Pues muy fácil, oigan. Bastaría con que nos escandalizáramos con los corruptos de nuestro partido tanto como nos escandalizamos con los corruptos de los demás partidos.
Anécdota de primera mano (no leyenda urbana). Un chaval llega a alcalde de un pequeño pueblo. A los pocos días, recibe una llamada de un constructor que opera en la comarca, para concretar si seguirán operando como con el antiguo alcalde. Él responde que nanay, que esas cosas no piensa hacerlas, ante lo que el otro cuelga sin más comentario. Al rato, recibe una llamada de la sede central de su partido, convocándolo a una reunión urgente. Una vez allí, chorreo descomunal (insultos incluidos: quién se ha creído que es el muy hijo de tal) por uno de los capitostes (de los que suelen salir por la tele), que le plantea la alternativa: o acepta o dimite como alcalde. El chico escoge la segunda opción, con lo que acaba su carrera política. Tengo la impresión de que los partidos se asemejan mucho al demos al que sirven, y quizás el escándalo, y la posible reforma, debería empezar en éste. Eso, si a uno le gustan las utopías.
Al igual que Foucault nos descubrió la "microfísica" del poder, no es menos cierto que existe una "microcorrupción" cuyos fronteras borrosas con la cortesía y los "detalles" apenas la hacen visible o censurable, como los bolsos Vuitton de la Barberá, por ejemplo, que para mí son corrupción pura y dura y para ella un bonito detalle de sus amistades, por interesadas que ésta sean. ¿No habríamos de mirar, pues, hacia nosotros mismos: ¿Con IVA o sin IVA?, o hacia el vecino del rellano...? Tengo para mí que de eso que se conoce como "moralidad pública" en este país no tenemos ni siquiera noticia, y menos aún practicantes, por eso si a uno se le ocurre alzar la voz contra ese saqueo, o minisaqueo, a las arcas públicas, le miran a uno como si fuera el tonto del pueblo. Si paga el Estado, o la empresa, al Vía Veneto; si me lo he de pagar yo, al Frankfurt más cercano; si pagan los primeros, en AVE; si me lo he de pagar yo, en autobús... Desgraciadamente en este país algunos miden el estatus en función del privilegio, de ahí que, con el tiempo, se haya creado la famosa "casta política" cuya moral de excepción remeda la de los artistas, siempre semicensurados o semiadmitidos en la sociedad, a la que, al cabo, devuelven obras imperecederas (y boñigas estercoleras también...). La diferencia con los políticos es que estos rara vez dejan un beneficio social indiscutible. Con todo, y para ir abriendo boca, me apunto a la exigencia del anfitrión, desde luego.
No, desde esa lógica, entiendo habría que escandalizarse más con los propios que con los ajenos (por aquello de exigirse más a uno que a los demás).
Pero quizá sea más fácil entender que propiamente partido tienen los políticos. Los votantes no deberíamos tenerlo (es una presunta lealtad que carece de sentido).
Lo malo es que los partidos son reflejo de la sociedad.
Tengo dos amistades que enseñan filosofía y ética en ESO y Bachillerato. Al principio de curso hacen la siguientes pregunta a su alumnado (no estoy yo muy metido, pero a lo mejor con el rollo de las competencias, se debería decir «les proponen los siguientes caso prácticos» ;-)):
La primera pregunta: en la calle os encontráis una cartera llena de dinero, que tiene la identificación de la persona propietaria de la catera, ¿la devolverías?
La segunda pregunta: si tuviéseis grandísimos conocimientos de informática y pudiéseis hacer una transferencia de millones de euros de un banco suizo podrido de dinero a vuestra cuenta sin que nadie si se enterase ni se pudiese enterar, ¿haríais esa transferencia?
Imagínense las respuestas.
Yo hago la siguiente pregunta a quien me habla de corrupción: si te devuelven mal el cambio a tu favor y te das cuenta, ¿lo devuelves? Bueno, la mayoría no sólo no devuelve lo que está de más, sino que exige que le den lo que falta si es el caso (es una reciprocidad entendida de modo bastante extraño). Y aquí no se trata de que vayan a echar a alguien, es que lo que no es de uno, no es de uno.
