No hay actividad que me resulte más agotadora y, al mismo tiempo, me cree más inseguridad, que la de corregir galeradas.
La experiencia me dice que mientras corrijo unos errores, con la corrección introduzco otros, que son los que me avergonzarán al abrir el libro recién salido del horno.
Pero esto no es lo peor. Lo peor es que a cada momento tengo la tentación de romperlo todo y tirarlo a la basura. Veo con claridad que esto que acabo de leer se podría decir mejor de otra manera, pero no encuentras esa manera y me pierdo en versiones laberínticas de un párrafo... hasta que decido recuperar la versión inicial.
Me repito que deberían haber consultado a tal y a cual, que esa página sobra y que entre estas dos hace falta una que haga de puente. Quiero más fluidez, más ejemplos, más capacidad sintética al final de cada apartado.
Es agotador.
El pensar autónomo -o crítico, como todo el mundo dice ahora- tiene multitud de defensores, pero lo que yo constato es que, primero, pensar cansa, enerva y frustra. Agota. Y, con frecuencia, confunde.
Dudo porque pienso, actúo porque creo.
ResponderEliminarSi, como dijo el filósofo, el pensar es consecuencia del existir, al ser el existir falible, ¿por qué no lo iba a ser el pensar?
ResponderEliminarEs más, considerando que, tanto en la existencia, como en la obra, lo importante es el todo, el conjunto, quizás sea más que posible que se pueda acabar escribiendo derecho con renglones torcidos.
A mí pensar, me oxigena y llena de sentido mi humilde existencia. Lo que me asfixia es dedicar 10 horas diarias a trabajar para que a final de mes pueda pagar las facturas de gas, agua, teléfonos y luz más la hipoteca....
ResponderEliminarEnric
Pensar cansa, sin duda, y generalmente deja ese rastro de sudor en la obra creada. A algunos autores hasta les gusta que se note ese esfuerzo, como atletas sudorosos. Yo prefiero las obras que llegan pulcras y como recién salidas del horno. Es algo difícil de conseguir, pero en sus libros lo aprecio.
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