Pensé, por amor a la hermenéutica, ir a verlo tras la lectura de su libro, Gregorio, pero tuve la suerte de oír a Pou, quien hablaba desde la estrecha caverna de su nombre, y me disuadió de hacerlo con espectacular, con contundente elocuencia podemítica.
La obra acaba arrancando toda dimensión trágica de la muerte de Sócrates: el bien triunfa sobre el mal porque los atenienses condenaron al acusador de Sócrates, Anito. Esta, es, de hecho, la última palabra de la obra. En realidad, el auténtico demócrata es Anito, y no Sócrates. Por eso los atenienses no sólo no lo mataron sino que lo eligieron para desempeñar importantes cargos políticos. No hay ironía, ni mala uva, ni conflicto dialéctico entre la filosofía y la ciudad. Este Sócrates, como bien dice usted, a lo máximo que habría llegado en la historia es a concejal de Podemos.
Pensé, por amor a la hermenéutica, ir a verlo tras la lectura de su libro, Gregorio, pero tuve la suerte de oír a Pou, quien hablaba desde la estrecha caverna de su nombre, y me disuadió de hacerlo con espectacular, con contundente elocuencia podemítica.
ResponderEliminarLa obra acaba arrancando toda dimensión trágica de la muerte de Sócrates: el bien triunfa sobre el mal porque los atenienses condenaron al acusador de Sócrates, Anito. Esta, es, de hecho, la última palabra de la obra. En realidad, el auténtico demócrata es Anito, y no Sócrates. Por eso los atenienses no sólo no lo mataron sino que lo eligieron para desempeñar importantes cargos políticos. No hay ironía, ni mala uva, ni conflicto dialéctico entre la filosofía y la ciudad. Este Sócrates, como bien dice usted, a lo máximo que habría llegado en la historia es a concejal de Podemos.
EliminarPues no han visto ustedes al Aristófanes de Echanove...
ResponderEliminarY luego dicen de Merkel.
ResponderEliminar