No sé, a lo mejor soy muy negativo, pero a mí me surge la siguiente duda: con esta panda de (actitudes) miserables, realmente ¿de qué nos sorprendemos? Sí, porque no sólo es corrupción (que en absoluto comparto, disculpo o justifico), sino muchísimas corruptelas.
Y realmente es muy grave que sobre el jefe de gobierno europeo que se dice democrático pese una sospecha de tales proporciones que no es meramente una acusación gratuita. Entiendo que en cualquier país civilizado habría dimitido ya.
El problema es como se recubre la corrupción, la percepción de esta. No me refiero a la resignación frente a una corrupción naturalizada, sino a sus vestiduras. La corrupción y la indignación contra ella es fácil cuando es grande, cuando en terminos de problemática social es amplia y visible. Lo mas difícil, lo mas liquido, es esa microcorrupcion que los actores no entienden como tal ¿Donde termina el favor y empieza la corrupción? Real politik como transfiguracion de los principios o renuncia segun ambiente politico. Piensen en la estructura partidaria, lso politicos profesionales, los contactos, los vinculos. Los micro actos de corrupcion no son preceptibles, sus practicas estan legitimadas hacia adentro; el partido, al igual que el estado, son instituciones confiadas en su impermeabilidad, en su controlada trasparencia. Un partido como maquina electoral oculta en su mecanica su ingeniria interna, en los mecanismos internos de seleccion , funcionamiento, etc. Los politicos son expuestos por esta maquinaria, pero como salidos de una caja negra, atras entre las sombras la maquina.
Porque nosotros, confortablemente instalados en nuestra vida privada, no estamos dispuestos a asumir los "pechos", el peaje, que el poder exige, a pesar de sus contrapartidas en términos de presencia pública, vanidad satisfecha, mejoría del patrimonio, capacidad de influencia, etc. Hemos elegido la vía representativa, no la asamblearia, y el principio de confianza en la virtud es consustancial al sistema. No falla porque tengan demasiado poder -tienen el que les hemos concedido constitucionalmente (aunque no estaría de más revisarlo para ponerle límites, sobre todo en el terreno de la gestión de los fondos públicos, parte de los cuales constituye ese fondo de reptiles que a Max Estrella le roza una vez, para su extrañeza, antes de morir -los sindicatos se bañan en él permanentemente...-), sino porque no son virtuosos, ni conceden a la virtud el papel fundamental que ha de desempeñar en el oficio de la política, necesario, imprescindible.
Buenos días, respondo a la alusión que me hace por ser el primer «moralista» de esta serie de comentarios. Pido disculpas por no haber sido más rápido redactando el comentario.
Estoy totalmente de acuerdo —aunque no estoy absolutamente seguro de cuál sea su postura— en que moral y derecho son cuestiones distintas. De hecho, es muy peligroso mezclarlas. Por poner un ejemplo, una cosa es que el adulterio pueda no ser un ideal de vida —al menos, no del mío— y cuestión distinta es que deba estar castigado por ley. Incluso a muchas decisiones judiciales se les puede objetar que están resueltas erróneamente precisamente por haber juzgado la cuestión desde una perspectiva moral.
Ahora, sin ser abogado, ni haber estudiado derecho —que alguien me corrija si estuviese equivocado—, me temo que el cumplimiento de las leyes es una decisión moral. Con decisión moral quiero decir: es una decisión propia sobre la que nadie me puede obligar en sentido estricto. Son de obligado cumplimiento cualquier resolución jurisdiccional firme. No cumplir las leyes nos expone a consecuencias jurídicas, pero en puridad, al menos, no estamos obligados a cumplirlas.
No acabo de entender por qué mi enfoque debería tener utilidad alguna. ¿Utilidad para qué? ¿Acaso para resolver el problema? ¿Qué problema? Incluso obviando mi última pregunta, no pretendo resolver problema alguno de esta clase en este comentario. Fundamentalmente porque entiendo que las cosas son mucho más complejas, no tan sencillas —al menos, con las escasas capacidades que tengo—.
