mejores, sino por qué los que lo probaron en su momento dejaron de hacerlo: Texas, Florida, Nueva York....
- ¿Qué quieres decir?
- Es una medida muy cara y que no se traduce en una mejora de resultados de los alumnos.
- ¿Estás en contra de la evaluación del profesorado?
- No, si encontramos un criterio compartido de qué hay que evaluar, cómo hay que evaluarlo y qué hacemos con los resultados. Por otra parte, que yo sepa, la inspección sigue pasando por los centros. Pero estábamos hablando de pagar más a los mejores y lo que sabemos sobre este tema se puede resumir con la conclusión de Roland Fryer tras la experimentación en las escuelas públicas de Nueva York: "no evidence that teacher incentives increase student performance, attendance or graduation".
Al final acabaremos teniendo que enfrentarnos a la bicha: la radical desigualdad de origen de las capacidades de los alumnos...Aquello de Goethe: "Feliz el que reconoce a tiempo que sus deseos no van de acuerdo con sus facultades".
ResponderEliminarNo, eso no: que hemos condenado al "factor G" de la inteligencia por fascista.
ResponderEliminarNo lo dudo, pero el simple hecho de introducir un criterio de productividad, de incentivos y de competitividad, puede precisamente desincentivar a abocarse a la docencia como recurso fácil y cómodo a tanto vago que contamina con su recesiva ideología a los chavales. Igual en secundaria (que es lo que ambos conocemos) que en primaria. No es una solución inmediata, pero sí para las siguientes generaciones.
ResponderEliminarAdemás del nivel de los licenciados y graduados en un país saturado de universidades, el problema del criterio compartido supongo que viene desde la desaparición de la figura del catedrático de instituto y la instauración del dogma -revolucionario relativista y conformista- de la libertad de cátedra, que no deja de ser una paradoja: se suprime la cátedra y se le da libertad de cátedra a una persona que no es catedrática.
Y luego que para cobrar trienios y sexenios haces un curso de Flores de Bach y te convalidan las horas.
Por no hablar de las enormes plantillas flotantes de profesores sin plaza en propiedad que se tienen que plegar a la ideología del equipo directivo para mantener su trabajo al curso siguiente.
Después de haber pasado 12 años por esa batalla, lo tengo bastante claro: a lo que hay que tender es a la exigencia para entrar en la profesión. Aplicando el Principio de Pareto, el 80% de mis ex-colegas docentes son unos conformistas, cuando no unos cómodos. Los institutos se han convertido en guarderías.
No sé cómo lo ves tú.
Yo lo que veo es que todo lo que huela a testosterona se ha convertido en antipedagógico.
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