Siguiendo las pistas de sus agendas, he reseguido con las yemas de los dedos el viaje que hizo Victor Serge desde la Ciudad de México a Guadalajara del 19 al 27 de agosto de 1943.
Hay topónimos que te ofrecen toda su sugerencia cuando detienes su dedo en su grafía en un mapa y a miles de kilómetros de distancia los pronuncias despacio, pasando sus sílabas por el paladar como un caramelo que está a punto de quebrarse y soltar el sabor escondido que lleva dentro.
Les puedo asegurar que aunque estaba en mi cuarto, sus paredes se han dilatado para ser capaces de acoger desde lagos a volcanes.
El 19 llega (llegamos, porque a mí Serge me lleva en su bolsillo, entre las hojas de su agenda) a Morelia y Pátzcuaro. Al día siguiente nos espera el volcán Paracutín, el lago de Pátzcuaro y Janitzio. Dormimos en la Posada de Don Bosco.
El 21, Erongarícuaro.
El 22, Uruapán y San Juan Parangaricutiro. Pasamos la noche en las faldas del volcán, en la cabaña del Dr Atl.
El 23, regreso a San Juán. Uruapán. Nos alojamos en el Hotel Progreso.
24. Guadalajara.
26 Noche en Morelia.
27 México.
Estoy de veraneo aquí, frente al ordenador y las agendas. Viajando entre palabras exóticas y abriéndome camino entre recuerdos ajenos. La tarde se pasa así en un vuelo. Ha llegado la hora, pues, de ir a darme un baño a la playa de Ocata, que el mar tampoco sabe de fronteras y seguro que me entiende.
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