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miércoles, 8 de julio de 2015

Cosas de hacerse viejo

Las rodillas, el oído, la vista...

La vista.

Entro en el Blended y veo a X sentado en una mesa. Pido una cerveza en la barra y le digo al camarero que me cobre también lo de X. El camarero lo hace y poco después al pasar junto a X le dice que le he pagado yo su consumición. X se levanta y viene hacia mí. Cuando se acerca veo que no es X sino alguien a quien no conozco de nada.
- ¿Por qué me has invitado? 
- ....
- ¿Nos conocemos de algo?
- Ha sido mi buena acción del día. Cada día invito a un desconocido.

El otro me mira sorprendido, me da la mano sin comprender lo que ha pasado y se vuelve a su mesa.

De nuevo mis errores me corrigen.

6 comentarios:

  1. http://www.abc.es/sociedad/20130527/abci-cafes-pendientes-solidaridad-201305221339.html

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    1. eso hace tiempo sucede, sobre todo en los Estados Unidos pero también aquí, tendría qe buscarlo pero se trata de una noticia de dos o tres años y con tanta información se me hace difícil encontrar el enlace. Lo buscaré

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  2. Este post es una provocación... porque muchos y poderosos han de ser los esfuerzos se han de hacer para no subirse al autoritario carro vecinal del "Pues calle, calle, que lo mío sí que..."

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    1. Pues tiene usted razón. Los propios males hay que llevarlos con discreción porque de lo contrario corres el riesgo de que nada más abrir la boca te caiga encima una borrasca de todos los males, muy superiores a los tuyos, que padecen tus coetáneos dolientes.

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  3. La cosa de invitar a café a desconocidos viene de Nàpoles en el 2008, o sea viene de viejo. De todos modos, déjeme que le cuente una anécdota, una pàgina viscuda.

    Blanes - Los Pinos, dos mil i pocos, sentados en una terraza junto al paseo con la señora e hijas, un rumano toca el acordeón cerca de nosotros, entonces pasa un niño que baila al son de la música con la mano extendida... mi señora le da una moneda que el niño se queda....hasta que viene su madre y nos la devuelve, el niño era su hijo, un turista francés que solo bailaba al son de la música del rumano que, por cierto, interpretaba maravillosamente 'sur le ciel du Paris. Esto sucedió un verano caluroso como este en el año 2003, el verano en que adquirí por 40 euros tres cerillas, pero eso es otra historia.

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