En El dominical de El periódico me pidieron que respondiera a tres preguntas, y así fue la cosa:
Describa una imagen de su infancia. Estoy tumbado sobre un carro cargado de alfalfa con los brazos cruzados bajo la cabeza. Soy supervisor de nubes. Toda mi familia vuelve a casa tras un largo día de trabajo en el campo. Ni he vuelto a ver nubes más hermosas ni las cosas han vuelto a estar tan presentes como lo estuvieron en mi infancia.
¿Dónde estará en 10 minutos? En la Plaza de Ocata, la más hermosa y discreta del Masnou. Tomaré un café espléndido, leeré un rato, escucharé de manera intermitente la conversación de los jubilados de la mesa de al lado y echaré alguna mirada a las nubes, que cada vez vuelan más altas.
¿Y en 10 años, con suerte? Espero hacer lo que ahora: no programaré el futuro, pero me esforzaré por cazar al vuelo las oportunidades de acción que me vaya ofreciendo la vida. Donde no pueda amar, intentaré pasar de largo. La realidad continuará su proceso de desvanecimiento, pero el café de la plaza de Ocata seguirá manteniendo su sabor.
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