I. La educación competencial:
Simone Weil contaba este cuento hindú: Un asceta que ha pasado 14 años en la más completa soledad, va a visitar a su familia. Uno de sus hermanos le pregunta qué ha conseguido con su ascetismo y él le muestra que puede caminar sobre las aguas. El hermano llama a un barquero y por una moneda pasa de una orilla a otra. “¿Vale la pena 14 años de ascetismo para conseguir hacer algo que vale una moneda?”, le pregunta.
¿Adivinan ustedes cuál de los dos ha recibido una educación competencial?
II. La memoria
L. tiene 94 años y nunca nadie la ha oído quejarse de nada. Se lo comenté el domingo cuando fui a su casa a hacerle una entrevista. Me contestó: “Cuando me duele algo, voy al médico, no a la vecina."
Hoy he vuelto a su humilde piso en un humilde barrio obrero de Barcelona y me ha recibido con la alegría de siempre. Esta mujer, que no mide metro y medio irradia cordialidad y eso que en su vida hay experiencias tremendas. Hija de un minero asturiano, vivió la revolución de Asturias y la guerra civil. Fue una de las niñas de Rusia y, por lo tanto, puede hablar mucho de la Segunda Guerra Mundial. Más tarde viajó a Cuba. Su marido le organizó la marina de guerra a Fidel y ella creó la facultad de psicología en la Universidad de La Habana. Allí le tocó la crisis de los misiles. En el 70 regresó a Moscú y un año después consiguió el pasaporte para volver a España, donde vivió intensamente la Transición y la desaparición del PSUC y del PCE, carcomidos por crisis internas.
Sabe lo que es el hambre. La experimentó en Asturias, en Moscú y a su regreso a Barcelona.
El domingo comimos juntos en un chino garbanzos con callos y al despedirme me entregó un texto manuscrito de 9 páginas que su marido escribió sobre Ramón Mercader, a quien trató íntimamente en Moscú. Nada más llegar a casa me lancé sobre él. Hoy he vuelto a su casa para devolvérselo. Me ha preguntado varias veces a qué he ido. Se lo explicaba y, al poco rato, me volvía a insistir. "Aún no me has dicho a qué has venido."
Hay una cierta afinidad de resultados entre estar 14 años aprendiendo a caminar sobre las aguas y dedicar toda una vida a un sistema politíco-económico como el comunismo, ninguno de los dos esfuerzos vale la pena (entre nosotros. Lo que sí es meritorio es visitar a una persona de 94 años, y darle calor y compañía. Seguro que aunque no lo entienda lo agradece
ResponderEliminarSin la memoria uno está perdido. Al perder la memoria se pierden los contenidos y, por muchas competencias que se tengan, uno no puede estar inventando la rueda a diario, como la anciana que a cada poco necesita preguntar a qué ha venido. Es uno de los problemas de una edad avanzada, pero es intolerable que se pretenda engañar -una mentira nada noble- así a los jóvenes estudiantes.
ResponderEliminar¿Lo incluirá en alguna reedición de El Cielo Que Me Tienes Prometido?
ResponderEliminarYa me gustaría saber algo más. ¿Un extracto? ¿Un breve?
¿Es posible saber cuál es la editorial rusa que se encarga de esa mujer al servicio de Stalin? Al amparo de las sombras.
que genialidad que eres me encanta lo que dices y como lo escribes te dejo un abrazo grande desde Miami
ResponderEliminar