Ayer por la noche volvía a casa en el cercanías, cansado, pero feliz, porque el día nos había ido estupendamente en la editorial. Nada más sentarme en el vagón, saqué un libro del bolsillo de la americana y me sumergí en la lectura, sin fijarme ni en quién subía ni en quién bajaba, hasta que, no sé muy bien dónde, al levantar la cabeza, vi que había a mi lado, de pie en el pasillo, una mujer embarazada con las manos sujetándose la tripa. Inmediatamente me levanté y le cedí mi asiento. Fue un gesto casi automático, porque nada me parecía más elemental. La mujer se deshizo en elogios en voz alta a mi amabilidad que, como me di cuenta enseguida, eran también reproches a los jóvenes que iban sentados y que no habían mostrado ni la menor caridad con ella. Algo funciona muy mal en nuestra sociedad cuando a los jóvenes les ha dejado de ser evidente que hay que ceder el asiento a una mujer embarazada.
Unos días antes, el martes 19, exactamente, bajando por el Paseo de Gracia en una noche lluviosa, me caí -me caigo aparatosamente con cierta frecuencia porque al suelo le gusta jugar conmigo al escondite- justo sobre un charco y allí en el suelo, con el paraguas roto en una mano, empapago por el agua del charco y de la lluvia, vi pasar a mi lado una joven que me miró sin imutarse y siguió para adelante. Fue un joven con acento argentino el que me ayudó a ponerme en pie y se preocupó por mi estado. Estaba un poco magullado, pero bien... si ignoramos que al levantarme chorreaba.
En España se han perdido las buenas costumbres. Un beso
ResponderEliminarYo tengo alumnos de muchas nacionalidades. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que los sudamericanos son, de largo, los más educados y correctos de todos.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, aunque a veces nos parece que se pasan de verbosos.
EliminarYo, la verdad, no sé si ceder el paso en las puertas. A las que se acercan a los 50 les parece natural. Las de cuarenta se mosquean un poco. Y las de menos dudan entre pasar o insultarte. Los niños además de pasar todo panchos sonríen encantados. Los ancianos se sorprenden, reaccionan lento pero bien.
ResponderEliminarUNA VEZ ME ECHARON UNA BRONCA DE ESAS CHILLONAS POR CEDER EL PASO EN UN ASCENSOR A UNA MUJER. Port lo visto tratarla de manera deferente era considerarla minusválida.
EliminarHace un tiempo, en el metro. Un matrimonio de mediana edad y su hijo, de unos 12 años, ocupan asientos en la zona 'reservada' a ancianos, embarazadas, etc. Un señor de unos 75 años, con dificultad para andar y usando muletas, les pide amable pero enérgicamente que le cedan un asiento. El chico se sienta en el regazo de su madre. Pasadas dos estaciones, el señor se levanta y se va. Lo primero que le dice el padre a su hijo: yo no le hubiera dejado sentarse.
ResponderEliminar¡Eso es empatía!
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