Mi peregrinación personal por la iconografía de Nuestra Señora de la Lectura Lenta me ha llevado a Sevilla y, por lo tanto, a la calle de la Virgen de los Buenos Libros, que hace esquina, como descubrí allí mismo, con la calle Cisneros, un azar, sin duda, muy acertado.
De allí el camino me ha conducido (porque en esta peregrinación el camino es la meta) hasta Triana... Recuerden ustedes que estamos a las puertas de abril y que esto es Sevilla.
En Triana me esperaba, en la iglesia de Santa Ana, este retablo de Alejo Fernández (1520), una obra excepcional a la que la foto no le hace justicia, y que pone de manifiesto a la vez la influencia de flamencos e italianos en los artistas sevillanos de la época y la extensión de esta iconografía por Europa.
He dejado atrás Triana por el puente de San Telmo y me he acercado a San Salvador. Si han tenido la suerte de recorrer su sobrecogedor interior, ya sabrán ustedes que éste es un templo que te obliga a caminar de puntillas y mirando hacia arriba, porque en él se experimenta un irresistible empuje ascensional. Allí me esperaba esta anunciación de Pedro Duque Cornejo (primera mitad del XVIII) y el Retablo de Santa Ana,
que muestra a Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. El autor es José Montes de Oca, que lo talló en 1714. Ya me he encontrado varias veces con la imagen de Santa Ana como maestra, pero este caso el encuentro es doblemente emotivo; en primer lugar, por la singularidad de la obra y, en segundo lugar, porque con ella se pretendió impulsar una campaña de alfabetización promovida en aquellos años por las Academias.
Seguiré caminando.