jueves, 8 de agosto de 2013

Empirismo, lógica y cuplé

Cierta cupletista de repertorio regional cantó una noche la conocida canción asturiana que dice:

Caminito del puerto
ya no va nadie.
Ya no va nadie, no;
ya no va nadie, sí;
ya no va nadie.

Al día siguiente la llamó la Empresa.

—Hemos observado —le dijeron— que en su repertorio hay una canción poco seria. Es una en que asegura que nadie va por el camino del puerto. Eso bastaría para disgustarnos, porque no queremos que en el puerto crean que nosotros le tenemos inquina. Pero es que inmediatamente dice usted: «ya no va nadie, no; ya no va nadie, sí». Y esto no lo podemos tolerar. Esta casa es muy seria. Nuestros abonados salen de la función sin saber, a la postre, si va alguien o no va nadie por ese camino. Nuestros abonados son gentes tranquilas; son rentistas apacibles, señores del Roperillo de San Juan, jóvenes de buenas costumbres y jefes de familia bien. Ninguno de ellos viene aquí para buscar preocupaciones. Usted les dice: «Ya no va nadie, sí; ya no va nadie, no», y les quita el sueño. ¿Es sí? ¿Es no?… Decídase usted por uno de los monosílabos.

En todo caso, elija usted una fórmula intermedia. Puede usted decir, por ejemplo, que le parece que ya no va nadie por ese camino, sin que pueda asegurarlo muy concretamente; que usted lo ha oído decir por ahí… Cualquier cosa, en fin; pero sin contradecirse

Me he encontrado con este hermoso ejercicio de análisis de la experiencia sensorial en las páginas de Las gafas del diablo, de Wenceslao Fernández Flórez, mientras intentaba recordar dónde dice este escritor que allá por la segunda década del siglo pasado el Ministerio de Instrucción Pública rechazó un tratado de urbanidad infantil que, entre otros consejos, daba el siguiente:
“Debes lavarte los pies
cada dos meses o tres”.
Esta es la prueba definitiva de que no es sensato abandonar el sentido común paterno en manos de los pedagogos.

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