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domingo, 12 de enero de 2014

La mujer y sus atributos

El pasado día 9 publiqué el siguiente artículo en La Vanguardia:

Cuando John Locke intentó fundamentar teóricamente el capitalismo poniendo como principio de los principios el derecho de propiedad, no podía imaginar que al cabo de los siglos tendría tantísimas devotas dándole la razón enfervorizadamente al grito de "mi cuerpo / útero / bombo / … coño es mío" o de “mi coño, mis normas”. Estos eslóganes reflejan el triunfo de un curioso neo-individualismo que, creyéndose alternativo, va a buscar sus argumentos a las fuentes mismas del liberalismo. Lo que vienen a decir es, a fin de cuentas, que el sustento de los derechos de la mujer es la capacidad de ésta para poseerse a sí misma, al menos parcialmente. 
Como es difícil creer que la mujer se defina por una sinécdoque, parece lógico pensar que lo esencial de los eslóganes se encuentra en lo que todos tienen en común: el posesivo. Más allá de la provocación estentórea, propia de nuestros tiempos mediáticos, el acento en el derecho de propiedad quiere dejar clara una oposición frontal a las teorías del derecho natural, o sea, que no es la voluntad la que ha de someterse al derecho, sino que el derecho ha de cumplir el papel de guardián de mis posesiones. En el caso que nos ocupa, la mujer, como gestora de sus propiedades, sería la única capacitada para decidir lo que es bueno y lo que es malo para salvaguardar sus bienes. En consecuencia, un hipotético individuo sin propiedades no sería sujeto de derechos. 
Esta concepción del derecho repugnaría a un liberal de los de antes, porque no se contenta con preservar para la intimidad del hogar el disfrute de las posesiones del individuo propietario, sino que lleva a la plaza pública los deseos corporales sin ningún tipo de vergüenza y, en realidad, con un indisimulado orgullo. Resulta así que el exhibicionismo de la intimidad se ha convertido en una conducta moral, cosa que sería vista con reticencias por aquellos antiguos propietarios que aconsejaban ser moderado con la exhibición de los propios bienes. Esto tiene una explicación sencilla, aunque paradójica: lo que se exhibe es algo más que un título de propiedad. Lo que se exhibe es la condición de víctima. 
La plaza pública se ve cada vez más ocupada no por aquella razón común en la que soñaban los antiguos republicanos, sino por sujetos que pugnan por hacer visible su condición de víctimas para ganar legitimidad política y visibilidad. La razón pública se nos ha hecho una razón victimológica porque hoy el vómito es más espectacular que el apetito.
Hoy un amigo, y gran psiquiatra, me ha enviado un mail comentando el artículo y entre otras cosas me dice:
Me ha gustado la tesis que recuerda la idea freudiana y lacaniana del hombre como un propietario apurado y embarazado por su temor fálico. Su condición de propietario lo convierte en alguien obligado a proteger su bien y con temor a perder, de allí que le sea más útil y fácil el goce masturbatorio - y ahora el cibersexo- que no el encuentro real. 
Tu has captado el giro actual de las que -en simetria- hacen de la propiedad de sus atributos no un temor sino una reivindicación de su condicion de victimas. Freud a eso le llamaria la salida del penisneid.
(...) resérvame las entradas para cuando te asen en la hoguera de los Politically Incorrect.


4 comentarios:

  1. Un ejemplo obvio de cómo el asunto se plantea en los más crudos términos del derecho de propiedad es el siguiente artículo de Ramón Irigoyen, titulado, precisamente, "el dueño de los embriones":

    "¿Es el ministro de Justicia el propietario de los cuerpos de todas estas mujeres? ¿Puede mostrar los documentos de propiedad que certifiquen que todas estas mujeres son suyas? Pues, si no los puede mostrar, respete la propiedad de los embriones ajenos y que cada mujer haga con su embrión lo que crea oportuno."

    http://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2014/01/13/dueno-embriones/0003_201401E13P12995.htm


    (Athini Glaucopis)

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  2. Exclamaciones lógicas teniendo en cuenta que durante milenios las decisiones sobre el cuerpo de la mujer han pertenecido al varón :el padre ,el marido los hermanos...te casaba con quien ellos querían ,tenías que ser fiel so pena de carcel etcEl marido podía disponer de su cuerpo ; el adulterio era un asunto de hombría.A la mujer podía costarle la vida a manos del marido .De hecho,le sigue costando aunque al menos ahora las leyes ya no amparan ese tipo de asesinato.El coño era el depositario del honor del esposo o del padre y los hermanos ¿tan incomprensible resulta que ahora se proclame en la plaza pública "mi coño es mío" ?

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  3. "En consecuencia, un hipotético individuo sin propiedades no sería sujeto de derechos. "
    Un individuo nunca carecerá de propiedades puesto que su propio cuerpo supone una propiedad.

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  4. Y yo pregunto: si los hijos fueran propiedad del Estado (como Platón ya teorizaba en la República) no se acabaría el problema de raíz? En el fondo, el problema es considerar a las personas propiedad privada, quedando éstas al albur de las creencias y decisiones de otras durante parte de su vida, cuando no la vida entera.

    No nos engañemos: la vida humana, solo en abstracto, no tiene nada de sagrado (solo en concreto tampoco, si vemos lo empapada de sangre que está la historia) Lo sagrado son las personas, las vidas concretas; pensadas, eso sí, en abstracto. Podemos hablar de dignidad cuando una persona ha salido del útero, puede intercambiarse y empieza a consumir y producir recursos.

    Si las personas fueran propiedad del Estado, se identificaría sociedad-Estado; por lo tanto, vida y Estado. El Estado sería la concretización y proyección de la vida. Habría aborto, si o no, dependiendo de lo que se requiriera en cada coyuntura; más o menos nacimientos, según se necesiten. Si no concebimos la vida así; de forma concreta-abstracta, podemos pasarnos la vida enredados en argumentos metafísicos irresolubles, que solo conocen los límites de la propia subjetividad.

    El Estado adopta a los niños/as , los educa y, de paso, los libra de las comenencias familiares; la mayoría, basadas en la avaricia y/o en circunstancias dispares. Igualando vida y Estado, la problemática del aborto ya no se produciría, porque la sociedad sería un todo.
    En la situación actual, ninguna solución al aborto es plenamente satisfactoria por lo antedicho, porque se plantea el problema en abstracto (endosándole el niño a la pareja por derecho natural) Cualquiera de las leyes implica violencia estructural potencial hacia la mujer; bien obligándola a tener el niño o bien obligándola a abortar. La plena permisividad favorecería , además, la irresponsabilidad sexual, haciendo recaer sobre la mujer todo el peso de la concepción. Pero todo esto son contingencias, y nada es comparable al peso de cargar a una mujer/pareja con un hijo no deseado; así que, pensando en concreto en las clases más desfavorecidas y en las precarias crecientes (contra quienes se dirige esta ley reaccionaria, concebida por notarios peperos para que sus hermanas y madres piadosas del Barrio de Salamanca tengan un espejo moral a sus privilegios) aborto sí.

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