jueves, 28 de mayo de 2015

De la distancia del deseo al hecho

Decía yo ayer en una conferencia en Barcelona que con algunos niños que tienen un nivel muy bajo de conocimientos, lo máximo que podemos conseguir es que tengan un nivel un poco menos bajo. Inmediatamente vi algunas caras de disgusto entre las personas que me escuchaban. Nada nuevo. En el turno de intervenciones alguien me dijo que estaba en contra de mis palabras porque "todos los niños han de triunfar". Me pareció oportuno no contestarle en ese momento, pero volví a casa dándole vueltas a algo que cada vez me interesa más: el análisis de la específica racionalidad pedagógica. No hay duda de que es distinta a cualquier otra. Es sui generis y entre sus características más definitorias se encuentra la confusión entre deseos y hechos. Tiendo a creer que cuando estas confusiones se dan de manera generalizada es que obedecen a alguna necesidad. Sin embargo es evidente que no hay país en el mundo que consiga que todos los alumnos triunfen y no creo tampoco que haya ninguno tan iluso como para proponérselo. Esta capacidad de las buenas intenciones para ocultar hechos tan generales y clamorosos, me deja perplejo.   

11 comentarios:

  1. Hace unos años fuí a un cursillo para docentes. El cursillo comenzó con la lectura de una frase puesta en la pantalla: "Todos los niños lo pueden aprender todo, sólo es cuestión de traducirselo". Ahí es nada.
    Orlando

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    1. Claro, pero se olvidad de decirnos qué maestro ha sido capaz de "traducírselo". A veces me pregunto qué ocurriría si eliminásemos de un plumazo todas las facultades de pedagogía.

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    2. Hace unos pocos años, Juan Carlos Rodríguez y yo hicimos un estudios para el Instituto de Evaluación sobre la calidad de los egresados de las Escuelas de Magisterio, con datos de una evaluación internacional, haciendo hincapié en las Matemáticas. Uno de los datos curiosos era que el factor más influyente en los conocimientos y en la capacidad del maestro de enseñar matemáticas era lo que el alumno había aprendido en el Bachillerato. Durante la carrera nadie le había enseñado matemáticas, sólo Didáctica de las matemáticas, pero como la capacidad de un profesor de enseñarlas dependía sobre todo de su conocimiento de la materia (¿qué sorpresa, verdad?), pues la carrera la había servido para poco en ese aspecto. ¿Imagina que la capacidad de un ingeniero para construir un puente dependiera de los conocimientos que obtuvo en Bachillerato?

      Durante un tiempo nos planteamos la boutade de incluir en las conclusiones que los datos apuntaban a que el cierre de las Escuelas de Magisterio, tal y como estaban concebidas, no afectaría a la calidad de la enseñanza (vamos, que sólo costaban dinero). No se incluyó porque no teníamos datos para afirmar eso, porque era demasiado provocador y porque intentábamos ser serios (tan serios que, unos años después, nadie nos ha hecho puñetero el caso). Pero ya hay muchos indicios que apuntan a lo mismo, y otros que hablan de que la calidad de los profesores también se está viendo resentida por su paso por el máster de las Facultades de Pedagogía.

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    3. José Manuel: Ese es un secreto a gritos: los maestros no tienen comer referente lo que han aprendido en su carrera, sino los maestros y profesores que más les han influenciado. ¿Y sabes qué? ¡Pues que me parece bien.

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    4. Eso estaría bien, pero no es eso lo que digo, sino que su nivel de enseñanza depende del nivel del último curso de matemáticas que dieron en Bachillerato.

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  2. Yo estoy en la cuarentena recuerdo que cuando era chavalete no conocía a nadie que quisiera ser pedagogo aparte de aquellos que habían hecho la carrera de Magisterio de tres años y luego hicieron el curso puente a pedagogía para tener una carrera superior. Luego vino lo que conocemos y los resultados están a la vista. ¿Qué pasaría si cerrasen las facultades de pedagogía? Que nos quedaríamos sin frases pseudo-místicas como la que cité en mi anterior comentario.
    Orlando

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  3. No hay ningún problema. Todos debemos tener muy claro que el mercado laboral del futuro será algo muy parecido al Gran Circo de Oklahoma. Kafka fue en esto, como en tantas otras cuestiones, un auténtico visionario. Sin duda.

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  4. Vd. se perplejiza; yo me indigno. Me recuerda una frase del nuevo currículo de lenguas del Departament: Los alumnos HAN DE interesarse por las variedades dialectales del catalán. Tal cual. La mentira social elaborada por consenso desde la LOGSE -que no la LOGSE, claro está- da esos frutos bordes: nadie se atreve a desnudar el insólito buenismo que se nos ha convertido en un manto de Deyanira que envenena a esos niños todopoderosos...

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  5. Propongo que , para comprender la específica racionalidad pedagógica de la que hablas, hay que explorar sus vínculos con la visión de la realidad propia del Romanticismo; hablo de visión porque hablar de pensamiento romántico puede ser una contradicción en sus propios términos.


    Haciendo un refrito de lo que dice Safranski que dice Berlin y lo que dice este último: el Romanticismo rinde homenaje al principio de que la voluntad creadora individual es más fuerte que toda estructura objetiva del mundo, a la que hayamos de adaptarnos. Las bases fundamentales del Romanticismo son, por una parte, la ausencia de una estructura de las cosas, por lo que podemos darle forma a las cosas según nuestra voluntad: la voluntad inevitable. Y por otra parte, está la oposición a toda concepción que intente representar la realidad con alguna forma susceptible de ser analizada, registrada, comprendida,....

    Como interroga Safranski, ¿es el Romanticismo la prehistoria del infortunio? Yo creo que si.

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    1. Me parece muy bien visto. Pero añadiría un matiz: en el caso del alumno actual, la voluntad parece ser sólo activa en el éxito. Es decir, el éxito del alumno es sólo suyo, mientras que de su fracaso hay que buscar responsables ajenos.

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