Lo que pretendía con los ejemplos es tratar de entender algo en lo que creo que nos estamos engañando. Mi pregunta de por qué nos extrañamos de que pase lo que pase es una cuestión de comprensión, no de justificación —de ningún tipo—. La pregunta se puede reformular del siguiente modo: si todos actuamos de modo egoísta —no por interés propio, sino egoísta—, ¿cómo podemos exigir a nadie que actúe por los intereses comunes? La exigencia será posible, pero me temo que no es muy realista.
Eso fundamentalmente a lo que lleva es que una exigencia tiene mayor o menor fuerza según el contexto. Vamos, tan sencillo como que sucesos diarios en algunos países del mundo harían dimitir a algunos gobiernos de otros países. Un ejemplo que se ha dado ya: abonar algo de vestimenta cargándola a la tarjeta de crédito oficial, reintegrando inmediatamente el cargo y tener que dimitir después.
Pero respecto al par de preguntas que nos «deberíamos hacer» —permítame la ironía, pero su posición puede resultar un poco moralizante tras haber acusado de moralismo previamente ;-)—, creo que argumentar el poder con la confianza es demasiado optimista. Entiendo que, mientras no se demuestre lo contrario, elegimos tirano cada cuatro años —ni siquiera nosotros, el Congreso de los Diputados «nos elige» al Presidente del Gobierno—.
Creo que una forma de la relación entre todos que se diga democrática —o que simplemente sea eficiente y no especialmente gravosa para una parte o la práctica totalidad— debe primar la participación —más o menos directa— frente a la representación —haciendo un juego de palabras con algún salto, «representantes» en griego es οἱ/αἱ ὑποκριταί—. Pero sencillamente no me creo que todo pueda ser participación, tiene que haber representación. Aunque llegase a ser un mal necesario, que no creo que lo sea. Respecto a la representación debe haber transparencia y rendición de cuentas, para que luego pueda llegar a haber exigencia de responsabilidades.
¿Eso quiere decir que los políticos tienen que tener «tanto poder»? En realidad, el poder no lo tienen porque se lo hayamos dado. Lo tienen porque, en el sistema político en que estamos, se considera que las cámaras legislativas son soberanas. ¿Porque las elige el pueblo? Yo diría que esa es la excusa argumentativa. Porque pueden hacer lo que quieran.
Sr. Poz, creo que no ha entendido por dónde voy. El hecho de que haya mencionado el término "asamblearia" ya me indica que me ha tomado por quien no soy.
Precisamente porque no son virtuosos su poder debe estar más limitado. Le pongo algunos ejemplos: la ingente maraña de regulaciones incentiva la compra de favores políticos. La identificación entre poder ejecutivo y poder legislativo anula el principio de control parlamentario del ejecutivo. La ausencia de una justicia independiente impide que ésta cumpla con su deber. El abuso de los indultos impide que personas influyentes y bien relacionadas vayan a la cárcel a penar por sus delitos. El abuso de las subvenciones, directas o disimuladas, lleva a que todo el mundo intente vivir a costa de todos los demás. La falta de transparencia en lo referente a la financiación de los partidos equivale a una falta de control o limitación y también favorece la compra de favores políticos. El control directo o indirecto de los medios de comunicación por parte de los políticos socava la función primordial del periodismo: ejercer de contrapoder. Podría seguir así indefinidamente, pero creo que la idea básica ya se va entendiendo: no hay suficientes controles y límites sobre la actividad política.
Como diría Ronzal, el ilustre polemista de Vetusta, lo ha hecho usted "cuestión personal", y también se equivoca, esto es, no ha entendido por dónde iba yo.Enfrentaba modos de organización social. Presuponer que le he tomado "por quien no soy", disculpe, pero es pecar de vanidad, ¿no le parece? Estoy de acuerdo con todas esas exigencias que enumera, pero todos esos controles no acabarán nunca con la corrupción, del mismo modo que la persecución político-policial de las drogas no acabará jamás con el tráfico de las mismas. Al final, siempre alguien escapa al control, y muchas veces suele ser el que controla.
Por ejemplo, nada. Y con eso se acaba la corrupción. Acaso a alguien aquí le preocupa sinceramente que Pericles defraudara el 3% por ciento, lo que significa que NO defraudó el 97%?
