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jueves, 12 de diciembre de 2019

Prometeo teólogo

He estado un par de días en la Facultad de Teología hablando del mito de Prometeo. Creo que nos lo hemos pasado bien, es decir, que hemos profundizado en el mito y en su exégesis y que el esfuerzo dedicado ha sido compensado con creces con el placer del descubrimiento. Han interesado especialmente las imágenes prometeicas de los sarcófagos romanos del siglo II de nuestra era y este poema que Goethe le dedica a Prometeo:

Cubre tu cielo, Zeus
con vapor de nubes
y manifiesta tu poder, como un niño
que descabeza cardos,
sobre encinas y montañas;
pero no te atrevas con mi tierra
y mi cabaña,
que tú no has construido,
ni con mi hogar
cuya llama me envidias.
No conozco bajo el sol
nada más pobre que vosotros,
los dioses.
Alimentáis vuestro poder 
con sacrificios e inciensos
y languideceríais
si criaturas y mendigos
no fuesen necios llenos de esperanzas.
Cuando yo era un niño
no sabía a quién dirigirme,
levantaba hacia el sol
mis ojos extraviados,
como si allá arriba
hubiera alguien dispuesto
a escuchar mi queja,
un corazón que, como el mío,
compadeciera al afligido.
¿Por qué he de honrarte yo?
¿Acaso has aliviado jamás
el dolor del inquieto?
¿Es que a mí no me han hecho hombre
el Tiempo omnipotente
y el Hado eterno,
tan señores míos como tuyos?
¿Quizás suponías
que odiaría la vida
y huiría al desierto
porque no todos mis sueños
maduraban?
Aquí me mantengo firme,
modelando hombres a mi imagen,
una estirpe que sea como yo,
que sufra, llore,
disfrute y se alegre
sin estar pendiente de ti,
como hago yo.
Goethe escribió este poema en 1774 y poco después de lo mostró a Jacobi, que hizo una copia. 

Jacobí conservó su copia como un tesoro secreto hasta que el 4 de julio de 1780, se lo leyó a Lessing.

El 4 de noviembre de 1783 Jacobi le comunicó por carta a Moses Mendelssohn que en el transcurso de su conversación, Lessing le había confesado que compartía la fe de Spinoza. Le adjuntó una copia del poema. Estalla así la llamada "querella del panteísmo".

En 1.785 Jacobi publica sus Cartas sobre la doctrina de Spinoza e intercala entre ellas el poema, aún inédito, sin la autorización de Goethe, que se cogió un buen cabreo.

Estos versos impresionaron profundamente a F. Schlegel, Nietzsche, Turgeniev, Flaubert, Daudet, Goncourt, Gide... y a mis alumnos... que espero que no se hayan hecho panteístas.

2 comentarios:

  1. Schubert puso música a ese poema:

    Versión de Dietrich Fischer-Dieskau & Gerald Moore

    https://www.youtube.com/watch?v=vGizbS1C5YI

    Y Hugo Wolf también:

    Versión de Hans Hotter & Gerald Moore:

    https://www.youtube.com/watch?v=mtuvW5FWciE

    Wolf hizo asimismo una versión para orquesta:

    Versión Dietrich Henschel y la Deutsches Symphonie Orchester Berlin dirigida por Kent Nagano:

    https://www.youtube.com/watch?v=0TEDBV13y1Q

    Y Scriabin compuso un "Prometeo o Poema del fuego", para piano y orquesta, que al parecer le inspiró más la teosofía que Goethe (del que era un buen lector - su "Tratado de los colores" y su "Fausto" influenciaron varias de sus obras):

    Versión Martha Argerich & Claudio Abbado:

    https://www.youtube.com/watch?v=ahAo0CDaGWc

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  2. ¿De quién es la traducción española? Hay diferencias importantes con la francesa del suizo Jean-Jacques Porchat (1800-1864), traductor de las Obras Completas de Goethe, como por ejemplo:

    y languideceríais
    si criaturas y mendigos
    no fuesen necios llenos de esperanzas.

    et vous seriez réduits à mourir de faim,
    n’étaient les enfants et les mendiants,
    pauvres fous,
    qui se repaissent d’espérances.


    PROMETHEE

    Ô Jupiter ! couvre ton ciel de nuages,
    et, comme l’enfant qui abat les têtes des chardons,
    exerce-toi sur les chênes
    et sur les cimes des montagnes,
    mais laisse subsister ma terre
    et mes cabanes,
    que tu n’as point bâties,
    et mon foyer,
    dont tu m’envies la flamme.
    Je ne connais rien sous le soleil
    de plus pauvre que vous autres dieux !
    Vous nourrissez misérablement
    votre majesté d’offrandes et d’encens,
    et vous seriez réduits à mourir de faim,
    n’étaient les enfants et les mendiants,
    pauvres fous,
    qui se repaissent d’espérances.
    Quand j’étais enfant,
    je ne savais nulle chose ;
    je tournais vers le soleil mon œil égaré,
    comme s’il y avait eu par delà une oreille
    pour entendre ma plainte,
    un cœur comme le mien
    pour compatir à l’affligé.
    Qui me vint en aide
    contre l’orgueil des Titans ?
    Qui me sauva de la mort,
    de l’esclavage ?
    N’as-tu pas tout accompli toi-même,
    ô cœur saintement enflammé,
    et, jeune et bon, tu rendais, dans ton erreur,
    de ferventes actions de grâces au dormeur de là-haut !
    Moi, t’honorer !… Pourquoi ?
    As-tu jamais apaisé les douleurs de l’opprimé ?
    As-tu jamais essuyé les larmes de l’affligé ?
    Qui m’a forgé un cœur d’homme ?
    N’est-ce pas le temps tout puissant
    et le destin éternel,
    mes maîtres et les tiens ?
    Croyais-tu peut-être
    que je dusse haïr la vie,
    fuir dans les déserts,
    parce que toutes les fleurs
    de mes rêves n’ont pas fructifié ?
    Ici je réside,
    je crée des hommes à mon image,
    une race qui me soit semblable,
    pour souffrir, pour pleurer,
    pour vivre
    et se réjouir et te dédaigner,
    comme je fais.

    (Goethe. Théâtre. Librairie de L. Hachette et Cie, 1860, tome I)

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