Entonces se produjo el acontecimiento que este primer siglo del tercer milenio recordará siempre, puesto que todas las cadenas de televisión del mundo dieron cuenta del mismo y fueron publicados cincuenta ensayos en los días siguientes, ansiosos por informar a todos los que sabían leer.
Una mujer, muy joven, muy hermosa, vestida solamente con un largo velo, se adelantó. Tenía los ojos claros, sus manos parecían de cristal, su progresión era tan clara, tan evidente, su aspecto tan radiante que la Academia, al completo, se levantó.
Con una hermosa compostura, esta mujer habló, y su voz era tan pura como sus palabras. "Yo soy la Transparencia, dijo, la única Virtud de este tiempo y de los que vendrán. Ruego a la Discreción, a la Reserva, a la Modestia, al Respeto, que se retiren amablemente, pues su tiempo ha pasado... Yo soy la Transparencia, la nueva Trinidad, yo soy la Verdad y la Inocencia y la Belleza. Yo soy similar a la imagen, soy la imagen; soy similar a la luz, soy la luz, el sol, desvelo lo oculto, desmonto los misterios, rompo las mentiras, retiro las máscaras".
El Coraje se adelantó y, animados por su ejemplo, hicieron lo mismo la Justicia, la Caridad, la Solidaridad. Juntos se inclinaron ante la más brillante de la Virtudes. La transparencia los atravesó con una mirada fulminante y continuó con su brillante discurso.
"Miradme y pareceos a mí. Quiero que vuestros cuerpos, vuestros corazones, vuestros amores, vuestros patrimonios sean maravillosamente transparentes. Quiero que aprendáis a ser honestos, a no guardar ningún secreto, a mantener la puerta abierta, a pareceros al cristal, al hielo, a las estrellas. Quiero que aprendáis a desconfiar de vuestros sueños, de vuestros sueños poéticos, artísticos, imaginarios, partidarios de todo lo que conduce a la mentira. ¡Miradme! Yo soy la Verdad, terrible y maravillosa, que no tolera la más mínima sombra. Soy la perfecta inocencia que denuncia a todos los culpables. Yo soy la verdadera Belleza, que retira todos los velos y que se confunde con la luz".
La Transparencia entonces levantó su dedo, el dedo de la verdad que acercó a sus ojos ardientes, y dijo a los académicos: "No se equivoquen, señoras y caballeros, soy la palabra más bella de su diccionario, la última virtud de un tiempo que ha enterrado a todas los demás ..."
Jean-Denis Bredin,
Discurso sobre la virtud,
pronunciado en la "Académie française"
el 4 de diciembre de 1997
Si la Verdad es la Transparencia, me pregunto ¿qué es lo que se transparenta bajo el velo de la verdad? ¿Hay entonces algo más debajo del velo de la Verdad?
ResponderEliminarEn todo caso, ¿No es más lógico pensar que la Verdad sea lo que está cubierto por cierto velo transparente?
Si el velo es la Verdad, ¿ que coño hay en aquello que se ve a través de la transparencia?
perro de Gerona
Este discurso me recuerda a otra perspectiva de lo transparente en el libro de Baudrillard "La transparencia del mal"
ResponderEliminarEl perro de Gerona
Yo en esta época de mi vida, definiría a la Verdad como "la que sorprende...a nuestra admiración".
ResponderEliminarEl perro de Geryon
Se dice que esta tal Transparencia era hija de Calvino...
ResponderEliminarSí... y, si me lo permite usted, no.
EliminarYo sospecho que esa voluntad de probidad que caracteriza a los europeos y que nutre tanto a los autos sacramentales como a los autos de fe, a la guillotina, a la ciencia moderna y al psicoanálisis nace en el confesionario. Si yo fuese más inteligente y estuviera a la altura de mis ideas, escribiría un ensayo defendiendo la idea de que el confesionario es la vía directa a la Bastilla y a Darwin. Nietzsche también lo insinúa por algún sitio.
Para quien se pone de rodillas en un confesionario, quien tiene delante no es un cura, sino la mirada escrutadora de Dios, que todo lo ve. No hay ejercicio más despiadado de introspección. La verdad, antes que anda, fue el esfuerzo honesto e verse a si mismo tal cual uno es.
Pero a lo nuestro: si bien en Calvino está, sin duda esta voluntad de transparencia, aún lo está con ma´s claridad en "La nueva Eloísa" de Rousseau, donde el ginebrino se imagina una ciudad perfecta en la que todos vivimos en casas de cristal.