"As the Loyalist cause collapsed, Durán [Gustavo] escaped first to Valencia (...) eventually making his way to London. (...) Durán's wife, Bonte - the sister-in-law of Michael Straight, one of the notorious Cambridge spies - (...)"
'Action men. Ernest Hemingway's spanish frienships', Adam Feinstein (TLS 24 junio 2011)
Mi conclusión: ¿cómo A C A B A R con la corrupción????? Señor Luri creo que al final le ha salido un post METAFÍSICO, aunque quizás usted la línea que buscaba con ese título inicial era la gnoselogía. Pero en cambio, nos habla en esas dos líneas, de percepción, sentir y moral. En fin, "SIEMPRE" nos quedará la filosofía Anna C
Si se trata de acabar con la corrupción, la solución es muy sencilla. Dado que la corrupción es una categoría que se aplica al abuso de lo público para obtener un beneficio privado, si se privatizan los servicios públicos se acaba -eo ipso- con la corrupción. Pues aunque se hiciese lo mismo (o se "abusase" más del poder en manos privadas) ya no sería corrupción sino una explotación legítima en beneficio propio. Además, como el consumidor de estos servicios (pongamos por caso la sanidad) pagaría un seguro en lugar de impuestos ya no se sentiría engañado. ¿No caemos en la cuenta de que la corrupción de lo público (que es la única posible) sólo se entiende desde la corrupción basal de la explotación privada (que lejos de considerarse corrupción se considera eficacia empresarial)?
Esto es pedir peras al olmo.
ResponderEliminarasí de sencillo. Si señor.
ResponderEliminarAnécdota de primera mano (no leyenda urbana).
ResponderEliminarUn chaval llega a alcalde de un pequeño pueblo. A los pocos días, recibe una llamada de un constructor que opera en la comarca, para concretar si seguirán operando como con el antiguo alcalde. Él responde que nanay, que esas cosas no piensa hacerlas, ante lo que el otro cuelga sin más comentario.
Al rato, recibe una llamada de la sede central de su partido, convocándolo a una reunión urgente. Una vez allí, chorreo descomunal (insultos incluidos: quién se ha creído que es el muy hijo de tal) por uno de los capitostes (de los que suelen salir por la tele), que le plantea la alternativa: o acepta o dimite como alcalde. El chico escoge la segunda opción, con lo que acaba su carrera política.
Tengo la impresión de que los partidos se asemejan mucho al demos al que sirven, y quizás el escándalo, y la posible reforma, debería empezar en éste. Eso, si a uno le gustan las utopías.
Al igual que Foucault nos descubrió la "microfísica" del poder, no es menos cierto que existe una "microcorrupción" cuyos fronteras borrosas con la cortesía y los "detalles" apenas la hacen visible o censurable, como los bolsos Vuitton de la Barberá, por ejemplo, que para mí son corrupción pura y dura y para ella un bonito detalle de sus amistades, por interesadas que ésta sean. ¿No habríamos de mirar, pues, hacia nosotros mismos: ¿Con IVA o sin IVA?, o hacia el vecino del rellano...? Tengo para mí que de eso que se conoce como "moralidad pública" en este país no tenemos ni siquiera noticia, y menos aún practicantes, por eso si a uno se le ocurre alzar la voz contra ese saqueo, o minisaqueo, a las arcas públicas, le miran a uno como si fuera el tonto del pueblo. Si paga el Estado, o la empresa, al Vía Veneto; si me lo he de pagar yo, al Frankfurt más cercano; si pagan los primeros, en AVE; si me lo he de pagar yo, en autobús... Desgraciadamente en este país algunos miden el estatus en función del privilegio, de ahí que, con el tiempo, se haya creado la famosa "casta política" cuya moral de excepción remeda la de los artistas, siempre semicensurados o semiadmitidos en la sociedad, a la que, al cabo, devuelven obras imperecederas (y boñigas estercoleras también...). La diferencia con los políticos es que estos rara vez dejan un beneficio social indiscutible.
ResponderEliminarCon todo, y para ir abriendo boca, me apunto a la exigencia del anfitrión, desde luego.
No, desde esa lógica, entiendo habría que escandalizarse más con los propios que con los ajenos (por aquello de exigirse más a uno que a los demás).
