Resulta que el premio Atlántida que me dieron los editores catalanes ha tenido bastante más repercusión de la esperaba, lo cual quiere decir que si me lo dieron el lunes, el run run de la noticia se ha mantenido vivo hasta el jueves y que hoy ya pasa al olvido. Mis nietos me preguntaron qué se siente al recibir un premio. Les contesté, con sinceridad, que, en primer lugar, sorpresa; después, alegría y agradecimiento y, por último, una sensación de levedad, cuando lo anterior va dejando paso a la conciencia de que todo es efímero, también lo bueno y que, aunque más vale que te sucedan cosas buenas que malas, no hay que tomarse muy en serio a las primeras. Como le dijo Solón al rey Creso, nadie tiene derecho a considerarse algo más que provisionalmente feliz. No me entendieron bien. Son jóvenes y viven el presente con tal intensidad que todo lo que no es ahora es para ellos muy remoto. Para alguien de 70 años el ahora es solo un efímero y borroso paréntesis en el tiempo.
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