Y ahora, si me permite usted la osadía, un órdago a la grande: ¿Y qué es el imperativo categórico de Kant más que la afirmación de que no podemos ser morales si no vivimos en la casa de cristal de la ley moral?
Don Gregorio, desde el cariño que sabe que le profeso, y desde el despiste que me genera esta su última explicación (de la que seguramente se me escapan muchas cosas hasta el punto de haber podido malentenderla), he de decir que para mí el confesionario está en las antípodas de la Bastilla. Que sentir el perdón, cuando de verdad uno está inmerso en la culpa, es liberador.
EliminarPrecisamente el otro día hablaba de esto con un amigo sacerdote, y me contaba que en más de una ocasión ha acudido a él alguna mujer no bautizada para confesarse por haber abortado. Él les aclara que dado que no están bautizadas no podrá absolverlas, pero le dicen que necesitan pedir perdón a Dios, y él las atiende y trata de reconfortarlas mostrándoles la misericordia de Dios.
Ahora bien, ni en Darwin ni en la Bastilla veo signos de misericordia. En el primero veo un mecanismo ciego carente de finalidad más allá de la pura supervivencia sin sentido, y en el otro la discrecionalidad de un rey (salvo que se refiera al asalto a la Bastilla. Hoy no he dormido siesta y las neuronas lo acusan).
Otra cosa es que entendamos que la perversión de una cosa tiene su origen en esa cosa. Pero tendría un carácter degenerativo o parasitario. Ni el psicoanálisis absuelve ni la guillotina es un signo de clemencia.
Nota final: su inteligencia está por encima de sus ideas.
Con lo de la inteligencia de la nota final pensaba en lo que decía Marías de que sin suficientes dosis de bondad se puede ser listo pero no inteligente. Es decir, que afortunadamente su inteligencia está por encima de cualquier idea. A ver, que de lo que se quiere expresar a lo que se es capaz de decir media la torpeza de uno; y ahora al releerlo digo: a ver qué si va a parecer que voy borracho.
EliminarQuerido Rafael, el cariño mutuo está a salvo de estas dialécticas de café.
EliminarA ver;
1. El término medio entre el confesionario y Robespierre no es el cristianismo -dejemos ahora de lado la fraternidad republicana-, sino la probidad intelectual.
2. Creo que estaremos de acuerdo en que la probidad es una virtud bíblica.
3. Si así, un cristiano no debería escandalizarse por todo lo que ha dado de sí la virtud de la probidad sino, en todo caso, deberían preguntarse los otros por qué necesitan una virtud cristiana.
4. En la probidad en cuanto tal no hay misericordia. Al contrario.
El panóptico interiorizado. Al final nos encontramos con el poco virtuoso Foucault, en esta gran marcha desde la confesión hasta la virtud pública (o su correlato, la hipocresía).
ResponderEliminarhttp://www.revue-pouvoirs.fr/IMG/pdf/Pouvoirs97.pdf
ResponderEliminarH.L.
¿Y si en el confesionario está la clase de transparencia (paterno-filial) que sólo es posible en las clientelas? Si Dios está hecho a imagen del hombre (es una forma de hablar), las sociedades católicas (c'est à dire, clientelares) imaginan a su Dios como un "padrone" al que nada se debe ocultar, que todo lo puede llegar a saber y, cuando lo sabe, a menudo hace la vista gorda si uno reconoce la jerarquía. Perdónenme si vuelvo a la almadraba: había una figura práctica tradicional que era el robo de atunes. Como los aventureros y los pescadores estaban mal pagados, el arráez (el-rais, el jefe) hacían la vista gorda y dejaban que se robasen atunes por parte de los propios marineros, pero dentro de un límite. Cuando desapareció el sistema señorial y comenzó la época de los grandes empresarios del atún, estas prácticas se acabaron para desesperación de la marinería que vio profundizada su miseria. ¿Que clase de "transparencia" es mejor, la católica del confesionario y pelillos a la mar, o la protestante de no tener nada que ocultar y pasar más hambre que carracuca? Hoy me siento católico, porque escribo esto desde Leiden donde estay pasando un frío tremendo
ResponderEliminarEn el confesionario me parece que Dios no es tanto un "padrones" como la luz con la que se debe iluminar lo que no quisiéramos ver. Por eso vuelve a tener razón Nietzsche cuando ensalza al cristianismo por su esfuerzo continuado de profundización del alma. Pero se puede profundizar porque se ve algo, y un algo bajo el algo, etc. Y aquí es donde la probidad comienza a dudar de sí misma y el cristianismo se muestra como la religión de salida de la religión.
