Buscar este blog

martes, 13 de septiembre de 2022

El niño y el viejo

Escribí recientemente por aquí, de pasada, que la infancia es la única etapa de la vida que no tiene etapas previas. Para la conciencia no hay una preinfancia. Uno llega al mundo sin memoria, vacío de experiencias y con expectativas que versan únicamente sobre lo inmediato. De ahí los caprichos del niño.

En la infancia todo parece estable, fijo, bien asentado. Las cosas son así porque no tenemos conciencia de que pueden ser de otro modo.

El mundo a estrenar por el niño solo es real para el niño.

A medida que vamos creciendo se acumulan las etapas previas al presente en el que vivimos. Y de ahí nace, por una parte, la conciencia de la fragilidad del presente y de lo inestable de las cosas humanas. El viejo tiene pocos motivos para ser dogmático; mientras que el niño los tiene todos.

La virtud del joven es el coraje; la del viejo, la prudencia.

El joven tiene más energía que sentido común para controlarla; el viejo no. Lo que tiene es más sentido común que energía, y de eso, con frecuencia, se lamenta.

El niño vive arrojado al futuro; al viejo todos los aromas del presente le despiertan recuerdos viejos, de ahí que más de una vez se lamente de su insensata prudencia. ¡Ah, si volviera a ser joven!

5 comentarios:

  1. Que recordemos las cosas mucho mejor que lo que realmente fueron ayuda a intensificar esta ficción.

    ResponderEliminar
  2. Entre el mundo imaginario del niño y el mundo demasiado real del viejo, vive aquel otro hombre de edad madura sin lo imaginario infantil y sin la realidad del anciano. El hombre de edad madura es como un huérfano que camina aleatoriamente por su existencia.
    Enric

    ResponderEliminar
  3. Buenas noches, don Gregorio. Soy Enrique García Vargas, de Sevilla. Llevo desconectado mucho tiempo de estos comentarios debido a problemas vitales y familiares (cosas de viejo), pero leo el blog siempre que tengo ocasión. Estaba leyendo precisamente en Jordan Peterson que traemos todos los recuerdos de la especie. Basándose en la estructura evolutiva del cerebro, afirma que no aprendemos, por ejemplo, las situaciones de peligro y el miedo, sino que estamos diseñados para reaccionar de forma en cierto sentido "programada" a determinados estímulos, algo así como que ya llevamos el miedo puesto (y otras reacciones o comportamientos en respuesta a situaciones posibles) y que tendemos siempre a activar estos recursos (no a crearlos) debido a la complejidad evolutiva de nuestras estructuras neurológicas. Alguien dijo que el primer recuerdo traumático es el del nacimiento que no recordamos exactamente, pero que desde bien pequeñitos ya nos condiciona. De los dos acontecimientos verdaderamente importantes de la vida: el nacimiento y la muerte, no podemos recordar ninguno.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es. No podemos decir ni "estoy a punto de nacer" ni "me acabo de morir", con lo cual no podemos ser autores de dos capítulos esenciales de nuestra biografía. Pero vamos a lo importante: Voy a Sevilla en mayo, que está a la vuelta de la esquina. Lo llamo y comemos o cenamos juntos. O, como mínimo, probamos alguna cosa en el mercado de Triana.

      Eliminar
    2. Encantado, don Gregorio. Nos vemos en Hispalis. Seguro que lo querrán agasajar por muchos sitios. Pero si encontramos un huequito, le enseño la ciudad y cenamos juntos. Sevilla es una ciudad estupenda para echarla de menos. Un abrazo.

      Eliminar

Perillán

 I Contestándole un mensaje a Jorge Freire me emerge espontáneamente de no sé donde, pero directo y contundente, el adjetivo "perillán&...