ResponderEliminarPero quizá sea más fácil entender que propiamente partido tienen los políticos. Los votantes no deberíamos tenerlo (es una presunta lealtad que carece de sentido).
Lo malo es que los partidos son reflejo de la sociedad.
Tengo dos amistades que enseñan filosofía y ética en ESO y Bachillerato. Al principio de curso hacen la siguientes pregunta a su alumnado (no estoy yo muy metido, pero a lo mejor con el rollo de las competencias, se debería decir «les proponen los siguientes caso prácticos» ;-)):
La primera pregunta: en la calle os encontráis una cartera llena de dinero, que tiene la identificación de la persona propietaria de la catera, ¿la devolverías?
La segunda pregunta: si tuviéseis grandísimos conocimientos de informática y pudiéseis hacer una transferencia de millones de euros de un banco suizo podrido de dinero a vuestra cuenta sin que nadie si se enterase ni se pudiese enterar, ¿haríais esa transferencia?
Imagínense las respuestas.
Yo hago la siguiente pregunta a quien me habla de corrupción: si te devuelven mal el cambio a tu favor y te das cuenta, ¿lo devuelves? Bueno, la mayoría no sólo no devuelve lo que está de más, sino que exige que le den lo que falta si es el caso (es una reciprocidad entendida de modo bastante extraño). Y aquí no se trata de que vayan a echar a alguien, es que lo que no es de uno, no es de uno.
No sé, a lo mejor soy muy negativo, pero a mí me surge la siguiente duda: con esta panda de (actitudes) miserables, realmente ¿de qué nos sorprendemos? Sí, porque no sólo es corrupción (que en absoluto comparto, disculpo o justifico), sino muchísimas corruptelas.
Y realmente es muy grave que sobre el jefe de gobierno europeo que se dice democrático pese una sospecha de tales proporciones que no es meramente una acusación gratuita. Entiendo que en cualquier país civilizado habría dimitido ya.
O con algunos miembros de nuestra familia, de nuestro círculo de amistades o comportamientos y cargos en nuestros lugares de trabajo.
ResponderEliminarO con la nuestra propia.
ResponderEliminarla foto de Rajoy de hoy
ResponderEliminarhttp://3.bp.blogspot.com/-4brK08Z55yM/UM5-VAb6INI/AAAAAAAABMU/XPtz7NGvGSc/s1600/Giacometti+Nariz.jpg
Anna C
El problema es como se recubre la corrupción, la percepción de esta. No me refiero a la resignación frente a una corrupción naturalizada, sino a sus vestiduras. La corrupción y la indignación contra ella es fácil cuando es grande, cuando en terminos de problemática social es amplia y visible. Lo mas difícil, lo mas liquido, es esa microcorrupcion que los actores no entienden como tal ¿Donde termina el favor y empieza la corrupción? Real politik como transfiguracion de los principios o renuncia segun ambiente politico. Piensen en la estructura partidaria, lso politicos profesionales, los contactos, los vinculos. Los micro actos de corrupcion no son preceptibles, sus practicas estan legitimadas hacia adentro; el partido, al igual que el estado, son instituciones confiadas en su impermeabilidad, en su controlada trasparencia. Un partido como maquina electoral oculta en su mecanica su ingeniria interna, en los mecanismos internos de seleccion , funcionamiento, etc. Los politicos son expuestos por esta maquinaria, pero como salidos de una caja negra, atras entre las sombras la maquina.
ResponderEliminar"atenienses os pido como algo justo que consideréis y pongáis atención solamente a SI DIGO COSAS JUSTAS O NO". (Apología a Sócrates)
ResponderEliminarAnna C
El enfoque que hacen ustedes del asunto es erróneo, a mi juicio. Ustedes le dan un enfoque moralista, y eso no tiene ninguna utilidad.
ResponderEliminarEn lugar de eso, deberían preguntarse: si no confiamos en ellos, ¿por qué les damos tanto poder? O bien: ¿por qué permitimos que tengan tanto poder?
