Nos pide el Papa, y en esto ningún cristiano puede ponerle peros, que recemos por nuestros enemigos. Yo, tengo que reconocerlo, no estaba por la labor. Y seguiría sin estarlo si no hubiese encontrado la oración perfecta en el Essay on Coleridge de John Stuart Mill, que dice así:
"Señor, ilumina a nuestros enemigos. Agudiza su ingenio, concede agudeza a sus percepciones y coherencia y claridad a a sus facultades racionales: Estamos en peligro por su locura, no por su sabiduría; es su debilidad lo que nos da miedo, no su fuerza"
— John Stuart Mill, Essay on Coleridge
Li he de confessar sr.Luri, que seguir el seu bloc,alimenta la meva fe cristiana...
ResponderEliminarGràcies.
Pep, el día que le decepcione, recuerde esta palabras que acaba de escribir y sea caritativo conmigo.
ResponderEliminarMuchas gracias don Gregorio.
ResponderEliminar" ...Es su debilidad lo que nos da miedo, no su fuerza".
ResponderEliminar¿Seguro?
Karl Mill
No
EliminarSi en la frase "Estamos en peligro por su locura, no por su sabiduría" en vez de locura dijese ignorancia, su tesis coincidiría exactamente con la de Arendt, que es hermosa pero, me temo, incorrecta.
ResponderEliminarEstrimados amigos
ResponderEliminarLo que Mill defiende en ese párrafo no es orar por los adversarios intelectuales para que asuman nuestras creencias, sino desear que sean capaces de desarrollar y presentar sus puntos de vista de modo que podamos llegar a replantearnos los nuestros. Se trata de que nadie posee la verdad absoluta en nada (Mill era profundamente antidogmático). Por tanto, a mayor capacidad de cambio de ideas (provocadas por las críticas solventes de los adversarios) mayor capacidad para salir de nuestros errores. No es por tanto una plegaria condescendientye con el otro, sino un reconocimiento de la propia falibilidad.