Según leo en La tentation nihiliste, de Roland Jaccard, a finales del siglo XIX aparecieron los clubes de suicidas. Estos clubes, muy selectos, se pusieron de moda en las grandes capitales europeas. Para entrar a la eternidad sin escándalo, había que suicidarse debida y libremente. Y ambas cosas eran proporcionadas por asociaciones, que se asemejan a las sociedades secretas. Para participar en el club había que ofrecer pruebas de una resolución decidida a morir. Una vez admitido, el novato se enteraba de que el día de su suicidio se determinaba de la siguiente manera: se organizaba una partida de cartas en la que el ganador perdía la vida. Por supuesto, el afortunado recibía de los otros miembros del club muestras de la más sentida enhorabuena. Se daba una gran fiesta y cuando el elegido abandonaba el club sufría un accidente organizado por sus amigos...
Tal como ya narró Stevenson:
ResponderEliminarhttp://ca.wikipedia.org/wiki/The_Suicide_Club
No me fío mucho de mi memoria, pero me parece que hay un cuento o relato largo de R. L. Stevenson con ese título, "El club de los suicidas".
ResponderEliminar¿La realidad imitó al arte? En 1882, Stevenson publicó "El club de los suicidas".
ResponderEliminarMierda, he quedado el tercero. Aquí, el que no corre, vuela.
ResponderEliminarNo desprecie Vd. una bronze medal. Peor es la plata que me ha tocado.
Eliminar... que la medalla de plata fastidia más, por eso de estar al borde de la gloria
EliminarEn este café, como en las escuelas posmodernas, todos somos primeros. ¡Ar!
ResponderEliminar"no quieras ser nunca el primero. el mejor lugar para un hombre es el segundo, porque el que es primero acaba siendo un ser abstracto. el segundo es como el primero, pero apoyado en la vida". francesc pujols.
ResponderEliminarK-spita!
Eliminarhasta para esto quedo última, me cachis!
ResponderEliminarAnna c