Llega el famoso pensador inglés Chesterton a España. Le invito a una excursión a Toledo. En el camino de Madrid a Toledo diviso un grupo de labriegos que están comiendo. Y como sé cómo comen los labriegos, paro el coche e invito a Chesterton a que venga conmigo a verlos comer y que no hablemos. Llegamos; me reconocen algunos de los campesinos y, con frase señera, me dicen: "Don Fernando y la 'compaña', ¿quieren compartir nuestra merienda?" Agradezco; nos sentamos. Ellos están en el surco, en la besana, reposando. Y Chesterton advierte enseguida en qué consistía el espectáculo único: era en la maravilla de las maneras, de los gestos, de la pulcritud con que aquellos labriegos comían. Aquel pedazo de queso y de tocino, con un trozo de pan y un tomate, eran comidos con señorío, con distinción, con elegancia; con tal pulcritud, que cuando terminó la merienda y nos fuimos, Chesterton rompió el silencio para decirme: "¡Qué cultos son estos analfabetos!"
- Fernando de los Ríos,
Sentido y significación de España
Lo mejor es que esos dos se llevaban lo bastante bien como para que el masón socialista partidario de la separación Iglesia-estado hiciese de anfitrión del conservador apologista católico y se fuesen juntos de viaje y merienda
ResponderEliminarAsí es.
ResponderEliminarLa afición de Chesterton por la frase paradójica cansa un poco.
ResponderEliminarYo hubiése dicho, qué cosmopolitas son estos pueblerinos. O qué universales son estos aldeanos (particulares). Qué delicados en su senzillez....qué cultivados en su iletrez.
ResponderEliminarHdL