... a quien murmura
que se embotan los
aceros
en el corte de las
plumas.
Pero el capitán Andrés Fernández de Andrada dejó para siempre desmentido, con su Epistola moral a Fabio, a quien se atreva a sugerir que se embotan las plumas con el corte del acero.
Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
Triste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado.
La colonia de los vicios es la Corte; el privado, el consejero o ministro del monarca; "augur de los semblantes del privado, un endecasílabo perfecto. El poeta en lugar de “rostros” habla de “semblantes”, porque el semblante, además de la cara, es el estado de ánimo que se asoma en cada momento al rostro. Los cortesanos están obligados, por profesión, a ser hermeneutas.
Ha sido Antonio Pérez quien me ha despertado estos versos de Fernández de Andrada, pues en uno de sus aforismos dice: "Privados llama la lengua española, quizá porque, en siendo privados, se hallan privados de la seguridad natural".
Y ya que estamos con la Epístola moral a Fabio, despertemos también sus últimos versos:
Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
de cuanto simple amé: rompí los lazos.
Ven y sabrás al grande fin que aspiro,
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.
Hoy no hay para el que maneja la pluma sólo una corte; hay muchas: escribir en un periódico, que le llamen de una tele... en cada una de esas colonias de los vicios hay que estar atento a lo que al privado agrade. Muchas cosas va a contar Gregorio Morán de los que prostituyeron sus plumas a cambio de prebendas, sillones y sinecuras en ese libro que saldrá en breve, pero la idea general ya la conocemos.
ResponderEliminarOtro texto para guardar, maestro.
Pues imagine la tristeza de quienes han de hacer sus augurios sobre los cambiantes semblantes de las estadísticas...
ResponderEliminarAh, no, Don Juan, esos se dicen a sí mismos que están "leyendo" lo que el pueblo quiere. Apolo ya no se manifiesta en Delfos como solía y ahora las encuestas son el oráculo, que requiere, claro, interpretación. Cuando el pueblo les aparta del poder y encumbra a los malos -los otros-, entonces hablan del pueblo engañado, de los votantes miopes.
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