Porque nosotros, confortablemente instalados en nuestra vida privada, no estamos dispuestos a asumir los "pechos", el peaje, que el poder exige, a pesar de sus contrapartidas en términos de presencia pública, vanidad satisfecha, mejoría del patrimonio, capacidad de influencia, etc. Hemos elegido la vía representativa, no la asamblearia, y el principio de confianza en la virtud es consustancial al sistema. No falla porque tengan demasiado poder -tienen el que les hemos concedido constitucionalmente (aunque no estaría de más revisarlo para ponerle límites, sobre todo en el terreno de la gestión de los fondos públicos, parte de los cuales constituye ese fondo de reptiles que a Max Estrella le roza una vez, para su extrañeza, antes de morir -los sindicatos se bañan en él permanentemente...-), sino porque no son virtuosos, ni conceden a la virtud el papel fundamental que ha de desempeñar en el oficio de la política, necesario, imprescindible.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
EliminarBuenos días, respondo a la alusión que me hace por ser el primer «moralista» de esta serie de comentarios. Pido disculpas por no haber sido más rápido redactando el comentario.
EliminarEstoy totalmente de acuerdo —aunque no estoy absolutamente seguro de cuál sea su postura— en que moral y derecho son cuestiones distintas. De hecho, es muy peligroso mezclarlas. Por poner un ejemplo, una cosa es que el adulterio pueda no ser un ideal de vida —al menos, no del mío— y cuestión distinta es que deba estar castigado por ley. Incluso a muchas decisiones judiciales se les puede objetar que están resueltas erróneamente precisamente por haber juzgado la cuestión desde una perspectiva moral.
Ahora, sin ser abogado, ni haber estudiado derecho —que alguien me corrija si estuviese equivocado—, me temo que el cumplimiento de las leyes es una decisión moral. Con decisión moral quiero decir: es una decisión propia sobre la que nadie me puede obligar en sentido estricto. Son de obligado cumplimiento cualquier resolución jurisdiccional firme. No cumplir las leyes nos expone a consecuencias jurídicas, pero en puridad, al menos, no estamos obligados a cumplirlas.
No acabo de entender por qué mi enfoque debería tener utilidad alguna. ¿Utilidad para qué? ¿Acaso para resolver el problema? ¿Qué problema? Incluso obviando mi última pregunta, no pretendo resolver problema alguno de esta clase en este comentario. Fundamentalmente porque entiendo que las cosas son mucho más complejas, no tan sencillas —al menos, con las escasas capacidades que tengo—.
Lo que pretendía con los ejemplos es tratar de entender algo en lo que creo que nos estamos engañando. Mi pregunta de por qué nos extrañamos de que pase lo que pase es una cuestión de comprensión, no de justificación —de ningún tipo—. La pregunta se puede reformular del siguiente modo: si todos actuamos de modo egoísta —no por interés propio, sino egoísta—, ¿cómo podemos exigir a nadie que actúe por los intereses comunes? La exigencia será posible, pero me temo que no es muy realista.
Eso fundamentalmente a lo que lleva es que una exigencia tiene mayor o menor fuerza según el contexto. Vamos, tan sencillo como que sucesos diarios en algunos países del mundo harían dimitir a algunos gobiernos de otros países. Un ejemplo que se ha dado ya: abonar algo de vestimenta cargándola a la tarjeta de crédito oficial, reintegrando inmediatamente el cargo y tener que dimitir después.
Pero respecto al par de preguntas que nos «deberíamos hacer» —permítame la ironía, pero su posición puede resultar un poco moralizante tras haber acusado de moralismo previamente ;-)—, creo que argumentar el poder con la confianza es demasiado optimista. Entiendo que, mientras no se demuestre lo contrario, elegimos tirano cada cuatro años —ni siquiera nosotros, el Congreso de los Diputados «nos elige» al Presidente del Gobierno—.
Creo que una forma de la relación entre todos que se diga democrática —o que simplemente sea eficiente y no especialmente gravosa para una parte o la práctica totalidad— debe primar la participación —más o menos directa— frente a la representación —haciendo un juego de palabras con algún salto, «representantes» en griego es οἱ/αἱ ὑποκριταί—. Pero sencillamente no me creo que todo pueda ser participación, tiene que haber representación. Aunque llegase a ser un mal necesario, que no creo que lo sea. Respecto a la representación debe haber transparencia y rendición de cuentas, para que luego pueda llegar a haber exigencia de responsabilidades.
