Viene una madre a pedirme un consejo que no le puedo dar. No puedo caer en la frivolidad de improvisar un diagnóstico simplemente por quedar bien. Así que le digo que su caso ha de ser analizado despacio por un especialista. Me responde soltándome la retahíla de especialistas a los que ha acudido. Es obvio que está desorientada y muy cansada y yo no tengo para ella una sincera palabra de consuelo. Poco antes de despedirnos me asegura que ya no puede más, que dimite; se ha quedado sin fuerzas. Su hijo tiene un trastorno caracterial grave que se manifiesta esporádicamente con conductas muy violentas. Me alejo de ella empapado de su tristeza, comprendiendo su cansancio y dejándola con su dolor.
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jueves, 26 de mayo de 2022
Dolor
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Perillán
I Contestándole un mensaje a Jorge Freire me emerge espontáneamente de no sé donde, pero directo y contundente, el adjetivo "perillán&...
Qué decir. No en circunstancias como la que usted expone, creo que quien más quien menos se ha encontrado en una situación semejante: no saber qué decir para dar consuelo ni qué hacer para enderezar la situación. Lamento la situación por la que usted está pasando, y la situación de esa madre.
ResponderEliminarMe respondo a mí mismo: disculpen la repetición de "situación". Qué bruto.
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