martes, 19 de mayo de 2015

S.O.S. Éducation

Hablamos de Francia, claro:


Saliendo en defensa de su ministra de educación, Najad Vallaud-Belkacem, el Primer ministro francés, Manuel Valls, ha dicho cosas muy interesantes que demuestran su buen corazón: "La escuela es cada vez menos igualitaria porque el éxito escolar depende cada vez más del medio social de origen". Lo que no demuestran en absoluto estas palabras es su buena comprensión de la realidad francesa. De ahí las protestas sindicales.

Veamos los datos: 

1. Los datos nacionales e internacionales ponen de manifiesto que en Francia, cuanto más se bajan los niveles escolares, más dependen los alumnos de lo que traen sabido de casa.

2. Cada vez hay más alumnos que terminan la educación secundaria obligatoria con dificultades serias. En estos momentos vienen a ser -como en España- un 25%.

3. Sin embargo cada vez hay menos fracaso escolar registrado (30% en 1993, 16% en 2008 y 14% en 2013). Resulta así que cuanto más baja el nivel de exigencia, menos saben los alumnos, pero más aumentan los aprobados.

14 comentarios:

  1. Que no sabe usted que el nivel de exigencia no ha bajado nunca, jamás de los jamases. Los problemas de la escuela los causa la economía. Y, por supuesto, el nivel educativo de los padres. Lo que no explican, claro, es cómo la introducción de la escuela débil ha reducido a la mitad la esperanza de un alumno de padres sin estudios de llegar a la universidad, y eso en una década (en España, aunque me temo que en Francia deben andar parecido).

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  2. José Manuel, lo que tú dices, para mi va a misa, pero ¿puede soasarme los datos concretos?

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  3. Muy bien, entendido. La asociación de directores de catalunya toma nota: con el decreto en la mano, el profe que no apruebe a los alumnos (por muy memos que sean) se va a la calle y punto. Se acabó el fracaso escolar de una vez ya para siempre. ¿Efecto banlieue? Eso no existe, ni en Salt, ni en el Fuster ni en ninguna parte. sigamos con el procés, que es lo que salvará los muebles.

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  4. Si para un inspector, en conversación informal, ningún alumno catalán podía dejar de tener el Graduado Escolar, porque era algo así como el DNI (por el que se paga poco) con el que andar documentado por la vida, hemos de reconocer que nuestro sistema lo regala, el título de ESO con una generosidad solo comparable a la incuria académica de los regalados.

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  5. Después de ver la película "la profesora de Historia" y después de leer lo publicado sobre la reforma francesa en ciernes entiendo qué significa, en la actualidad, ser progresista en educación. La película es deplorable e insidiosa pero, lamentablemente, creo que muy efectiva a la hora de inocular su visión, a cualquiera que no cuente con sólidas defensas contra el buenísimo.

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  6. Es sólo un dato en un contexto mucho peor. Suelo utilizarlo para introducir mi conferencia sobre los mecanismos de la escuela que desembocan en una disminución de la igualdad de oportunidades. Según los datos del Censo 2001, el porcentaje de personas entre 20 y 25 años que habían accedido a la universidad (no que hubieran acabado) era del 38%, pero entre los que tenían un padre con estudios bajos era el 29%, mientras que entre los que lo tenían con estudios medios era del 52%. En 2011, diez años después, el porcentaje de población de la misma edad que había llegado a la universidad era del 30%, pero entre los que tenían padre con estudios bajos había llegado el 16%, mientras que entre los que tienen un padre con estudios medios el porcentaje es del 27%.

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    1. Como decía Boskov: élites son élites. Se suman a ellas, desde abajo, individuos contados, pero nada más. La igualdad de oportunidades resulta un objetivo utópico, esa es la triste conclusión a la que me han llevado 35 años de docencia. Reducir las desigualdades ya es otra cosa, y ahí sí que se puede y se debe hacer mucho.

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    2. Sí, la igualdad de oportunidades perfecta no parece demasiado viable, pero en la reducción de desigualdades hay grados, y en eso España sobresalió durante la segunda mitad del siglo pasado: fuimos el segundo país del mundo, tras Corea del Sur, en aumentar las tasas de graduados en Secundaria o Universidad. Hasta el cambio de ley, claro. Ahora somos uno de los países más desigualitarios del mundo desarrollado. Y no sigo, que el dueño del café me va a pedir referencias de todo...

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    3. El dueño del café es su amigo don José Manuel. Y aún más: su admirador.

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    4. Gracias. De todas formas, pondré estos datos en un próximo post. Aunque sólo nos interesen a cuatro gatos.

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    5. Eso es cierto, en educación los datos interesan cada vez menos. ¿Para qué queremos datos si ya tenemos ideología?

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  7. Esto es como las soluciones triviales (Xi = 0) en los sistemas de ecuaciones...En cierta manera hemos "liberalizado" la educación: la educación ya no es una aspiración al bien, la belleza y la verdad, sino más bien algo útil, sometido al sistema económico. De ahí la decadencia de carreras como la Filosofía - no "sirven" para nada -. No obstante, como paradoja, también las carreras técnicas - como la Ingeniería -, también están en cuesta abajo. Esto no tiene solución. O sea.

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    1. Si queremos resolverla la ecuación debemos entender que los pobres tienen mejores resultados en los países más exigentes y con sistemas instrucción lineales y bien diseñados. Quizás no haya manera de garantizar la igualdad d oportunidades, pero en Shangay han conseguido que los que tienen peores resultados en sus escuelas sepan más matemáticas que los que obtienen mejores resultados en las escuelas francesas. Lo que parece que no queremos ver y, especialmente, no quieren ver los llamados "sindicatos de clase", es que cuanto más bajo es el nivel de exigencia, más determinante es la influencia familiar.

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    2. Un sabio economista, y sin embargo fraternal amigo, le propuso al conseller Maragall, que para atajar esas desigualdades, y guiado por experiencias nórdicas, debería de equilibrarse el número de alumnos favorecidos y desfavorecidos en las escuelas e institutos. Por ejemplo, coger cien alumnos del Tarradell y llevarlos a estudiar al Costa i Llobera y viceversa. "¿Está Vd. loco?", le espetó el conseller. Y en esas estamos, en el más viejo y carcunda de los determinismos sociales...

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