Ya sé que no puedo aspirar -por falta de tiempo y de inteligencia- a la sabiduría. Las uvas están tan altas que debo conformarme con la aspiración a una docta ignorancia que me mantenga azuzada la curiosidad y me permita disfrutar de cuantos descubrimientos me van saliendo al paso, que gracias a Dios no son pocos. Es lo que me ha ocurrido últimamente con Jerónimo Merola o Agustín de Rojas Villandrando (1572-1635). Del primero algo dije en la entrada anterior, del segundo diré ahora que fue soldado, corsario, pícaro, perseguido por la justicia, “negro” de eclesiásticos a los que escribía los sermones, aventurero, actor, dramaturgo y autor de un sorprendente libro de viajes, El viaje entretenido (1603), y de un libro de filosofía política, El buen repúblico (1611), que no carece de páginas interesantes.
Agustín de Rojas es un digno representante del barroco hispano al que Emilio Cotarelo caracterizó de esta manera: “espíritu aventurero, ingenio agudo y perspicaz, ansia de saber y ver, impaciencia por gozar de la vida y paciencia inquebrantable para sobrellevar los infortunios”. Entre sus contemporáneos era conocido como “El caballero milagro”, porque nadie sabía muy bien cómo se ganaba la vida. ¡Quién pudiera merecer un epitafio así! En El viaje entretenido se describe de esta manera ante sus lectores: “yo fui cuatro años estudiante, fui paje, fui soldado, fui pícaro, estuve cautivo, tiré la jábega, anduve al remo, fui mercader, fui caballero, fui escribiente y vine a ser representante.”
Me ha interesado El buen repúblico, un singular manual de príncipes que fue prohibido por la Inquisición, me parece que con poco fundamento, por prestar demasiada atención a los astrólogos. Esta es la nota manuscrita que se encuentra en un ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional:
“Inicua es la ley que a todos igual no es”, leemos en el texto.
“Inicua es la ley que a todos igual no es”, leemos en el texto.
El libro lleva en cabecera, además de un escrito laudatorio de Quevedo, estos versos de Lope:
No puedo pasar de largo sin recoger las palabras que dedica Rojas a la educación, cuestión que considera fundamental para garantizar el buen funcionamiento del Estado:
"Dicen los historiadores que de dos cosas los antiguos romanos tuvieron cuidado, y diligencia. La primera es no consentir que los sacerdotes fuesen distraídos ni deshonestos: porque decían que en los pueblos donde habitaban, los dioses estaban airados. La segunda, que los maestros que mostraban a leer y a escribir, y las otras ciencias no fuesen perdidos ni ignorantes: porque si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo. Preguntaron a un filósofo tebano en qué se conocería si la república estaba perdida, o en víspera de perderse y respondió. Verse ha cuando los mozos son livianos y los maestros son viciosos. Y así dice un sabio, que no puede perecer la república, en la cual los pobres alcanzan justicia de los ricos, hay peso y medida en los mantenimientos y sobre todo hay maestros virtuosos y honestos, porque imposible es, que siendo el maestro disoluto; sea el discípulo recogido y casto, que sean moderados en sus palabras y muy resolutos en sus sentencias, de tal manera que a sus discípulos muestren a hablar poco y oír mucho, que sean en las escrituras divinas y humanas muy vistos, y leídos porque lo que dijeren de palabra los muestren en los libros."
Le cedo a Agustín de Rojas la palabra de despedida:
Tengo dichas tantas loas,
he compuesto tantos casos
de sucesos fabulosos,
ficciones, burlas, engaños,
alabanzas, vituperios,
enigmas y cuentos varios,
que ya no sé qué me diga
Sobre la biblioteca de Usoz, a la que parece que pertenece este libro, hablaron hace pocos días en la Biblioteca Nacional: https://www.youtube.com/watch?v=uOeHFwcohww ¡Cuántos personajes interesantísimos por descubrir!
ResponderEliminarMuchas, muchas gracias. No he querido mencionar a Luis de Usoz por no hacer una entrada demasiado larga, pero es, sin duda, una persona notable de nuestro siglo XIX, un gran erudito que elige permanecer en segundo plano para preservar su biblioteca de libros prohibidos, a la que pertenecía éste de Rojas. No tenía noticias del acto que recoge el vídeo. Me alegro de que usted nos lo haya traído al Café.
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