EliminarEn cuanto a Leiden, sea usted caritativo y cuéntenos lo que hace entre los hiperbóreos.
EliminarPero si no hay algo de jerarquía y clientela en esta relación del confesionario, ¿qué pinta ahí el cura, es decir el mediador? Y ya tenemos las mediaciones, o sea, a Hegel. "Lo que tu amarres en la tierra..." ¿no equivale un poco, al menos formalmente, a establecer un "institor", un encargado del negocio de tejas para abajo? Eso es el arráez, al fin y al cabo. Lleva usted razón en que haciendo abstracción de este triángulo Dios-confesor-confesado no hay sino la pareja de la luz y las tinieblas (y otro que asoma por ahí sus orejas sulfurosas). ¿Pero entonces, las mediaciones dónde quedan? Si en algo consistió la Reforma fue precisamente en eliminar mediaciones (pobre María): el Libre Examen, también llamado transparencia (al menos del texto). Usted lo plantea, con razón, de una manera digamos metafísica y yo no puedo alzar hoy el vuelo metafórico más allá del patronazgo y sus mediadores. Será por el frío y por al negocio tan mundano que me trajo a Leiden: una reunión de trabajo para intentar poner en marcha un Dictionnaire raisonné multilingue des techniques anciennes... a mí me ha tocado la cerámica, para variar.
ResponderEliminarDon Enrique, es usted todo un sabio.
EliminarCuando yo era maestro de escuela llevaba a mis alumnos a seguir el rastro de los íberos por lugares del litoral catalán en los que yo antes había localizado restos de cerámica ibérica. Llegamos a hacer un mapa de restos ibéricos de deos pueblos. En una de nuestras excursiones descubrimos los restos de un horno romano. Toda la información se la pasábamos al Museo Comarcal, claro está. Siempre me interesó mucho lo que don Giner llamaba "la educación en la lectura del paisaje", que es una forma de ejercitación de la atención.
Enhorabuena por su participación en la obra.
Respecto al confesionario. La mediación del cura está, es cierto, en la absolución, pero el análisis de conciencia" ha de ser necesariamente autónomo.
En cualquier caso, acabo de escribir en otro sitio que los billetes de la UE, en lugar de puentes, debieran llevar confesionarios.
Gracias, don Gregorio. Lo que pasa es que no hay tanta gente que estudie la cerámica y tienen que tirar incluso de personas como yo. Usted es un adelantado a su tiempo, aunque diga que nació tarde, porque lo de la Arqueología del paisaje es una de las especialidades más en boga de la disciplina. Yo creo que lo de las puertas y los puentes es una muestra de que a estos mercachifles les traicionó el subconciente. Corríjame si me equivoco, pero creo que emporos significa precisamente «hombre en un lugar de paso»
ResponderEliminarAsí es: navegante, viajero, comerciante...
EliminarEl que está en un emporion o portus, o sea, en una puerta.
ResponderEliminarMe imagino que la raís es "poreuô": caminar. Así que, forzando un poco las cosas, podríamos decir que el que está en un emporium no está en una aporía.
EliminarPoreuô, exacto!, emporos:el que está caminando, el que se encuentra de paso (a través de una puerta que se le concede). Pero sí es una aporía, quien le deja pasar necesita de las mercancías que trae, pero odia la capacidad del comerciante para despertar la sed de novedades de la gente. Por eso lo deja pasar, pero le marca el camino. No sea quese le rebele el personal con tanta quincalla.
EliminarEsta aporía la reconoció alguien tan poderoso y tan anti-comercio libre como el General Jaruzelski. Poco antes de morir, alguien le hiz una entrevista y una de las preguntas fue: «¿Qué le gusta más del capitalismo?».La respuesta, convencional y sorprendente: «las tiendas llenas de cosas»
EliminarLuis Mercader, el hermano pequeño de Ramón Mercader me contestó a esa misma pregunta que lo mejor del capitalismo es que en una tienda podías elegir qué no comprar.
Eliminar"Ningún otro lema domina hoy el discurso público tanto como la transparencia. Según BYUNG-CHUL HAN , quien la refiere solamente a la corrupción y a la libertad de información, desconoce su envergadura. Esta se manifiesta cuando ha desaparecido la confianza y la sociedad apuesta por la vigilancia y el control. Se trata de una coacción" La transparencia se exige cuando se pierde la propia conciencia de verdad.
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