¿Eso quiere decir que los políticos tienen que tener «tanto poder»? En realidad, el poder no lo tienen porque se lo hayamos dado. Lo tienen porque, en el sistema político en que estamos, se considera que las cámaras legislativas son soberanas. ¿Porque las elige el pueblo? Yo diría que esa es la excusa argumentativa. Porque pueden hacer lo que quieran.
¿Cómo cambiaría usted eso?
Sr. Poz, creo que no ha entendido por dónde voy. El hecho de que haya mencionado el término "asamblearia" ya me indica que me ha tomado por quien no soy.
EliminarPrecisamente porque no son virtuosos su poder debe estar más limitado. Le pongo algunos ejemplos: la ingente maraña de regulaciones incentiva la compra de favores políticos. La identificación entre poder ejecutivo y poder legislativo anula el principio de control parlamentario del ejecutivo. La ausencia de una justicia independiente impide que ésta cumpla con su deber. El abuso de los indultos impide que personas influyentes y bien relacionadas vayan a la cárcel a penar por sus delitos. El abuso de las subvenciones, directas o disimuladas, lleva a que todo el mundo intente vivir a costa de todos los demás. La falta de transparencia en lo referente a la financiación de los partidos equivale a una falta de control o limitación y también favorece la compra de favores políticos. El control directo o indirecto de los medios de comunicación por parte de los políticos socava la función primordial del periodismo: ejercer de contrapoder. Podría seguir así indefinidamente, pero creo que la idea básica ya se va entendiendo: no hay suficientes controles y límites sobre la actividad política.
Como diría Ronzal, el ilustre polemista de Vetusta, lo ha hecho usted "cuestión personal", y también se equivoca, esto es, no ha entendido por dónde iba yo.Enfrentaba modos de organización social. Presuponer que le he tomado "por quien no soy", disculpe, pero es pecar de vanidad, ¿no le parece? Estoy de acuerdo con todas esas exigencias que enumera, pero todos esos controles no acabarán nunca con la corrupción, del mismo modo que la persecución político-policial de las drogas no acabará jamás con el tráfico de las mismas. Al final, siempre alguien escapa al control, y muchas veces suele ser el que controla.
EliminarPor ejemplo, nada. Y con eso se acaba la corrupción.
ResponderEliminarAcaso a alguien aquí le preocupa sinceramente que Pericles defraudara el 3% por ciento, lo que significa que NO defraudó el 97%?
Brillante. Cómo no se nos había ocurrido antes?
Leído hoy.
ResponderEliminar"As the Loyalist cause collapsed, Durán [Gustavo] escaped first to Valencia (...) eventually making his way to London. (...) Durán's wife, Bonte - the sister-in-law of Michael Straight, one of the notorious Cambridge spies - (...)"
'Action men. Ernest Hemingway's spanish frienships', Adam Feinstein (TLS 24 junio 2011)
Mi conclusión: ¿cómo A C A B A R con la corrupción????? Señor Luri creo que al final le ha salido un post METAFÍSICO, aunque quizás usted la línea que buscaba con ese título inicial era la gnoselogía. Pero en cambio, nos habla en esas dos líneas, de percepción, sentir y moral. En fin, "SIEMPRE" nos quedará la filosofía
ResponderEliminarAnna C
Si se trata de acabar con la corrupción, la solución es muy sencilla. Dado que la corrupción es una categoría que se aplica al abuso de lo público para obtener un beneficio privado, si se privatizan los servicios públicos se acaba -eo ipso- con la corrupción. Pues aunque se hiciese lo mismo (o se "abusase" más del poder en manos privadas) ya no sería corrupción sino una explotación legítima en beneficio propio. Además, como el consumidor de estos servicios (pongamos por caso la sanidad) pagaría un seguro en lugar de impuestos ya no se sentiría engañado. ¿No caemos en la cuenta de que la corrupción de lo público (que es la única posible) sólo se entiende desde la corrupción basal de la explotación privada (que lejos de considerarse corrupción se considera eficacia empresarial)?
ResponderEliminarSaludos