Yo, como sujeto autónomo, valgo poco.
Con frecuencia me siento guiado por una voluntad que solo parcialmente es mía. Tanto es así, que nada más levantarme ya intuyo que grado de autonomía tendré a lo largo del día.
Hay días que no me sale una frase con pies y cabeza, a pesar de que lo intento una y otra vez; hay días que todo fluye y me siento tan satisfecho de mí mismo. Los estados de ánimo son caprichosos y van y vienen a su antojo, sin previo aviso. Por eso cada día se presenta con su daimon, que es quien decide qué voy a dar de mí mismo.
Si algo he aprendido de mí mismo es que tengo que llevarme bien con mi daimon, no llevarle mucho la contraria y aprovecharlo al máximo cuando está de buen humor, ocurrente y hacendoso. Si el artículo que estoy intentando escribir no acaba de cuajar, mejor comenzarlo de nuevo mañana. Por eso mismo intento escribirlo bastante antes del día de la entrega.
Lástima que eso no sirva para los músicos que tienen que tocar necesariamente un día a una hora concreta, pero quizás, pensando, se pueda aplicar algo de eso. Gracias y un cordial saludo.
ResponderEliminarSiemprre he admirado a los músicos por eso.
EliminarPensándolo bien es fácil: practicar (bueno, sin eufemismos es estudiar) el concierto como si fueras a tener un mal día. Es muy probable que semanas antes del concierto ya los tengas, malos días, y estudiarlo para que al menos el resultado del concierto sea correcto, o mejor, bueno, aunque tengas un mal día. Ya está. Un cordial saludo.
EliminarMe quedo con la lección.
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ResponderEliminarChapeau por el artículo en El Mundo. Tal vez sea posible decirlo más alto, pero no más claro.
ResponderEliminarMuchas gracias, don Xavier.Seguiremos dando la tabarra, machaconamente, pero con alegría y sin encarnizarnos con nadie.
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ResponderEliminarDar la tabarra, el primer deber. También de los padres. Se lo digo a menudo a mis hijos, para dejarles claro que no me achanto por repetirme.
ResponderEliminarFormidable artículo!
Así es. Mis hijos han superado holgadamente la treintena, pero considero que no por ello dejan de merecer el altísimo honor de mi tabarrismo.
EliminarGeorge Orwell lo enunció de esta manera:
ResponderEliminar«Ahora hemos llegado a una profundidad en la que la actualización de lo obvio es el primer deber de los hombres inteligentes».
Tal cual. Muy bien.
EliminarLo de Yves Bonnardel, que va en serio y veo además que es animalista, no lo conocía ...
ResponderEliminarNo sé que decir.
Dos cosas.
Lo que dice usted acerca de la "reducción de animal político al animal psicológico" me ha recordado la crítica que Christopher Lasch hizo a Horace Mann en "La rebelión de la élites". Me imagino que usted la conoce, a mí me parece impecable.
La otra cosa era que conviene no olvidar que "las diferencias de clase entre lo sano y lo insano,lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo..." no están libres de escrutinio, y de valoración histórica. No afecta a la sustancia del argumento de su crítica, pero...
ResponderEliminarQuerido don Karl, creo que, efectivamente no afecta a mi crítica, porque allá donde hay un grupo humano mínimamente cohesionado, hay diferencias de clase entrte lo sano y lo insano, etc. Cada vez tengo más claro que el principio represor no puede serr reprimido.
EliminarExcelente artículo, Gregorio. Lo he enviado a todos los profesores de mi centro. Encontrar bien formulado lo que uno piensa -quizás mejor aún de como uno mismo sabría formularlo- es de gran ayuda para hacer pedagogía en tu propia casa. A los que tenemos cargos de responsabilidad en un colegio nos preocupa que los tópicos de las (mal llamadas) nuevas pedagogías calen en nuestro profesorado sin que los mismos profesores afectados lo adviertan. Más que nunca, la escuela como institución tiene que volverse reflexiva, inteligente. Por ello, muchas gracias una vez más, Gregorio.
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